Hay personas que se quejan o critican la competitividad. Desaprueban ese afán por ser mejor que los demás, ese deseo de superación y tener o lograr lo más valioso. Sin embargo, depende de cómo la entendamos. En su justa medida, la competitividad es positiva.

En el mundo de los negocios, el término competitividad es de uso frecuente. Hay quienes tienden a destacar lo que consideran es su aspecto negativo: empresas que solo están interesadas en ser líderes en el mercado, vender a cualquier costo y si es necesario anular a los rivales, cuando la realidad suele ser otra.

Encontrar la máxima eficacia y efectividad para lograr los mejores resultados es el fin último de una empresa. Y aquí tiene un papel clave la competitividad, se ha convertido en un rasgo diferenciador de las organizaciones innovadoras y vanguardistas. Les permite alcanzar rendimientos superiores a los de sus competidores de manera sostenible en el tiempo.

No hay duda, entonces, de que las empresas tienen que ser competitivas y deben implementar todos los mecanismos para lograrlo. Hay tres aspectos que no pueden perder de vista en esa búsqueda:

1. Innovación, que es lo que les permite que se distingan de las otras compañías y sus productos y servicios sobresalgan en el mercado.

2. Planificación estratégica con metas y objetivos claros, porque necesitan entender cuáles son sus puntos débiles y fuertes.

3. Productividad, mientras mayor sea más competitiva es la organización.

Los beneficios que obtendrán no son nada desdeñables. Una compañía competitiva es más rentable, tiene mayor capacidad para expandirse y alcanzar un mejor posicionamiento en el mercado. También genera mayor bienestar para los empleados y está en la posibilidad de ofrecer mayores beneficios a sus clientes y consumidores.

Pero hay más. Las organizaciones más competitivas son conscientes de que el crecimiento empresarial está atado al compromiso social y ambiental, lo que implica que la comunidad donde se desenvuelve puede ser impactada de manera positiva. De esta manera refuerza su política de responsabilidad social empresarial.

Así que… ¿Hacia dónde se inclina la balanza? A mi juicio, hacia el lado positivo. Dicho esto, es fundamental que las empresas asuman que es importante la competitividad y orienten algunas de sus estrategias en esa dirección. Los resultados están a la vista.


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