En mi artículo anterior me referí al surgimiento de conflictos económicos y políticos en cualquier sociedad y de su posible solución, dependiendo de la capacidad o incapacidad de la dirigencia para lograr acuerdos, en un tiempo prudencial, que conduzcan, según sea el caso, al bienestar de los grupos sociales bajo su conducción o a la aparición de la violencia ante la imposibilidad de resolverlos. El régimen venezolano imperante durante los últimos veintidós años, denominado socialismo del siglo XXI, se ha caracterizado por su incapacidad para el diálogo, el rechazo a cualquier posición contraria a su supuesto ideario y a la identificación como enemigo de todo el que disienta de sus planteamientos y ejecutorias. Además, el gobierno ha impuesto una administración de los recursos del Estado desordenada, ineficiente y corrupta que ha conducido  a Venezuela a un estado de caos en lo social, en lo institucional y de manera muy especial en lo económico. Este último factor, aunque estrechamente vinculado a los dos anteriores, constituye un elemento preponderante en la generación de la pobreza extrema y en el brote de manifestaciones de inconformidad y alteraciones del orden público, difíciles de controlar por las fuerzas orgánicas de la sociedad. Por eso sorprende que Nicolás Maduro no le dé la importancia y atención que corresponde a tan delicado asunto. En este artículo me referiré a este factor y a las posibilidades de ampliar el diálogo para superar la crisis política mediante el fortalecimiento de la economía.

En tal sentido he leído y escuchado las declaraciones, tímidamente optimistas, de algunos reconocidos especialistas en la materia que consideran como posible que la economía venezolana logre alcanzar algunos incipientes signos de recuperación, al haber abatido la hiperinflación. El periodista Alonso Moleiro, por ejemplo, en un interesante artículo titulado “La economía venezolana da las primeras señales de recuperación después de ocho años”, en el cual señala  que después de haber vivido “nuestra insostenible crisis económica luego del cataclismo hiperinflacionario y recesivo que le hizo perder a la economía venezolana 75% de su PIB desde 2013, con caídas interanuales de 20 y 30 puntos”, parece que se ha iniciado una pequeña recuperación económica. Así mismo, después del sorpresivo y optimista análisis de la banca de inversión Credit Suisse, la cual previó, al principio de este año, una recuperación económica del 4%, numerosos economistas aceptan que pareciera haber terminado la caída libre vigente desde la crisis cambiaria del año 2013, aunque el FMI prevé una recesión de 5% del PIB. Por otra parte, el economista Orlando Ochoa sostiene: “Se ha producido una pequeña recuperación en la producción del crudo nacional al ser remolcada por el aumento del precio petrolero mundial, el incremento de algunos ingresos del gobierno madurista y el interés mostrado por el Partido Demócrata de darle un respiro a Venezuela, al considerar relajar la presión de las sanciones, para comercializar su crudo. El PIB petrolero alcanzaría el 12 %, el no petrolero caería en 3,5%, con un escenario nacional recesivo, de apenas, 1,5%”.  

El gobierno de Nicolás Maduro, sin los millonarios ingresos petroleros del pasado, ha tenido que implementar una política económica pragmática, siguiendo los lineamientos del grupo de economistas que asesora a la vicepresidente Delcy Rodríguez. Esa política está orientada a fortalecer un acercamiento con el sector empresarial que permita superar la actual crisis económica y encontrar los estímulos a la inversión internacional que desesperadamente requiere, aumentando la presencia del dólar en la economía y alejando su política de cualquier populismo, es decir, terminar con el anclaje cambiario, no emitir dinero inorgánico y fortalecer la disciplina monetaria para poder controlar la hiperinflación. El economista Henkel García, afirma: “Ya podemos hablar de crecimiento económico, no como una posibilidad, sino como una certeza. Es un crecimiento pequeño que ocurre después de la debacle de los años anteriores. No descarto que el crecimiento de 2021 sea de dos dígitos, sobre el 10%. De igual manera,  Asdrúbal Oliveros pronostica una contracción económica de 0,9%: “Más allá de las cifras, es claro que hay un cambio cualitativo de tendencia, un punto de inflexión en la economía nacional. La agresiva contracción de estos años parece haberse detenido. En 2022, preveo una tasa de crecimiento económico del 4%. Esta es una estabilización en el foso, por supuesto. El país quedó con una economía pequeña y muy precaria”.

No obstante, sin ánimo de contradecir las autorizadas opiniones de tan reputados especialistas sobre una posible recuperación económica de Venezuela, creo que para que esa recuperación sea realmente importante se requerirá una ingente inversión en la restauración de la industria petrolera, para lo cual solo tienen capacidad las grandes transnacionales de ese sector y los organismos internacionales multilaterales, pero bajo unas condiciones que el actual régimen, dado su carácter hegemónico y totalitario, no estaría dispuesto a aceptar. Es decir, se requeriría  de un país gobernado por un sistema realmente democrático, con separación y estricto respeto entre los poderes del Estado, que garantice plenamente el ejercicio de las libertades ciudadanas, los derechos humanos y la propiedad privada. Un sistema político regido por el dogma revolucionario no está en capacidad de garantizar ninguno de los requerimientos mencionados y, además, carece de la confianza necesaria en los posibles inversores. Los tiempos históricos, en los cuales la garantía de las inversiones petroleras norteamericanas y británicas era su poder militar, ya terminaron. Actualmente, la estabilidad y el buen funcionamiento del sistema político del país en el cual se va a invertir es lo que atrae dichos capitales. Lamentablemente, los errores políticos del régimen madurista y su pasado chavista son factores que cualquier empresa petrolera analizará antes de invertir. En este contexto y sin querer ser pesimista, creo que es posible que continuemos percibiendo pequeños signos de mejoría económica, pero nada relevante que nos permita prever la superación de la crisis política y social venezolana. Ojalá Nicolás Maduro entendiera esta realidad y reanudara las conversaciones en México  para lograr alcanzar un verdadero cambio político.


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