Lo que está sucediendo con la llamada «Operación Mano de Hierro” y las declaraciones de los jerarcas de la usurpación sobre la detención de alcaldes, diputados y jefes civiles y militares vinculados con el tráfico de drogas y el contrabando de combustible, hacen recordar un interesante capítulo de la historia de la Alemania nazi.

En una ocasión Adolf Hitler –que ya quería deshacerse de un factor político que le estorbaba– detuvo al jefe de la SS, el conocido militar Ernest Röhm, y lo acusó de prácticas inmorales haciendo referencia a la conocida homosexualidad del jerarca nazi.

Hitler se mostró sorprendido ante la prensa alemana e internacional y reprochó la actitud del hasta ese entonces colaborador. Sin embargo, la opinión pública germana, ridiculizando al dictador, popularizó una frase que decía así: “Hitler se escandalizó con lo de Rölm, imagínense cómo se pondrá cuando sepa que Göring es gordo y que Goebbels es cojo” en referencia a características conocidísimas de dos de sus más cercanos delfines.

Ese caradurismo del monstruo de Hitler es el mismo que viene aplicando la usurpación venezolana al mostrarse ruborizada y estupefacta ante los escándalos de tráfico de estupefacientes protagonizados por alcaldes, diputados y jefes civiles y militares afiliados a su corrompido partido.

Le queda muy mal eso de estar dándose golpes de pecho, pues aquí todo el mundo sabe que desde los más elevando niveles están metidos hasta los tuétanos en la corrupción y en la inmoralidad que han sido el signo más característico de la “revolución”.

Nadie en el régimen puede decir que no sabía de los nexos de sus dirigentes con la mafia del “oro blanco”, pues son años –muchísimos años– los que se viene hablando de esta gravísima situación, la cual es un secreto a voces dentro y fuera del territorio nacional.

Y no podemos dejar de mencionar el caso de los “narcosobrinos”, entre otros, que estremeció a la usurpación y que no pueden ocultar hagan lo que hagan. Además, este caso es un recordatorio para los usurpadores que no están seguros cuando salen de los límites del territorio venezolano.

Ahora, los dos exalcaldes, diputados y jefes civiles y militares de Anzoátegui detenidos por contrabando de combustible es otra realidad pública y notoria. Desde los tiempos más agudos de la escasez de gasolina se sabía sobre la venta ilegal de carburante y su envío a zonas más “rentables”.  Sin embargo, como siempre, nadie decía nada y todo pasaba debajo de la mesa.

Y –viene la pregunta– ¿por qué destapan la olla ahora? Todo parece indicar que la acción de “Mano de Hierro” es una decisión de Maduro basado en dos puntas. La primera, para darle de baja a un grupo político-económico que le viene haciendo sombra a Miraflores, y la segunda, para pretender lavarle el rostro a usurpación frente al resto del mundo.

El régimen busca presentarse como unos paladines de la moral y de la lucha contra la corrupción y los negocios turbios. El problema es que nadie –absolutamente nadie– les cree ese cuento. Pues, todos saben la verdad y que este modelo, que en mala hora rige los destinos del país, está hundido hasta el cuello en un pozo de lodo.

Y a pesar del gran engaño de los jerarcas del PSUV, a pesar de sus falsas declaraciones de principios, de sus golpes de pecho y sus mensajes de honestidad, por encima de todo eso, está una sociedad que los conoce bien, una ciudadanía que está totalmente clara de lo que son, lo que representan y, sobre todo, de lo que son capaces de hacer.

Y así como Hitler fue un descarado que hundió a Europa en una sangrienta y caótica guerra, de esa misma forma los usurpadores del poder en Venezuela son unos descarados que han causado la peor crisis que nación alguna en América Latina ha vivido en todos sus años de historia.

El gran engaño chavo-madurista solo se puede comparar con su capacidad destructiva, con su política del resentimiento y sus ansias de poder. Así de simple.


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