Que la dictadura se haya saltado a la torera los fulminantes contenidos del informe de la alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos no debe sorprendernos. Hubiera hecho lo mismo ante una homilía crítica llegada del Vaticano, pese a su jerarquía y a la importancia de una palabra habitualmente respetada por una población mayoritariamente católica. O ante cualquier reproche de trascendencia, independientemente de su lugar de origen y de la autoridad de su vocero. A Maduro y a sus secuaces simplemente no les importan los juicios adversos y, por lo tanto, los ignoran y descalifican. Pero no dejan de temerlos, motivo que los conduce a evitar su difusión.

Es lo que han hecho con el informe de la comisionada Bachelet. Le ordenaron silencio sepulcral en los medios oficiales, siguiendo el famoso adagio del general Gómez que decía: «De los enemigos, como de los muertos, mejor no hablar». Y después se ocuparon de que los medios privados lo trataran como gallina que mira sal. Los canales de televisión y las grandes cadenas radiales que pasan por independientes apenas le dieron tratamiento somero. Un documento de especial envergadura por la abrumadora carga de sus denuncias y por la jerarquía de quien lo suscribía solo mereció minutos de transmisión. Una mezquindad semejante, una miopía tan grosera, no dependió del corto entendimiento de los profesionales que trabajan en esos medios, se supone, pues han demostrado lo contrario ante otros sucesos, sino de cómo se las arregló la dictadura para que pasaran por tontos, por sordos y por ciegos.

Según un estudio de la compañía More Consulting, 35,6% de los venezolanos admite que desconoce el informe de la alta comisionada Bachelet. El hecho demuestra una desconexión de una parte significativa de la sociedad con un asunto que le concierne como pocos, con un negocio sobre su vida y sobre sus prerrogativas civiles que debe cuidar y proteger como tesoro precioso. Debemos suponer que tal desconocimiento ha sido provocado por el trabajo de ocultamiento del documento que ha hecho la dictadura, pero no debemos obviar la posibilidad de que estemos ante una indiferencia digna de especial atención en cuanto desvela limitaciones cívicas que deben analizarse.

La organización no gubernamental Laboratorio Ciudadano ha iniciado una campaña titulada «Bachelet lo vio», que pretende divulgar los aspectos fundamentales del documento de la ONU sobre la terrible situación que padecemos en Venezuela, en torno a cuyas observaciones parece que no hemos caído en cuenta. Debido a la importancia de esa iniciativa se ha escrito hoy esta nota editorial.


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