Como hablaba en el anterior artículo de la mano invisible de la sociopolítica, hoy día se ha generado una situación social en plena comunicación en tiempo real que facilita, en función del pensamiento de la inmensa mayoría de los ciudadanos, una especie de consensos que vienen a definir en muchos conceptos cómo debe funcionar el ser humano en el mundo actual. Consensos que se imponen a intereses particulares, a veces perversos, que lejos de perseguir el bienestar de la sociedad y la mayor eficiencia en la manera de conseguirlo, están motivados por intereses económicos en muchos casos, ideológicos en otros, o meramente por la manipulación del poder y el disfrute del mismo y, de paso, beneficiarse claramente de ello.

¿Qué elementos son producto de este consenso? Indudablemente, el principal elemento es la libertad, que no es otra cosa que el derecho del hombre a actuar libremente en función de su forma de ser y de pensar y luchar por sus intereses, sean estos del tipo que sean de carácter filosófico, ético, social, económico o de cualquier tipo, con el único límite de que no dañen los derechos de los demás o, en su caso, que se logre una armonía y equilibrio en la multiplicidad de formas de entendimiento que la misma sociedad, en arreglo a su cultura y evolución vaya aceptando, proponiendo e incluso legislando de la forma más adecuada y eficiente. Por lo tanto, la sola idea de la libertad tiene un contenido casi infinito con multiplicidad e infinitas correlaciones entre personas, cosas y situaciones.

De hecho, en el mundo somos 7.700 millones de habitantes y todos interactuamos continuamente de infinidad de formas. A su vez, el mundo está lleno de elementos físicos y objetos que, además de poder tener un significado económico, tienen otros significados, es el caso de los océanos, que están llenos de valores económicos en sí mismos, pero paralelamente son parte del entorno social y de relaciones del ser humano, y a su vez, está lleno de especies animales y de plantas, siendo parte fundamental de nuestro sistema ecológico.

El ser humano puede y debe entenderse con océanos y mares, ríos, lagos, pozos de agua subterránea, producto de las decisiones estructurales del hombre, de las leyes nacionales e internacionales. Estas se van elaborando y perfeccionando a través del tiempo y es el consenso generado por el mercado de las ideas, lo que al final acaba resolviendo uno de los mayores algoritmos posibles e inimaginables para que a partir de él se elaboren todas las leyes, normas, reglamentos en pleno consenso con la sociedad.

Es verdad que lo que aquí estoy intentado explicar es una idea novedosa de entender que el mundo evoluciona hacia un mejor futuro como producto de la interacción de todos sus ciudadanos en ese mercado de ideas que poco a poco va imponiendo la mejor y más eficiente de las soluciones en un sinfín de situaciones y cuestiones.

Sé que esta idea les chocará a muchos, incluso no les gustará, sobre todo a los que pretenden imponer criterios propios y opciones personales, a veces ideológicas, a partir de filosofías sociopolíticas o religiones, que en definitiva pretenden imponer determinados modelos.

Esto pasó en España cuando en 1478 se creó la Inquisición, que sometía a torturas sanguinarias y quemaba a personas vivas en las hogueras para reprimir formas de pensar o de actuar contrarias a la verdad oficial del momento, la cual implantaba de forma autoritaria un conjunto de valores morales, sociales, sexuales y, sobre todo, religiosos, que traían consigo determinadas actuaciones.

De todas maneras, la lucha por discutir y razonar cómo se mueven las interrelaciones sociales es algo que necesita mucho tiempo, por ejemplo, desde que en 1776 Adam Smith definió el efecto de la mano invisible de la economía, que regula de la mejor manera, justa y eficiente el mercado, hasta que este concepto fue reconocido y aceptado, han tenido que pasar más de 200 años. De hecho, hay gente que, a pesar de la apabullante y exitosa implementación de la economía de mercado, todavía la niega. Otra cosa distinta sería que alguien busque otra alternativa, pero sin dejar de reconocer que es la que regula el funcionamiento económico del mundo. Nunca hay que cerrar la posibilidad de nuevos desarrollos y realidades que impongan nuevos sistemas mejores y más evolucionados.

Pero en la teoría de la mano invisible de la sociopolítica lo primero que hay que hacer es estudiarla y describirla para que sea aceptada como teoría por la comunidad intelectual y científica. Aunque hay mucho que hablar, y me propongo hacerlo, dejadme que os diga que estoy convencido de la existencia de la mano invisible de la sociopolítica, se acepte o no como concepto, a pesar de que existen elementos perversos que intentan impedir su natural evolución, la fuerza de la sociedad, antes o después, siempre hace que prevalezca a medio y largo plazo el pensamiento interior y potente de toda la sociedad.

Inicio | Carlos Malo de Molina


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