Cada país tiene sus héroes. Están colocados en el altar de la memoria de los pueblos, no para esperar que sus hazañas hagan el trabajo que nos corresponde a todos realizar, sino como referentes inolvidables y sobre todo, como ejemplos dignos a emular.

Franklin Brito es uno de esos hombres que dedicó los últimos años de su vida a defender ideales. Porque fue ese el mero centro de sus luchas, más que pelear por unas tierras que les fueron arrebatadas, Franklin Brito entregó su último aliento para hacer valer, en medio de una feroz dictadura, los principios y valores que le dan forma a las democracias en cualquier parte del mundo.

Conocí a Franklin Brito, en la ocasión en que Antonio Ledezma inició su huelga de hambre, también como él, defendiendo más que el presupuesto de la Alcaldia Metropolitana, luchando por la esencia de la democracia que venía pisoteando Hugo Chávez y sus adláteres. Llevo su imagen tatuada en mi memoria desde aquel 3 de julio del año 2009, cuando lo abordé a las puertas de la sede de la OEA en Las Mercedes, Caracas.

Franklin, la noche anterior acababa también de arrancar su huelga de hambre para hacer conocer en el mundo las perversidades de esa tiranía implacable que era capaz de invadir predios, expropiar fincas en plena producción y humillar a los propietarios, simplemente porque se vanagloriaban de encarnar el poder omnímodo. Franklin Brito murió “con las botas puestas”, fue un hombre de honor, no claudicó nunca en su empeño de hacer valer los derechos de los venezolanos ante semejantes barbaridades.

Otro héroe que seguirá dibujado en las banderas que simbolizan nuestro martirologio es el inspector Óscar Pérez. Con él pude encontrarme, fugazmente, en una de esas tantas marchas en las que hemos participado millones de venezolanos que no le damos tregua a este régimen atroz que lo asesinó, junto a sus compañeros en una morada de El Junquito aquel triste 15 de enero de 2018. Óscar lo dio todo por su país. Fue un idealista consagrado. Nos deja vivo, intacto, ese pundonor que lo distinguió hasta para invocar a la conciencia de todos los venezolanos, minutos antes de ser vilmente ejecutado.

También están los Jóvenes Escuderos. Esas decenas de «Quijotes» que se entregaron con una pasión valerosa en las calles de Venezuela, entre febrero y julio de 2017. Son más de 130 nombres que relampaguean en los cielos de la patria por la que se inmolaron.

Imposible dejar de mencionar a Fernando Albán, al capitán de corbeta Rafael Acosta Arévalo, a Rodolfo González, a los miles de torturados, a los miles de detenidos injustamente, a los desaparecidos y ejecutados extrajudicialmente.

Por ellos, por nuestros héroes, la lucha seguirá hasta honrar debidamente su memoria.


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