“El término «participación ciudadana» recuerda fácilmente ese tipo de comportamiento activo del individuo que se encuentra implícito en el arquetipo de la democracia. Está asociación de conceptos, preñada de valores, puede inducir a la tácita conclusión de que el apropiado comportamiento «ciudadano» designa a un miembro integral de una determinada comunidad”. Renate Mayntz (1964; p. 69), directora emérita del Instituto Max Planck para el Estudio de las Sociedades.

La conceptualización por sí sola del término liderazgo ciudadano es abstracto, ya que de ella se derivan un sinnúmero de preguntas que pueden resultar confusas en su definición. Por ello, trato de delimitar la concepción al posliderazgo ciudadano y su participación en las ciudades inteligentes (Smart City).

La participación de la ciudadanía en el desarrollo de las ciudades inteligentes se abstrae de dos clasificaciones según la función que cumplen: participación política o participación administrativa[1]. El presente artículo no se centra en la participación electoral ni de sufragio, es decir, en la selección de los gobernantes (participación política); se trata de la incidencia directa o indirecta de los ciudadanos en el desarrollo de las ciudades inteligentes, específicamente en la concreción e ideación de las ciudades (participación administrativa).

Así que la participación en referencia es donde subyacen las ideas de innovación y desarrollo en función de construir espacios que mejoren la calidad de vida en las ciudades. Son todavía vigentes las afirmaciones de Mcgregor, D. (1994; p.55), quien señala que “no hay indicio de que sea mejor o una mayor participación que una menor. El grado de participación que resulta apropiado depende de diversos factores que incluyen el tipo de problema, las actitudes y la experiencia anteriores”. En este marco referencial, los factores señalados deben ser considerados a la hora de arbitrar las soluciones del conflicto que surgen en cada ciudad o comunidad[2].

La participación ciudadana se presenta como un precepto legal que representa la expresión más clara del derecho humano, además representa hoy en día uno de los pilares de la reconstrucción urbana. De acuerdo con Larios P., María (2003; p.31), “la participación es un asunto público que constituye el auténtico pilar del Estado democrático[3]”. La incorporación de los ciudadanos y las instituciones no gubernamentales en la gobernanza[4] es una forma práctica y reflexiva de reproducción y transformación de la realidad social en las ciudades inteligentes, al mismo tiempo permite desarrollar la identidad colectiva y las transformaciones culturales esperadas.

La reconstrucción urbana de las ciudades inteligentes es conformada por un posliderazgo ciudadano con funciones y valores compartidos y definidos, garantizando un equilibrio en las decisiones tomadas de forma razonable y coherente con las expectativas generales. Este posliderazgo proporciona los elementos necesarios para la toma de decisiones en las ciudades inteligentes, no se pueden excluir ni a las organizaciones públicas ni al liderazgo colectivo de una realidad situacional, ya que ambas coexisten y conviven en una continua interrelación[5].

El posliderazgo ciudadano a través de la participación representa un hecho social que surge como exteriorización de una necesidad colectiva, de manera que cada sociedad la vive y la expone de acuerdo con el particular contexto donde se desarrolle la ciudad inteligente. En efecto, el liderazgo ciudadano en su vertiente contextual resulta en garantizar que las ciudades inteligentes faciliten a sus ciudadanos espacios para la fertilización cruzada de la innovación. El posliderazgo en la ciudadanía ofrece un marco de valores compartidos, un compromiso social en función de una convicción general donde las capacidades, el conocimiento y las habilidades transdisciplinarias aportan las respuestas inherentes a los cambios sociales esperados.


[1] Ibáñez M., A. (2007; p.38). “Participar es tomar parte en un acto, proceso o asunto colectivo, de carácter decisorio o no, siempre que los participantes tengan una influencia o control real sobre la toma de decisiones, y actúen uti cives o uti socius”.

[2] Zimmermann, C. R. (2006; p.9) La participación de la sociedad civil debe extenderse desde su conocimiento de la legislación relativa a la conformación de las políticas públicas. Solo a través de esta integración entre ciudadanos y el gobierno, habrá posibilidades para garantizar realización de los derechos humanos.

[3] Font, J. y Blanco, I. (2006; p.33) “La democracia parece vivir un momento dulce en todo el mundo”. A pesar de ello, continúa existiendo de una insatisfacción creciente por parte de los ciudadanos en cuanto al funcionamiento de la democracia. Es decir, la poca capacidad que muestran los mecanismos democráticos en la resolución de los problemas de toma de decisiones.

[4] La participación ciudadana es un componente clave de la “gobernabilidad” o “buen gobierno”. Su ejercicio eficiente y oportuno otorga a las políticas públicas que han sido consensuadas con la ciudadanía la oportunidad de enriquecerse con sus aportes, además de dotarlas de la legitimidad que facilita su validez y su cumplimiento efectivo, Serra V., L. (2008; p.9-10)

[5] Nye, J. (2011; p. 57) “Las redes generan capital social al que los líderes pueden recurrir para lograr sus objetivos”.


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