Presenciamos en los últimos días del año 2022 una pelea interna de la oposición que dio tristeza por las manipulaciones, chantajes, recursos y mentiras que ocultaban la verdadera naturaleza del conflicto. El interinato fue la figura que daría legitimidad a una ruptura de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), objetivo que se persiguió con la estrategia de la “amenaza creíble”. El clímax de esa estrategia fue el 30 de abril, día en el cual el plan fracasó. Luego de eso se hizo evidente que no habría intervención militar extranjera ni golpe de Estado (gracias a Dios), por lo que insistir en la vía de la ruptura carecía de sentido.

Fuimos muchos quienes advertimos públicamente y de manera privada que ese camino era incorrecto y que, lejos de generar condiciones para una transición pacífica, esa vía tensaba la polarización y atrincheraba en sus posturas a los polos en conflicto. Tuvimos que esperar 4 años para superar este callejón sin salida en el que nos metieron con la política de hecho cumplido.

Luego del 30 de abril de 2019, se hacía evidente el empate catastrófico que obligaba al reconocimiento entre las partes del conflicto para buscar una solución negociada. El porqué del fracaso se puede sintetizar en dos causas fundamentales: 1. Una estrategia errada que atornilló posiciones antagónicas, en vez de encontrar lugares comunes de resolución de la crisis y 2. Sacar del país el centro de la lucha de la organización ciudadana venezolana y colocarlo en la política de Miami, convirtiendo al pueblo venezolano en un sujeto social pasivo frente a la lucha por la democracia con la narrativa de “todas las opciones están sobre la mesa”.

En mayo de 2019 se debió cambiar la estrategia, pero se postergó en nombre de los “60 países que reconocían a Guaidó” y la protección de los activos. Reconocimiento que se redujo, hasta hace unos días, a 4 países y una “protección” que derivó en escándalos de corrupción. En cambio, el interinato se usó para imponer la política de hecho cumplido por parte de Voluntad Popular sobre toda la oposición. Si hubiesen sido serios, habrían propuesto la rotación de la presidencia, pero no, se mantuvo como presidente del Parlamento y del Ejecutivo a la misma persona por 4 años. El 5 de enero de 2021 cesó la Asamblea Nacional en funciones, según la Constitución, y decidieron continuar con la ficción. Ocurrió lo mismo en 2022.

Ya cuando resultaba evidente la inutilidad del interinato y, al contrario, fomentaba fracturas en la oposición e impedía avanzar en una nueva estrategia, deciden, tardíamente, eliminarlo. Todos los partidos opositores con diputados en la Asamblea Nacional de 2015 son corresponsables de haber postergado una estrategia equivocada, todos tienen responsabilidad en mayor o menor medida, por acción u omisión, de los escándalos de corrupción, pero quienes dieron un paso al frente para reconocer el error y cerrar este capítulo tuvieron el valor de rectificar y soportaron un chantaje grotesco. Eso hay que reconocerlo.

Lo cierto es que la única estrategia viable para cambiar al gobierno es lograr que los sectores moderados del mismo controlen la coalición dominante y la dirijan hacia un proceso de reformas que podría culminar en una elección con ciertas garantías para el pueblo. Es decir, Maduro no va a salir del poder por la fuerza, sino voluntariamente, porque su coalición le exigirá su salida. Para que esto ocurra no puede el gobierno estar atrincherado pensando que su salida implica su muerte física (como le ocurrió a Gadafi) y el interinato es la excusa para atrincherarse pues reivindica el desconocimiento del adversario y la salida de fuerza. Debe haber confianza entre los moderados de lado y lado en que no habrá “vendettas”, de que los acuerdos se respetarán.

Hoy el gobierno está absolutamente claro en que necesita llegar a acuerdos, porque es inviable la república con este aislamiento. Saben que la “hora loca” de 2017 a 2021 no puede repetirse. Saben que el cuarto de hora del petróleo está pasando y que necesitan reconciliarse con el mundo para reactivar la industria petrolera. Para esto deben volver a la democracia, pero no lo harán si eso implica su exterminio. Hoy el gobierno sufre las consecuencias internacionales del “vale todo”. Tanto moderados como radicales del gobierno se cohesionan al sentir una amenaza existencial. Eso es lo que logró la estrategia de la amenaza creíble, atrincherar al chavismo en modo supervivencia. Por eso había que salir cuanto antes de esa estrategia y trabajar en la construcción de una dirección de las fuerzas democráticas sobria, responsable y que generará confianza a todo el país en la reconstrucción del tejido social que luchará por sus derechos y en la construcción de una fuerza electoral para una salida pacífica del conflicto, sin venganzas. Todo esto acompañado de acuerdos progresivos en la negociación de México.

Como bien han señalado varios intelectuales y políticos, ya la comunidad internacional había superado el interinato pues escasamente quedaban 4 países de los 60 iniciales que reconocían a Guaidó. Además, sobre los activos, ya el gobierno norteamericano ha dicho que reconocerá la instancia que designe la AN, por lo que este argumento es irrelevante.

El final del interinato debió haber sido, a lo sumo, el 5 de enero de 2021, planificado y con dignidad y no esta pataleta de niños malcriados que no aceptan la voluntad democrática de la mayoría, que aun luego de ser derrotados siguen descalificando sin rectificar, sacando comunicados abrogándose representaciones que no tienen, falseando análisis jurídicos, acusando de traidores a quienes disienten y publicando listas de diputados a quienes “habría que perseguir” al mejor estilo del fascismo. Todo esto solo demostró el talante autoritario y la inmadurez de quienes usufructuaban el interinato y lo correcto que resultó ser su superación.

La Venezuela democrática tiene una nueva oportunidad de reconstruir una dirección amplia, democrática, sobria y responsable, con una estrategia viable que se reconcilie con sus bases y que salga a recorrer el país, a organizarlo y fortalecer la esperanza.


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