Foto El Debate | Paula Argüelles

¡Carlos Andrés!, así solía llamarlo la inmensa mayoría de los venezolanos. La cercanía con la gente, que gustaba sostener el presidente Pérez cada vez que recorría una barriada o urbanización y su mano extendida a los participantes en foros o conferencias, daban lugar a que se produjera esa empatía que abría cauces a un “tú a tú” entre el dos veces presidente de la República de Venezuela, y mujeres y hombres de todos los sectores del país que gobernó.

El libro escrito por Antonio Ledezma, sobre la vida y obra de Carlos Andrés Pérez, pudiéramos decir que fue una faena familiar. A fin de cuentas, todos en nuestra casa estuvimos involucrados o relacionados con ese estrecho vínculo que el esposo y padre había consolidado con ese líder andino al que no le disgustaba que también lo llamaran “gocho”, ese gentilicio que se empeñó en reivindicar desde que se instaló en la capital caraqueña.

De los textos redactados por Antonio, ¡este ha sido al que le ha puesto más carga sentimental! Por eso lo ayudamos a conseguir todos los libros, revistas, documentos, videos de YouTube, noticias o registros en hemerotecas, en los que se pudiera abrevar el pasado y el presente de ese hombre que hoy traspasa las puertas de su centenario más vivo que nunca.

Para Antonio no fue difícil plasmar anécdotas, vivencias personales, episodios memorizados, con los nombres y fechas de los protagonistas de cada acontecimiento narrado en este libro, en el que revela, además, el desarrollo de reuniones jamás antes expuestas con detalles, como lo hace en las 524 páginas de su obra. Tal como Antonio lo ha dicho, “fue un libro escrito desde el respeto y la admiración a un gran estadista, pero sin dejar de citar, más allá de sus cuantiosos aciertos, los errores cometidos por un ser humano que estuvo consagrado a la política desde que era un adolescente”.

Veremos descrito en esos capítulos del libro Carlos Andrés Pérez, el presidente que murió dos veces, a un hombre capaz de reinventarse en cada circunstancia. Al candidato que convertía sus piernas en elásticas garrochas para escenificar saltos espectaculares que aún perviven en el imaginario de la gente, y también sus brazos en aspas de un helicóptero que ponía en movimientos para electrizar a las multitudes que lo vitoreaban.

Con Carlos Andrés Pérez comienza a hablarse del líder carismático, dejando enterrado el perfil de policía con el que trataron de estigmatizarlo. Ciertamente, nuestro admirado Chelique Sarabia fue un genio escribiendo y musicalizando los modernizados jingles que le daban colorido y alegría a las justas electorales, pero la verdad es que era Carlos Andrés Pérez el que daba talla para que cada estrofa se ajustara a sus medidas.

Carlos Andrés Pérez era un hombre solidario, que no escatimaba oportunidad para hacerse presente en los momentos de regocijo o de tristeza en los núcleos familiares de sus allegados. No olvidaremos sus llamadas telefónicas preguntando por las niñas. Su presencia en nuestro hogar para departir como amigos. Pero, sobre todo, la confianza que depositó en Antonio para que lo asistiera por muchos años.

Este homenaje merecido tiene factura familiar, como lo he dicho. Todos en casa le procurábamos a Antonio los documentos, transcribíamos las entrevistas que le hizo a decenas de personas, cooperamos, humildemente, con la corrección del texto y finalmente a la puesta en escena, exitosamente consumada, el pasado 26 de octubre en el Centro Cultural Eduardo Úrculo de Madrid. Con más de 400 butacas ocupadas, fue posible rendirle este tributo a un venezolano que dejó para la posteridad un conjunto de obras que de una u otra manera buscaban cambiar para bien el curso de nuestra historia.


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