Cuando por allá en la década de los sesenta la Revolución cubana era la ilusión de un mundo mejor y la representación del glorioso David enfrentado al villano Goliat, la canción «El son se fue de Cuba» de Fernando Albuerne era repudiada por los seguidores de Fidel. En Venezuela, el tema que era interpretado por reconocidos artistas lo cantaba Felipe Pírela. En una graduación de bachilleres del Liceo Andrés Bello, amenizada por la orquesta de la Billo’s , cuando sonó la canción hubo una tángana protagonizada por los partidarios de la Revolución cubana.

«Cuando salí de Cuba» fue otra nostálgica canción compuesta por Luis Aguilé, un músico argentino muy famoso para la época, que también era objeto de protestas por los admiradores de la Revolución cubana. También guardo el recuerdo de una actuación  de Luisito Aguilé, como se le conocía, en el Aula Magna de la UCV en la que fue abucheado por parte del público  al interpretar su sentido tema.

La “ceguera ideológica” hacía insensibles a los partidarios de Fidel Castro sobre el sufrimiento de quienes habían decidido dejar su isla por distintos motivos y para quienes sin titubear se empleaba el calificativo de “gusanos”. Muchos abrimos los  ojos sobre el engaño de la Revolución cubana y entendimos, aunque tardíamente,  el sufrimiento tanto de los que se fueron como de los que se quedaron dentro.

Me vienen estos hechos a la memoria al leer la más reciente edición del Informe sobre la felicidad mundial, publicación anual de las Naciones Unidas  desde hace diez años, que para elaborar el ranking que pueda reflejar el grado de felicidad de los ciudadanos de una nación toman en cuenta la opinión de personas y algunas variables como el PIB, la corrupción, la confianza social, la esperanza de vida saludable, el apoyo social en tiempos de problemas, generosidad y libertad para tomar decisiones claves en la vida.

Pues bien, en el informe de 2022 que acaba de publicarse, Venezuela aparece como uno de los países más infelices del planeta al encontrarse en el lugar 108. Es el país latinoamericano peor situado entre 146 estados analizados.

Copiando a destiempo el fracasado modelo cubano, incluyendo el falso propósito de convertir al país en el mar de la felicidad, lo hundieron progresivamente en una de las naciones más infelices del planeta, con toda la infraestructura destruida, sin oportunidades de trabajo, sin acceso a la alimentación y la salud. 6 millones de ciudadanos se han visto obligados a abandonar sus familias y sus pertenencias, una buena parte de ellos de la manera más precaria y sacrificada y aunque no han sido denominados gusanos, han sido tratados como tales en muchos de los países donde intentan instalarse.

Prometiendo el bien colectivo produjeron la tragedia colectiva. Denigraron de la oligarquía y crearon una cleptocracia con la clara determinación de no abandonar nunca el poder. No fue un modelo original, a Fidel Castro se lo impusieron los soviéticos a cambio de mantenerlos económicamente y tener un pie puesto en el patio trasero de Estados Unidos cuando la disyuntiva mundial era entre socialismo y capitalismo.

En el caso del chavismo es distinto, han mantenido al régimen cubano y copiado voluntariamente su modelo, empeorándolo. Hoy ese modelo ha sido abandonado, los rusos también son sus aliados, ya no para abogar por el socialismo sino para seguir compitiendo con Estados Unidos y tan solo para apoyar el autoritarismo despojado de ideología.


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