disidencia de las farc
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  • La impotencia del Estado colombiano para derrocar a las FARC lo obligó a negociar en La Habana. Peor, el Ejército de Venezuela no ha podido librar una batalla decente contra una de las facciones de esas mismas FARC.  Condiciones históricas perfectas para que un conflicto perdure indefinidamente
  • El conflicto de la frontera colombo-venezolana es uno de los más antiguos del mundo, solo superado por el de Israel-Palestina y el de India-Pakistán. Es el único conflicto armado del continente americano

Hace unos 25 años el distinguido intelectual colombiano Plinio Apuleyo Mendoza se preguntaba “¿está Venezuela preparada para la compleja tarea que le reserva el presente y el futuro con este incómodo vecino?”. Entonces la política exterior de los gobiernos democráticos de Venezuela parecía destinada a llegar a alguna parte, pero nunca supieron dónde. Chávez siempre lo supo. En esa Colombia de soberanía fracturada se alió con la narcoguerrilla, uno de los poderes que ya controlaba parte de ese país. El comandante, que no tardó en demostrar la codicia y su obsesión por el lujo obsceno, dejó atrás todo vestigio ideológico, si es que alguna vez lo tuvo, y bajo el pretexto de iniciar una forma de lucha contra el imperialismo, propició que la FAN y con ella el Estado venezolano, devinieran en una suerte de clan del crimen organizado. “La única diferencia -apuntó Teodoro Petkoff- entre el gobierno de Chávez y el ‘crimen organizado’ es, que este es organizado”. Desde entonces Venezuela es también un incómodo vecino para Colombia y el resto del continente.

Como el leit motiv de la narcoguerrilla colombiana ha sido el lucro, adornado con un faroleo de marxismo, la sinergia con Chávez funcionó a la perfección, era presidente de Venezuela y devino en CEO de una organización mafiosa-bolivariana que rivalizaba con las más exitosas corporaciones de Europa y la lista de Fortune/100 de Estados Unidos. “Tienen un proyecto político bolivariano que aquí es respetado”, declaró sobre las FARC a poco de haberse encargado de la presidencia. Para la ambición y la codicia sin fondo de Chávez eso de un “proyecto político” era un efugio para cumplir su sueño de hacerse millonario sin lucir como ladrón y asegurarse que el lujo que disfrutaba a costa del Tesoro Nacional continuaría en caso de un “11 de abril” exitoso.

Cuando Chávez viaja a Nueva York, su primera visita fue al icónico billonario Randolph Hearst, hijo del legendario William Randolph Hearst inmortalizado por Orson Wells en la película Citizen Kane y dueño de gran parte de los medios de Estados Unidos.  Su fortuna equivaldría ahora a un monto cercano a los 35.000 millones de dólares. Residenciados entonces en Nueva York y pese al esfuerzo realizado en informarnos no pudimos encontrar justificación alguna para la visita del plabeyo comandante con el aristocrático heredero americano, súmmum del capitalismo. Quien le haya puesto atención a la conducta sinuosa de Chávez habría advertido una extraña relación de amor/odio con dos millonarios venezolanos, Gustavo Cisneros y Lorenzo Mendoza.

La guerrilla corporativa

Desde cualquier ángulo que se mire, la narcoguerrilla colombo-venezolana es una empresa de un extraordinario rendimiento económico que, como hemos dicho, rivaliza con las más poderosas corporaciones del mundo. Si se hace abstracción de la violencia y el daño que causa, se trataría de un mercado perfecto de productores que atienden una creciente demanda conformada por millones de consumidores en el mundo. ¿Cómo acabar con un mercado capitalista de millones de consumidores? ¿cómo eliminar una demanda a esta escala?  ¿cómo eliminar sus consumidores?

Acudir a operaciones militares para destruir un mercado no ha tenido buenos resultados. ¿Dejó de ser un negocio lucrativo la droga porque un grupo de “productores” en La Habana decidieron retirarse con muchos millones?  Si esto hubiese resultado ¿cómo disolver la “demanda” que dejan tras de sí y a los prospectos de productores que quieren llenar el vacío de la oferta?

Una empresa desaparece, conforme a las leyes del mercado, cuando su producto deja de ser lucrativo, es decir cuando se extingue la oferta,  la demanda o la materia prima se agota. La razón que ha obligado a los experimentados capitalistas de Estados Unidos a orientar todos esfuerzos en eliminar las fuentes de la materia prima es precisamente porque la tarea de “eliminar” millones de consumidores es imposible. Las exhortaciones que se hacen desde América Latina para inculpar al gobierno de Estados Unidos por no eliminar la demanda son simplistas.

Antes de que Chávez llega al poder las instituciones democráticas de Venezuela en cierto modo limitaron la expansión del narcotráfico en medio de la desintegración institucional de Colombia. A esa desintegración institucional le siguió la Venezuela bolivariana. En este proceso de disgregación institucional parece más lógico que Colombia termine de sucumbir a que Venezuela se recupere por una “vía pacífica, democrática y constitucional”, como piensan algunos opositores ingenuos y otros, no tan ingenuos.

La nueva “Gran Colombia”

En este largo proceso la narcoguerrilla colombiana ha consolidado un territorio que algunos estiman en 40% del territorio donde ejercen influencia y han implementado una estructura social y política que remeda a un Estado. De las 1.050 municipalidades de Colombia se estima que alrededor de 400 están en control directo o indirecto de la narcoguerrilla. En nuestro país y en el resto del continente, incluyendo sus gobiernos, ya es común la etiqueta de “narcoestado” que se le endilga a esta Venezuela bolivariana.

El colapso de las instituciones ha obligado a los habitantes de comarcas enteras de la frontera a acudir a la “autoridad” de la narcoguerrilla para dirimir sus diferencias que escalan desde un pleito por abuso doméstico hasta las incidencias de una disputa comercial o de propiedad.  A este esquema se agrega la tendencia, observada desde hace años, de una integración del narcotráfico, guerrilla y paramilitares en un nuevo acomodo de fuerzas. ¿Estamos en camino de un “sueño bolivariano-chavista”, una “Narco Gran Colombia”?

En un estudio los investigadores colombianos Fabio Sánchez y Mario Chacón de CEDE-Universidad de los Andes de Colombia titulado “Conflicto, Estado y descentralización: del progreso social a la disputa armada por el control local”, sostienen que “la descentralización política y de gasto público modificó el papel del Estado en lo relativo al ejercicio del poder político”. Estos cambios institucionales tuvieron un impacto sustancial en la dinámica del conflicto armado interno pues el poder político y los recursos presupuestales se trasladaron a lo local, los grupos irregulares tenían incentivos para tener mayor injerencia y control sobre el ámbito local, en particular dada la debilidad del Estado tanto en lo relativo al monopolio de la fuerza como a la administración de justicia”.  Venezuela tampoco escapó de esa deformación.

En El negocio de las drogas, una serie documental de seis episodios en Netflix, una exoperativa de la CIA, Amarillis Fox, de 39 años, examina cómo se mueve el dinero narco, adónde va y cuánto se genera. «El comercio mundial total de drogas ilegales está entre 426.000 y 652.000 millones de dólares», aseguró.

Ni siquiera una guerra en forma soluciona esta anarquía porque ninguna de las facciones tiene el poder y la fuerza para someter a ninguno de sus rivales. La impotencia del Estado colombiano para derrocar a las FARC la obligó a negociar en La Habana. Peor, el Ejército de Venezuela, no puede librar ni una batalla decente contra una una de las facciones de esas mismas FARC. Condiciones históricas perfectas para que un conflicto perdure indefinidamente.

De modo que aquellos que aún abrigan esperanzas de que se encuentre una solución negociada consideren esto: el conflicto de la frontera colombo-venezolana es uno de los más antiguos del mundo, solo superado por el de Israel-Palestina y el de India-Pakistán.

Es el único conflicto armado del continente americano.

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