Sobre tan importante materia hemos escrito varios artículos, pues el tema es inagotable. Sabemos muy bien que administrar políticamente un país no es tarea fácil, es delicado y, por lo tanto, a los improvisados les está vedado intentar ese camino. Para semejante propósito se requiere, naturalmente, adecuada preparación, sabiduría política, esclarecidas cualidades ciudadanas y afecto a la geografía física y humana de la nación, ello implica alta responsabilidad y verdadera vocación de servicio.

El vocablo “política” nos viene desde la antigua Grecia y se define como el arte de gobernar. Debemos entender la política como la más importante disciplina cuya finalidad es atender las necesidades de las personas, de las comunidades y del país en todos sus órdenes en procura del bienestar general. Corresponde, así, al gobernante tomar conciencia profunda y muy responsablemente de que el poder se ejerce para servir y no para servirse de él.

Es verdaderamente un privilegio, sí, un privilegio, llegar a ocupar la más alta magistratura política de una nación. Por eso, quienes aspiran a tan delicado magisterio deben calibrar muy bien su idoneidad antes de pretender semejante propósito. Igualmente, y como se supone que el aspirante conoce bien a su país y le constan todas las carencias y necesidades que lo afectan, al ocupar tan deseado sitial debe demostrar su capacidad emprendedora e implementar las políticas públicas orientadas a resolverlas, y tomar así el adecuado camino hacia el desarrollo económico-social del país. Para ello, y como el presidente no es un sabio en todo, su obligación es rodearse de expertos, de sabios digamos, de científicos en esa materia, única manera de lograr éxito en su desempeño presidencial.

Indiscutiblemente, para encaminar bien la tarea administrativa que se propone cumplir le es indispensable ocuparse de la Educación y del desarrollo agro-industrial, estas son fundamentales, prioritarias, para la subsistencia. Así, tanto la Educación sistemática y académica como toda la educación superior, la formación docente, artesanal y de oficios, de agricultura y las diversas tecnologías son  indispensables a fin de que cada habitante sea un productor, no simple consumidor, tenga una profesión o un oficio digno de subsistencia. Ello implica la inversión de suficientes recursos para lograr la riqueza nacional. Entonces, la Educación no es una simple inquietud humana, es una imperiosa necesidad para la vida, para el desenvolvimiento de las personas en la vida ciudadana. Aparejadas a la Educación están la salud y la alimentación que también deben ser tareas prioritarias en un gobierno presidido por un líder, por un estadista, no por incultos en la materia.

A propósito del presente tema, recordamos las célebres expresiones de don Pedro Berroeta, emitidas en El Nacional en noviembre de 1988: No es lo  mismo ser jefe de Estado que ser estadista. Se puede ser jefe de Estado por la fuerza (como los dictadores); o por el engaño a los electores. El estadista dice la verdad sobre las dificultades y no tiene miedo de decirlas. Un estadista habla poco y oye mucho. Esta es la calidad de líderes, de estadistas, de gobernantes que necesita nuestra quebrantada Venezuela para sacarla del marasmo en que se encuentra actualmente.

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