Indiscutiblemente, el tema sobre el hombre es inagotable. Pues resultaría imposible pretender describir todo cuanto han hecho los seres humanos en pro de la cultura, del bienestar personal  y en el mejoramiento de la sociedad y del país donde se vive. Para apalancar esta afirmación basta, simplemente, con tomar conciencia de que el hombre es el autor único de la cultura y, con ella, de toda la civilización.

Y, si nos preguntamos ¿qué  es el hombre? Abundan definiciones: es el ser más importante que existe sobre la Tierra. Otra, “todo individuo de la especie humana, cualquiera sea su edad y sexo”. Formulemos otra interrogante: ¿cómo ha hecho el hombre para crear la cultura? Podemos responder, a través de muchos medios, entre ellos: estudiando, inventando, investigando, creando, descubriendo y, para cumplir con esas actividades, estrujando la misteriosa capacidad intelectual de la que, afortunadamente, estamos provistos los seres humanos. Y, ¿cómo divulgar la cultura?  Hay muchas formas, entre ellas dos grandes inventos hechos por el hombre, naturalmente,  que consideramos esenciales:   la escritura y la lectura. Con el relevante invento de la primera se le puso fin a la prehistoria y comenzó la cultura no ágrafa. La historia narra que la escritura apareció, aunque en forma muy rudimentaria, en la Mesopotamia allá por el año 3300 a de C., y se debió a la cultura de los sumerios, y que a estos le siguieron los asirios, después los babilonios y, más tarde, los egipcios.

En cambio, la escritura alfabética apareció tardíamente, durante el segundo milenio antes de la era cristiana, y  se debió al invento del alfabeto hecho por los fenicios lo cual dio origen al nacimiento de los alfabetos modernos. Constituye la escritura la materia prima o, mejor, el más rico material para almacenar la cultura. Sí, amigos lectores, sin ese prodigioso invento no se hubiesen escrito la Biblia, la historia, ni la filosofía, como tampoco contaríamos con las grandes obras literarias ni con textos de ciencias.

Humanamente, se escribe para leer. Por esa imperante necesidad nos enseñaron  y enseñamos a leer. Entonces, ambas actividades, lectura y escritura, junto con el leguaje verbal, son las dos más inteligentes formas de comunicarnos los seres humanos.  (Dios mediante, volveremos).

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