Cuando escribo estas líneas han pasado escasamente 2 días de las megaelecciones regionales y a pesar de que no tenía razones para esperar buenos resultados, no puedo evitar sentir un peso en el alma al ver el mapa de Venezuela teñido de rojo.

Paradójicamente, no hay duda de que el triunfo se lo llevó la abstención ─de causas plurales e inasibles, pero que al menos indica rechazo del voto─  que alcanzó cerca de 60%, a pesar de las tantas encuestas y opiniones que indicaban que un porcentaje muy amplio de venezolanos estaba deseoso de votar; aún  más paradójico si tenemos en cuenta que las cifras también indican que el chavismo  ha ido cayendo progresivamente de elección en elección y que en esta oportunidad obtuvo la peor de sus cifras, incluso menor que las de las cuestionadas elecciones parlamentarias  de 2017 y las  presidenciales de 2018. Y que si contabilizamos a la  oposición en su conjunto  está por encima en número de votos que el PSUV, también que se ganaron más alcaldías que en cualquier otra oportunidad. A pesar de que el número de venezolanos que desea la pronta salida de Maduro sigue rondando el 80%, los hechos reales indican que el chavismo se hizo de casi todo el poder, el mapa se ha teñido de rojo más que nunca

Hasta el momento no se ha emitido el informe de la misión electoral de la Unión Europea, pero de acuerdo con algunas reseñas de prensa y entrevistas a personas calificadas en la materia, se siguen reflejando muchas de las  irregularidades de siempre, el característico ventajismo durante la  campaña  y  también en el proceso de votación mismo con algunos puntos rojos, votos asistidos manipulados, presión sobre testigos por solo mencionar algunos. Pero salvo los lamentables sucesos del Zulia con  saldo de 1 muerto y varios heridos no parecen haberse presentado significativos actos de violencia. Sobre todo hay que subrayar que muy poco se hablado de fraude, ni de comportamiento inadecuado del CNE.

Todo conduce a que en esta oportunidad los resultados indican mucha torpeza del lado de la oposición. Comencemos por la demora en tomar la decisión de participar, mucho más teniendo en cuenta que se venía de la abstención en los procesos electorales posteriores a las regionales de 2017, lo que obligaba a una importante campaña de convencimiento al elector  y de explicación de las razones por las cuales se decidía acudir a este proceso electoral.

Esta tardía decisión fue obstáculo para la realización de primarias o  de otro tipo de consulta para elegir las candidaturas, lo que se hizo a través del antidemocrático dedo, que en algunas ocasiones obedeció a criterios organizativos partidistas por encima de candidaturas naturales, como fue el emblemático caso de la Alcaldía de Libertador, reflejado en los resultados

La decisión de Voluntad Popular de participar al parecer estuvo forzada por sus bases regionales, pero no por la convicción de sus máximos dirigentes, cuya pasividad y declaraciones explicitas sin duda estimularon la abstención, porque no otra lectura puede darse a la revelación de Leopoldo López desde su exilio de que si él estuviera en Venezuela no votaría y las innecesarias e inoportunas confesiones de Guaidó pocos días antes de las elecciones de que él tampoco lo haría, así como de Carlos Vecchio en la misma dirección.

Del sectarismo y la soberbia no se salvaron tampoco los variopintos partidos agrupados en la llamada Alianza Democrática, quienes también priorizaron sus intereses por encima de la unidad, motivados por  conquistar espacios dentro de la oposición, cuidado que si más que por competir con el oficialismo. El gobierno está de fiesta, ¿oyó a Jorge Rodríguez?, con la nueva pluralidad de las oposición.

Lamentablemente esta corta visión refleja que, salvo honrosas excepciones, se buscan los cargos para disfrutar de una cuota de poder y no para atender los problemas de  la sufriente población.

Lo que es merecedor de un récord Guinness, otro, es que aún con las peores cifras del  chavismo, a pesar de la destrucción de toda la estructura y la infraestructura a lo largo y ancho del territorio nacional, que puede resumirse en la ruina de más de 94% (Encovi) de los venezolanos, lo que ha llevado a más de 5 millones a elegir el calvario de la migración, puedan seguir tiñendo el mapa con su color.

No faltan declaraciones sobre la necesidad de renovar la dirigencia opositora desde sus raíces. No  faltan razones.


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