Sentido de pertenencia no es repetir la perorata de unos políticos corruptos, de rojo y otros colores. No es discutir sin bases legales ni entender el contexto que se vive en temas que hemos ignorado por más de un siglo. Eso, definitivamente, no es ser venezolano.

Pero estamos ante una generación que son el resultado de la revolución, evidentemente veintitrés años cultivando en la ignorancia inducida por el gobierno, territorio fértil para sembrar ideologías fanáticas, en algún momento daría fruto: el hombre nuevo en revolución… y en oposición.

Sí, ese hombre nuevo no son solamente esa juventud que creció a la sombra de la revolución creyendo sus exabruptos; en la acera de enfrente hay una generación que, igualmente que los hijos de Chávez, solamente ha visto dos décadas de este cáncer que poco deja para entender lo que es la democracia, la calidad de vida, lo que son los valores, lo que es correcto y lo que es humano. Pero también está en la trinchera de la mal llamada “derecha” un nuevo tipo de político, una élite “opositora” que se acostumbró al colaboracionismo, que se ha lucrado del sufrimiento del país, de las personas que una y otra vez confían en ellos. Una élite que además manipula a los segundos arriba mencionados y los moldean a su imagen y semejanza en una suerte de Frankenstein.

Tanto esa generación flácida en voluntad y hasta preparación, como los de la élite, en teoría son opositores, pero tienen el alma corrupta y su moral es tan podrida como la de aquellos a los que dicen adversar. Parte de sus bases emulan a las oficialistas por estímulo de sus auto denominados “líderes”, se comportan como ellos siguiendo en silencio tal cual borregos, aun cuando ayudan a mantener el matadero en el que serán sacrificados tarde o temprano como los han sido muchos. Sin país todos estamos condenados a sufrir y morir. Sin Estado de derecho, separación de poderes y democracia todos vamos directo a una cámara de gas.

¿En qué se diferencia esta gente de los otros? Todo se difumina en ellos, se mimetiza voluntaria e involuntariamente. Pero son preocupantes, son peligrosos, porque están mutando a un paso de ser el reflejo del enemigo, o la propia encarnación. Son parte del problema, son el problema.

¿Cuál es la solución? Debemos, los que no hemos sido infectados por este virus, estilo película de holocaustos zombies, comenzar a construir algo distinto, una alternativa civil, política que adverse lo malo que se normaliza, que no siga la corriente. Que crea en valores democráticos y cuya voluntad no se quebrante por seducción económica. Tengo la fe de que dar ejemplo puede brindar una invitación a muchos para corregir y retomar el rumbo. No es sencillo.

Serán catalogados de radicales, de neófitos en temas políticos porque el resentimiento y el hambre vulgar de poder que les han inculcado a muchos les hace creerse ejemplo de estrategas, diplomáticos, sin darse cuenta de que hace tiempo perdieron el norte de luchar por la única bandera que vale la pena luchar: la de Venezuela.

Insisto, por esa bandera lucho yo, por esos tres colores y esas estrellas trabajo… ¿Y usted? ¿Por la de un partido o una promesa de recibir migajas? Saque sus conclusiones y piense cómo será recordado en los libros de historia de mañana. Yo tengo mi conciencia tranquila.

@fmpinilla


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