Me disponía a escribir sobre el hecho más destacado en Colombia en esta semana que pasó –el informe de Human Rights Watch sobre la brutalidad de la policía en ese país en los recientes disturbios que se han producido en varias ciudades– cuando me topé con la evaluación de ese reporte que hizo un gran conocedor de la realidad neogranadina.

Leer el juicio que adelanta Eduardo Mackenzie en IFM Noticias puso rápidamente de bulto que nada podía agregar yo a lo ya anotado por este periodista experto en la dinámica interna de su país. Tal como lo expresó Mackenzie en pocas pero lapidarias palabras en el título de su aporte periodístico, “El nuevo libelo de HRW contra Colombia” es un panfleto “deforme y sin valor”.

Así que sin más y sin pedir su permiso he decidido suscribir por entero el juicio de valor que ha circulado Mackenzie y que lleva su firma, comenzando por apoyar la feliz frase que señala que “los informes ‘de derechos humanos’ de HRW no valen ni la tinta con la que son escritos”.

Dice el periodista: “El texto que entregaron ayer, 9 de junio, a las autoridades colombianas, fue redactado en Washington, antes de que los supuestos ‘investigadores’ de HRW pusieran un pie en Bogotá. Ningún equipo de ese grupo viajó a la decena de ciudades que debía visitar para escuchar allí a las víctimas de los alzamientos insurreccionales que sacuden a Colombia desde este 28 de abril. Redactaron eso en Washington, en la oficina de ese grupo, utilizando un teléfono y unos recortes de prensa, admiten ellos. No tuvieron en cuenta las versiones y pruebas que ofrecen las autoridades de Colombia, en especial, la Fiscalía, la Defensoría del Pueblo y los voceros de la fuerza pública. Solo escucharon las imposturas de la insurrección. Escucharon la versión unilateral de los ‘manifestantes’ y no escucharon el punto de vista de los ciudadanos-rehenes de las violencias… El informe no comienza siquiera, como debería, con una descripción de lo que ocurre. Comienza con una visión falsa: hubo unas ‘reuniones pacíficas’ y unas ‘manifestaciones pacíficas’ que fueron atacadas por la policía ‘de manera arbitraria y empleando la fuerza de forma excesiva’. De ahí el informe salta a la conclusión: ‘Las violaciones de los derechos humanos [fueron] cometidas por la policía en Colombia [y] no son incidentes aislados de agentes indisciplinados, sino el resultado de fallas estructurales profundas’. La frase cumbre es: ‘Se necesita una reforma seria que permita separar claramente a la Policía de las Fuerzas Militares”.

Mackenzie pone el dedo en la llaga cuando afirma que “Vivanco pide violar la Constitución y dejar sin defensas a Colombia para que la dictadura venezolana y las FARC-ELN implanten un nuevo narcoestado en América Latina. Tales planes deberían alertar no solo a Bogotá sino también a Washington. El texto de HRW no descansa sobre hechos: descansa sobre la opinión de un ideólogo. Vivanco reitera: la policía en Colombia debe ser ‘reformada’. Sabemos lo que ‘reformada’ quiere decir: desmantelada. No sé qué hará el gobierno actual con las exigencias de Vivanco. Un gobierno patriótico hará lo contrario: reforzar todos los componentes de la fuerza pública. El vínculo de colaboración entre las fuerzas militares y las fuerzas de policía debe ser protegido. Ese vínculo ha salvado a Colombia durante 60 años de las ofensivas armadas narco-comunistas”.

El analista colombiano continúa: “¿Cuáles son, exactamente, las violaciones de derechos humanos cometidos por la policía? Para aspirar a tener una gota de credibilidad Vivanco tenía que ubicar y enumerar esas violaciones con precisión. No hay nada sobre eso en su libelo. Vivanco no necesitó trabajar ni un día para llegar a esa conclusión. Le bastó consultar su bola de cristal. Esa técnica para producir contenidos es rápida y fácil. El no podía perder tiempo en eso de escudriñar, cotejar, verificar, la montaña de testimonios, certificados médicos, registros policiales, necropsias, fotos, videos, objetos, tanto de los vándalos  como de sus víctimas. Hacer eso le habría tomado varias semanas a una docena de investigadores.

Vivanco oculta lo que vive Colombia en estos momentos, oculta el carácter masivo, premeditado y criminal de las violencias que sufre la población desde el 28 de abril. Él desinforma cuando dice  que solo ‘algunos individuos cometieron actos graves de violencia’.

HRW dice que ‘ha recibido denuncias creíbles sobre 68 muertes’ durante las ‘manifestaciones pacíficas’. Una denuncia es una afirmación sin respaldo, sin prueba. No es un hecho. Sobre todo si esa ‘denuncia’ viene de ‘Temblores’, un organismo ideado y financiado por Caracas. Vivanco dice que ‘al menos 20 parecen haber muerto a manos de policías’. La palabra ‘parecen’ le quita toda credibilidad a tal afirmación. Es como decir: ‘Parece que unos pescadores chinos fueron los que descubrieron el continente americano’. ¿Quién puede tomar eso en serio?

‘Human Rights Watch obtuvo evidencias creíbles que indican que la policía mató al menos a 16 manifestantes o transeúntes con municiones letales disparadas con armas de fuego’. ¿Si HRW tiene ‘evidencias creíbles’ de eso porque no las exhibe? Hay un abismo entre las acusaciones enormes que lanza HRW y la pobreza de sus pretendidas pruebas.

HRW no quiere investigar qué ocurre hoy en Colombia. No quiere saber cuántos manifestantes y peatones fueron heridos  y muertos por las bombas, los disparos y los incendios de los vándalos durante sus asaltos. Así mismo, los heridos y muertos de la fuerza pública, a manos de los asaltantes, merecen muy poca atención por parte de HRW. La palabra vándalos no aparece ni una sola vez en el informe. Las palabras que designan los objetos de agresión de los amotinados (palos, piedras, cuchillos, pistolas, cocteles molotov) no existen en el informe. Solo designan las armas de defensa del Esmad”.

De todo el escrito de Mackenzie sus más acertadas afirmaciones están al final de su artículo: “Me sorprende ver que el gobierno colombiano, después de tantos años de marrullas y manipulaciones de HRW, grupo ilegitimado en varios países por sus propias bajezas, sigue siendo intelectualmente incapaz de hacerle frente y lo deja actuar a sus anchas. Los periodistas y los políticos saben que HRW perdió su alma desde que aceptó ser financiada por OSF, la ONG del multimillonario izquierdista George Soros . HRW carga el estigma de utilizar sus recursos más para arruinar la imagen de los países libres que para fustigar a los regímenes totalitarios, hasta el punto de que Robert Bernstein, fundador  de HRW, denunció, en una columna publicada en The New York Times, dos años antes de morir, los métodos y prejuicios de HRW.

El informe de Vivanco nada tiene que ver con los derechos humanos. Su informe es político, intervencionista. Busca la desorganización y destrucción de la fuerza pública, el mejor muro de contención que tiene Colombia contra los apetitos imperialistas de Cuba y Venezuela”.

Gracias, Mackenzie por tus serias y valiosas reflexiones.

 

 


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