«Me indigna mucho, casi me lleno de ira, de rabia, frente a la corruptela de gente a la que le dimos toda la confianza, toda mi confianza, y terminaron robando al pueblo». Es una de las tantas frases del monólogo de Nicolás Maduro frente a las cámaras.

No hay nada despectivo, ni siquiera desconsiderado, en llamar monólogo -como si fuera una pieza teatral- estas comparecencias de Maduro, el rostro compungido, la mano sobre el pecho, en las que admite que está al frente de las investigaciones para desmantelar estas mafias enquistadas -son sus propios términos- en los juzgados, en la soberana Asamblea Nacional, en áreas muy sensibles de la industria petrolera, en las empresas básicas de Guayana (el rico e inmenso estado Bolívar).

«Apenas se han logrado capturar una parte de las riquezas (los capitales huelen el peligro y se mueven), mansiones por aquí, por allá, en el Country Club y más allá, donde hacían orgías terribles… habrá que contar todo eso», continúa Maduro y promete nuevos capítulos, que algún día «habrá que contar».

Mientras Maduro habla de las mansiones del Country Club -esa zona de las élites caraqueñas, de los «amos del valle», que ahora habitan los nuevos ricos del proceso-  medios italianos, como La Nazione, que cuenta las últimas noticias de La Toscana y La Umbria, registra la confiscación de una mansión valorada en 6 millones de dólares y cuya propiedad atribuyen al juez Maikel Moreno, que durante cuatro años presidió el Tribunal Supremo de Justicia y en la actualidad es magistrado de la Sala de Casación Penal.

La villa está ahora en manos de la Agencia Estatal de Bienes Raíces al sospecharse de un presunto blanqueo de capitales para concretar su compra. De acuerdo con la información publicada en medios italianos y españoles, la propiedad estaba a nombre de la esposa de Moreno, Deborah Menicucci, modelo y figura televisiva salida del concurso Miss Venezuela.

¿Le espera a Moreno, un juez tan apreciado en las esferas del poder, una braga naranja? ¿Sobrevivirá al “caiga quien caiga»? ¿Seguirá Moreno anotado al cuadre correcto? Por ahora, silencio. Hay que estar atento a los próximos capítulos del monólogo.

Nada indica que lo que el país ha presenciado desde el 17 de marzo -cuando comenzó la purga;  la cruzada, perdón- esté llegando a su fin. Hay partes del guion que tan solo están anunciadas: «Yo tengo la certeza aquí en el corazón (la mano en el pecho, otra vez) que esto es apenas una parte, que el resto, que la parte gruesa, la tienen escondida, encaletada».

Maduro afirma que la mayoría de los detenidos (más de medio centenar) están delatándose unos a otros y echando todo para fuera y, cuando la verdad resplandezca, se le mostrarán al país los bienes multimillonarios.

¿Esos son los compañeros de viaje? ¿Esta es la naturaleza de los funcionarios en quien Maduro depositó su confianza y colocó al frente de la industria petrolera, del hierro y del acero del corazón de Guayana, de los tribunales?

Gente que roba a manos llenas, que encaleta el dinero, que vive en el lujo y el despilfarro.

No basta, señor Maduro, que diga que está “arrecho”.  Usted es el primer responsable. “Arrecho” está el bravo pueblo venezolano.


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