Por transición democrática se entiende un período en la vida de las naciones que van desde el comienzo del derrumbe de un régimen autoritario hasta la instauración y afianzamiento de alguna forma de democracia; en el caso venezolano, las condiciones que anuncian ese período de transición ya se han producido en el país.

Durante esta fase, restaurar la democracia incluye tres momentos claramente diferenciados: la extinción del gobierno autoritario, el establecimiento de uno democrático y su consolidación. En cada lapso repercuten diversas variables de cuya mixtura dependerá el éxito o el fracaso del desarrollo completo de la transición.

Uno de los síntomas claros del inicio de la democratización es la pérdida que sufre el régimen autoritario del apoyo de la población. Su “legitimidad”, que ha tratado de basar en una supuesta eficiencia de su ejercicio administrativo, se ve carcomida por los continuos fiascos económicos, por su incapacidad de cumplir con los ofrecimientos de mejorías en la calidad de vida de la ciudadanía, por la clara evidencia de ausencia de logros exitosos; y, en nuestra realidad actual, por la corrupción que ha socavado los cimientos de la Nación. De tal manera que la gente no justifica en absoluto que deba seguir entregando su libertad a cambio de fracasos estrepitosos.

Por otra parte, los factores políticos que han logrado sobrevivir en este tipo de régimen aspiran a recobrar los espacios perdidos y comienza a renacer el anhelo de rescatar la democracia.  Es así como se crea una situación de profundo malestar; el régimen autoritario, incapaz de admitir sus fracasos, replica con detenciones y persecuciones arbitrarias e inconstitucionales, de tal manera que se establece un clima de incertidumbre que atenta seriamente en contra de su permanencia en el poder.   En ese momento, ese régimen pretende recuperar terreno y trata de corregir el rumbo, pero sin lograrlo. Además, intenta mostrar un rostro democrático que termina siendo una mueca.

Precisamente esa incertidumbre también afecta a los distintos factores políticos y ello ocasiona muchas dudas sobre el desenlace exitoso del proceso.

En el caso venezolano, se suma la opción electoral que se encamina a una elección primaria con miras a conseguir un candidato que lidere y represente a los distintos actores políticos en la siguiente contienda electoral, cuyo objetivo es, precisamente, lograr el cambio de sistema político y económico. Obviamente estas son unas rutas, tanto la que conduce a la elección primaria, como a la presidencial, llenas de obstáculos, peligros y luchas fuertes y encarnizadas. Es importante subrayar que una de las condiciones indispensables para lograr el triunfo es que la opción que se ofrezca por parte de los sectores opuestos al régimen autoritario debe ser creíble, aceptada. El ciudadano debe creer en esa alternativa.

Es así como a cada elector le corresponde analizar seriamente, sin ciegos apasionamientos, las distintas opciones que se le han presentado para escoger a ese candidato. No se puede perder de vista que las respuestas que se ofrezcan para lograr el cambio esperado dependen de manera categórica de las percepciones que la ciudadanía tenga de tales alternativas. En el caso de suponer que los grupos opositores son excesivamente “fundamentalistas”, como para depositar la confianza en ellos, es obvio que las probabilidades de que se conviertan en una opción aceptable son muy borrosas.

Enfrentar los recorridos señalados obliga a pensar en alguien con características muy bien definidas no solo en su carácter, sino en su trayectoria política.  Se necesita un líder con reciedumbre para enfrentar los peligros que van a acechar ese período; claridad de objetivos para que no se tuerza la vía que conduzca a la consolidación de la democracia; visión estratégica para evitar los posibles «madrugonazos»; capacidad negociadora para transitar de la dictadura a la democracia; larga experiencia política que le permita prever los altibajos que indudablemente han de presentarse; probidad para que sea el faro que ilumine el camino a la destrucción de la corrupción reinante; y un alto sentido del deber que le oriente en una difícil coyuntura en la que todos los ciudadanos tendremos la fe y la esperanza puestas en su persona.

Amigo lector, reflexione y súmese a esta lucha por Venezuela.

@yorisvillasana


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