A lo largo de los siglos se ha ido desentrañando el rol fundamental que tienen los medios de comunicación y su relación con el poder sobre las personas; además, se ha observado cómo estos a través de cortinas musicales, letras, frases, cuentos, historias, imágenes mentales, y toda la parrilla de contenido hipnótico, pueden causar múltiples sensaciones en la audiencia: desde estados de ánimo de máxima alegría y excitación, como por ejemplo la lujuria, hasta de forma intempestivamente, casi de inmediato, los sentimientos de más baja frecuencia, como lo son la tristeza, el terror, el pánico, la soledad, melancolía, junto a la inclinación de los valores más bajos como lo es el muy idolatrado miedo.

Se dice en la teoría del psicoanálisis que es el sexo lo que mueve al mundo, pero detrás de este estudio se esconde algo más sutil y es la sensación del miedo suscitado por los medios de comunicación, elemento que pasa a ser la gallina de los huevos de oro del poder, en lo social, ya que todo el modelo de control, donde se sustenta la sociedad actual, se funda entre los pilares del miedo y todas sus derivadas.

Se odia y se envidia por miedo, como es por miedo que se lanzan los hombres a la guerra y por miedo se cometen los peores crímenes. Los abogados que se dedican a ejercer la profesión dentro de los juzgados, por ejemplo, saben que las salas de juicios están cargadas de una sensación de extremo miedo; siente miedo el imputado, la víctima, el fiscal, el juez, los alguaciles, el jurado y todos los presentes, pero ese miedo ya viene del modelo de vida instaurado dentro del modelo de control, es decir, no es algo que aflora ahí en las salas de juicios, como tampoco es algo que se origina en los parlamentos, estudios, corredores institucionales y en los salones de clase; de ninguna manera, sino que el miedo resulta ser el elemento de control por excelencia de todos los medios de la modernidad, de forma personal o tecnológicos.

Así mismo, se observa que los medios de comunicación inciden de forma directa en el estado de conciencia de miedo en el que vive la sociedad, estos estados de ánimo se manifiestan de forma homogénea y global, porque el control sobre la programación resulta ser la misma en todas las naciones. Aunque varíen los canales de comunicación, la programación está fundamentada en los valores del miedo, que se convierten en un daño emocional y moral en toda la sociedad.

Antes de existir la radio y la TV, y todas las plataformas tecnológicas, se tenía la literatura y las cosmogonías que, además de los símbolos que pudieran servir para la consciencia y el espíritu; también existe el efecto paralelo del miedo que estos infunden.

La solución no es suprimir los medios de información, como pretende el materialismo histórico, sino verlos desde otra perspectiva, sabiendo que la programación no está fundada en impulsar los valores humanos, mucho menos los más altos principios de la humanidad, sino todo lo contrario.

Esta perspectiva dará como resultado el cambio en la manera de pensar, la transformación de la programación casi de inmediato, pues la audiencia sabrá que puede elegir y discriminar lo que la controla y somete, a través de los sentidos.


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