La fecha del Día del Idioma y del Libro encuentra una motivación en la coincidencia del fallecimiento de tres grandes escritores el mismo año 1616, uno el 22 de abril y los otros el 23. Dos de esos escritores no solo son muy conocidos, admirados, leídos y estudiados sino incluso llamados Príncipes de las letras de sus respectivos idiomas: Miguel de Cervantes Saavedra y William Shakespeare. El tercero, de gran importancia para el mundo panhispánico, menos conocido y divulgado, pero digno de leerse, estudiarse y celebrarse proviene de las alturas del Perú y sus tradiciones más antiguas.

Además del narrador portentoso y del dramaturgo de los ademanes del alma, invocar en esa efeméride a Gómez Suárez de Figueroa, mejor conocido como el Inca Garcilaso de la Vega, reviste una importancia fundamental y fundacional para toda Hispanoamérica, Latinoamérica y, en un sentido más general, lo que he llamado Transiberoamérica (Biord Castillo 2014). Con ese término aludo a ese espacio sociohistórico, cultural y lingüístico que tiene por lenguas mayoritarias al español y al portugués pero no por ello desprecia ni el pluriculturalismo ni el multilingüismo, sino que antes bien los asume como valores transversales de su vida social y de su proyecto histórico. Se trataría, como reiteraré más adelante, de un bloque regional en un mundo en muchos sentidos postmoderno y ahora también empeñado en la posverdad y muy especialmente para nosotros en una perspectiva posoccidental.

El Inca Garcilaso nació en el Cuzco, la capital incaica, el 12 de abril de 1539 y murió en Córdoba, la ciudad califal, el 23 de abril de 1616, lo cual ya asoma la perspectiva multicultural que lo acompañó: el mundo andino, la España que se adentraba en América y en parte por ello en el Siglo de Oro, el sustrato árabe, la herencia y presencia sefardíes. Hijo del conquistador español Sebastián Garcilaso de la Vega y de la ñusta incaica Isabel Chimpu Ocllo, nieta del inca Túpac Yupanqui y sobrina del también inca Huayna Cápac, sus padres eran, pues, cultural y lingüísticamente desiguales o diversos.

Hablante del quechua como primer idioma, el Inca Garcilaso adoptará luego el español como su principal lengua de uso o, al menos, de escritura. Entre sus obras más importantes destacan La florida del Inca (1605), Los Comentarios Reales, la Historia general de Perú (1617), la Genealogía o Relación de la descendencia del famoso Garci Pérez de Vargas (publicada en 1929) y su traducción de los Diálogos de amor de León Hebreo (1590). De hecho, su famosísimo libro Comentarios Reales, publicado por primera vez en 1609 y del cual en Venezuela se ha hecho una excelente edición en la Biblioteca Ayacucho, constituye junto a Nueva corónica y buen gobierno de Huaman Poma de Ayala dos importantes llaves del mundo andino, sus más detalladas, tempranas y eruditas aproximaciones desde un espacio o condición difícil de calibrar en su completitud.

Tanto Huaman Poma de Ayala como el Inca Garcilaso se han visto como ejemplos de ese mundo mestizo que adviene entre el contacto de europeos e indígenas, enriquecido por las matrices culturales múltiples de las sociedades indígenas, europeas y africanas. Sin embargo, aquí reside un punto muy interesante que nos debe llamar a la reflexión para ponderar mejor a ambos autores andinos y, especialmente, al también llamado Príncipe de las letras coloniales.

Sin abjurar ni mucho menos negar el carácter mestizo del Inca Garcilaso, es necesario calificar ese mestizaje y considerar sus dimensiones y límites, especialmente si se asume lo mestizo como rasgo calificador de la vida y la obra del Inca Garcilaso y de su legado y relevancia actual. El mestizaje es un fenómeno universal tanto en lo biológico como en lo cultural y en lo lingüístico. Como universal biológico, los estudios sobre el mapa genómico de la humanidad nos muestran cada vez mayores correlaciones entre poblaciones que hasta hace poco se consideraban “aisladas y racialmente puras”, términos que debemos entender en sentidos muy relativos. El mestizaje lingüístico, expresado a veces como préstamo, es responsable en gran parte de los cambios que a diario viven las lenguas en tanto que realidades vivas versus aquellos idiomas ya fosilizados por la carencia o pérdida de una comunidad lingüística que los aprenda y renueve como primera lengua y como lengua de uso cotidiano. El mestizaje cultural, a su vez, generalmente descrito con el concepto de “sincretismo”, es una expresión de un universal pocas veces comprendido a cabalidad: la interacción de todos los grupos sociales que se origina en particulares maneras de vitalidad cultural. El colonialismo de los últimos siglos y la imposición de visiones eurocéntricas y sesgadas, que incluso se llegan a presentar como observaciones científicas pretendidamente objetivas, han reducido dicha interacción a una imagen plana o adulterada que en nada o en muy poco se corresponde con las realidades etnográficas, simbólicas e ideológicas que les son inherentes. Un buen ejemplo de ello es la construcción (o deconstrucción, si se quiere) del Oriente como lo mostró Edward Said (2013) o la visión también alterada de la historia de los pueblos no europeos como lo han señalado, entre otros autores, Preisswerk y Perrot (1979), Pandian (1985) y Wolf (1987).

En pocas palabras, atribuir un carácter mestizo a un autor, a un pueblo o a una determinada manifestación cultural o ideológica (distingo esta última en pro de destacar su capacidad explicativa o justificadora de este tipo de recursos culturales), no resulta suficiente para denotar su complejidad intrínseca, en parte porque quién no es mestizo, qué pueblo, qué cultura, qué lengua no lo son. El problema, desde mi perspectiva, es otro: en qué consiste ese mestizaje, más allá del cruce biológico que suele ser explícita o implícitamente enfatizado, cuáles son sus componentes y sus derivaciones, especialmente en el campo ideológico y de la superestructura de una formación social (Biord C. 1992).

En el caso de América Latina y de Iberoamérica el concepto de mestizo se ha empleado como parte de una ideología negadora de la diversidad sociocultural, por una parte, y de su valor como matriz, presencia y legado cultural. Podemos decir, pues, que el mestizaje ontológica y axiológicamente así considerado apunta a una justificación ideológica que persigue la negación de la sociodiversidad no como rasgo superado o anecdótico (el color local) sino como componente esencial irrenunciable de ese proyecto macro y transregional que sería Transiberoamérica (Biord Castillo 2014). Insisto en que se trata de un conjunto diverso de sociedades, culturas y lenguas que rescatan como propias una historia en parte colonial, una identidad derivada de esa interacción plurisecular y una gran y compleja diversidad. En tal contexto histórico y sociocultrural, el español y el portugués como lenguas mayoritarias y códigos de expresión de manifestaciones culturales, si se quiere también mayoritarias pero en su raíz y condición misma diversas, deben coadyuvar activamente a la superación del mestizaje como ideología negadora, empobrecedora y finalmente etnocida y linguocida de origen claramente colonial y colonialista, racista y excluyente hasta la discriminación.

Desde un punto de vista respetuoso de la diversidad y el multiculturalismo, autores como Huaman Poma de Ayala y el Inca Garcilaso de la Vega pueden y deben ser evaluados desde otra perspectiva. Más que ponerles las etiquetas muchas veces perversas del mestizo y del mestizaje ramplón y simplificado, deben entenderse como expresiones del inicio del fenómeno a veces incomprendido, a pesar de múltiples descripciones diacrónicas y sincrónicas, de la complejidad que supuso la interacción creciente entre la sociedad colonial, luego continuada por las repúblicas y países surgidos tras la independencia política de las metrópolis ibéricas en el caso transiberoamericano, y otros sectores sociodiversos, los “vencidos” como han sido vistos o los sujetos subalternos del proceso histórico latinoamericano. No se trata, sin embargo, de sociedades duales que viven procesos independientes y no conectados. Más bien se unifican dialécticamente, aunque en una praxis de subordinación y dependencia inducida que genera segmentos sociales subalternos como sus identidades y manifestaciones culturales, condenando o simplificando de esta manera la alteridad para reducirla a falaz igualdad o interpretando alteridades próximas, en esencia o casi siempre más en apariencias, como igualdades mestizas. El concepto de hibridismo, si bien trata de mostrar las diferencias, termina siendo una variante un poco más moderada, sin embargo, del mestizaje. Puede ser útil para describir el segmento resultante del cruce multiétnico, tanto en sentido fenotípico como cultural. En este sentido, una relectura del Inca Garcilaso o de Humana Poma de Ayala potencia su comprensión y vigencia más allá del calificativo de mestizos o la etiqueta de descripción etnográfica que acompaña a sus obras. Lo espinoso del asunto es que sin dejar de ser una cosa o la otra, son también evidencia de esa complejidad que, para sintetizarla, podemos describir como plurietnicidad, multiculturalidad y multilingüismo.

Mientras no adoptemos modelos y racionalidades sociopolíticas que promuevan y no condenen la diversidad, entre ellas la sociocultural y la ideológica, estaremos reafirmando y refinando el modelo colonial que simplifica, deconstruye y descaracteriza al sujeto colonial como recurso para insertarlo en un sistema de desigualdades socioeconómicas. Este último queda así justificado, paradójica y tautológicamente, por sus aparentes igualdades socioculturales: el buen mestizo que, a la vez, es un buen ciudadano, heredero y portador de una cultura, una historia, una sociedad y una lengua mestizas, formulación en la que importa más la pretendida unicidad que las dimensiones de los aspectos aludidos.

El Inca Garcilaso, mestizo pero fundamentalmente indígena hasta la evocación total de su mundo y lengua andina en su reclusión española, es un ejemplo extraordinario que nos invita no solo a la reflexión y la valoración de lo propio, de la América profunda, de la Transiberoamérica profunda y a la vez liberadora y armonizadora, sino al cuestionamiento de la extraordinariamente fuerte y reiterativa ideología de negación de la diversidad, impresa como un zurcido invisible en la conciencia social y la praxis política e intelectual latinoamericanas.

En medio de la negación de la invisibilidad social de los indios y de lo indio en la historia, la cultura y las sociedades latinoamericanas del presente, la obra del Inca Garcilaso también nos muestra algo quizá muy obvio pero frecuentemente obviado. Se trata de la incomprensión de la cultura iberoamericana y española, en particular, derivada de la negación, reducción o invisibilización de la raíz y presencia cual savia vivificante de los pueblos indígenas: estos, sus realidades sociales, sus cosmovisiones y lenguas no solo aportaron y siguen aportando elementos de inestimable valor a las culturas iberoamericanas sino que le permitieron al idioma español convertirse en una lengua imperial y moderna al forzar sus estructuras y posibilidades semánticas a la descripción de los indios y lo indio además de la recepción de indigenismos incorporados a los diversos ámbitos del español en América: local, regional y continental además del español general o incluso de términos que se universalizaron (como las voces para designar el cacao, el chocolate y la papa).

Celebrar al Inca Garcilaso es también celebrar y cantar al Perú, al gran Perú profundo, a la gran civilización andina, a los indios de ayer, de hoy y de mañana, a los hombres y mujeres que construimos con nuestro diario accionar una Transiberoamérica distinta y al ciudadano transiberoamericano del porvenir: orgulloso como debe estarlo –como debemos estarlo- de su, de nuestra intrínseca diversidad y de los mundos que conviven en su, en nuestra sangre, culturas, lenguas y pensamiento. Estas ideas, sin embargo, corren el riesgo de ser apropiadas e injertadas en un discurso que más bien constituye su antítesis porque más que valorar la diversidad en sí misma busca supeditarla a la diversidad socioeconómica como causa y expresión de inequidades que deben ser superadas mediante revoluciones proletarias. Este discurso, al igual que un ecologismo simplificado o la etnomanía o etnofilia irreflexivas típicas de una pseudoargumentación propias de un misticismo superficial o de los manuales o éxitos de venta de la llamada Nueva Era (que no denuesto en su concepción amplia y seria, que más bien admiro y en muchos aspecto secundo), vacían de contenido los mensajes que autores como el Inca Garcilaso nos pueden transmitir, desde la “pachamamamanía” hasta los descontextualización sociocultural de rituales (como la ingestión indebidamente orientada y normada de la ayahuasca).

Revisar los aportes y la significación del Inca Garcilaso es una invitación extraordinaria y fecunda a aproximarnos a un personaje apasionante de la historia transiberoamericana y a una nueva perspectiva sobre nuestros orígenes culturales, pero también sobre nuestro puesto y papel en un mundo que más que globalizado debe aspirar a ser universalizado. Leer al Inca Garcilaso nos permite calibrar su visión de los mundos andino y europeo, del Perú, y nos ofrece asimismo la posibilidad de aproximarnos a la Transiberoamérica más profunda que late en nuestras venas y conciencias.


Referencias

Biord C., Horacio. 1992. La angustia de ser otro (reflexiones sobre el componente cultural indígena de América Latina). Anthropos-Venezuela (Revista del Instituto Superior Salesiano de Filosofía y Educación, Los Teques) Nº 25: 71-84.

Biord Castillo, Horacio. 2014. Más allá del panhispanismo: El español y una geopolítica lingüística plurihispánica y transiberoamericana. En Francisco Javier Pérez (comp.): 300 años de la Real Academia Española. Homenaje de la Academia Venezolana de la Lengua. Caracas: Academia Venezolana de la Lengua, pp. 197-227 (colección Homenajes, 2).

Pandian, J. 1985. Anthropology and the western tradition: toward an authentic anthropology. Prospect Heights: Waveland Press.

Preiswerk, Roy y Dominique Perrot. 1979. Etnocentrismo e historia (América indígena, Africa y Asia en la visión distorsionada de la cultura occidental). México: Nueva Imagen (Serie Interétnica).

Said, Edward W. 2013 [1978]. Orientalismo. s/l: Editorial Debolsillo.

Wolf, Eric R. 1987. Europa y la gente sin historia. México: Fondo de Cultura Económica (Sección de Obras de Historia).

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