Así lo vimos estupefactos, quienes por años hemos denunciado y luchado contra las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Ahí estaban los cancilleres de estos países, sentados como si nada, con ocasión del evento de la Celac, organismo creado por el chavismo por cierto, mientras cientos de víctimas eran encarceladas, vejadas, torturadas, perseguidas, reprimidas y, particularmente en la isla, se ejecutaban juicios sumarios sin derecho a la defensa. ¡Ah! Pero ahí estaba el canciller de ese país diciendo que “el pueblo cubano” rechazó y derrotó la intentona de golpe, y más allá salió el criminal y súbdito del régimen castrista Nicolás Maduro a decir que Cuba ha sido objeto de un experimento de tortura social.

Mayor aberración dichas declaraciones cuando provienen de altos funcionarios responsables de crímenes de lesa humanidad, acusados ante la Corte Penal Internacional por ejecutarlos e inducirlos; en el caso de Cuba, por su participación en dichos crímenes dentro de Venezuela.  Mientras el nefasto canciller cubano hablaba, más de 757 manifestantes pacíficos, cuyas únicas armas eran sus gritos de libertad, permanecían detenidos en su país, incluidos menores de edad que jamás han conocido lo que es vivir en democracia y aun así tienen el valor de enfrentarse al tirano.

Mientras Arreaza, representante de la estructura criminal de Maduro, balbuceaba en el Castillo de Chapultepec; cientos de presos políticos, incluidos mujeres, jóvenes, militares, miembros de ONG y líderes políticos recién detenidos, permanecen en las mazmorras políticas del tirano Nicolás, incluso torturados, enterrados en sótanos como animales.

Mientras el representante del criminal Ortega se sentaba en la silla como si nada, en Nicaragua el régimen estaba dando la estocada final para terminar con lo que quedaba de los posibles precandidatos para las elecciones presidenciales, candidatos que ha encarcelado para que, sin duda alguna, la infame jornada del 7 de noviembre sea la reelección de Ortega al mejor estilo de las farsas electorales cubanas.

Cuando López Obrador habla de sustituir a la Organización de Estados Americanos por un organismo parecido a la Unión Europea, supuestamente autónomo, no “lacayo de Estados Unidos”, presidente al que no he escuchado decir una sola palabra en rechazo a los crímenes cometidos por las dictaduras de Venezuela y Cuba, y cuyo discurso fue inmediatamente aplaudido por los representantes de los Estados que constituyen el Grupo de Puebla –integrado por mandatarios y personalidades de izquierda– que siempre están reclamando supuestas “injerencias” de quienes denuncian y actúan en contra de las tres dictaduras, ya imaginamos cómo será dicho “organismo”, jamás parecido a lo que es la Unión Europea, sino más bien semejante al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, donde los criminales, genocidas y dictadores del Mundo se dan el lujo de montarse en el pódium a justificar sus hazañas en perjuicio de la humanidad,  en una versión regional ampliada del Foro de Sao Paulo.

América Latina atraviesa una grave lucha ideológica que manipula y está ocasionando una grave crisis política regional,  que pone en peligro a los sistemas democráticos que son imperfectos, sí, pero que al menos no persiguen a la disidencia, promueven las libertades, defienden los derechos humanos y luchan por fortalecer la independencia de sus instituciones.  El principio de la “No injerencia” no puede seguir justificando la inacción ante los gobiernos criminales y genocidas. El derecho progresivo de la Responsabilidad de Proteger que obliga a los Estados Parte de Naciones Unidas a actuar frente a quienes cometen los peores crímenes contra la humanidad, debería ser el ahora, no el después, cuando ya se han ejecutado, torturado, desaparecido, violado o detenido a miles de víctimas.  Es hora de que el continente americano avance para proteger a los pueblos y la OEA, organismo pionero en el mundo en tener los mejores mecanismos  y herramientas de protección.

Lo que el Grupo de Puebla no le perdona al secretario general de la OEA, Luis Almagro, es que se haya echado al hombro la denuncia y acciones reales contra las 3 dictaduras del continente, cuyos funcionarios y representantes son amigos, panas, miembros y compinches de dicho grupo y actuaban a sus anchas, con muchísimo dinero para comprar votos, promover candidatos y financiar partidos de afinidad ideológica con la chequera del chavismo.


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