“El recurso más valioso de la humanidad es una mente persistente y apasionada”

Peter Diamandis, presidente de Fundación X Prize 

La grave crisis que padece Venezuela hoy se puede convertir en la oportunidad más grande de nuestra historia. Superar el difícil y complejo reto de salir del rentismo petrolero y conducir al país hacia el desarrollo dependerá de la importancia que le demos a la educación, y particularmente a los maestros.

La Encuesta de Condiciones de Vida -Encovi- y las denuncias de la FAO, de la alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos y de la Unión Europea revelan un claro proceso de deterioro y destrucción del capital humano venezolano indispensable para la reconstrucción del país. Ahora se suma la pandemia ocasionada por el COVID-19 y las nefastas consecuencias sociales, económicas y políticas que tendrá sobre el mundo.

Además de la crisis interna, los venezolanos también tenemos enfrente la cadena de retos y desafíos que la humanidad está presentando. Los avances científicos y tecnológicos están produciendo cambios muy radicales en la sociedad. Solo sobrevivirán a esta crisis mundial quienes tengan la capacidad de adaptarse con mayor rapidez a estas profundas transformaciones.

Ya lo vivimos con el COVID-19. La pandemia obligó a la escuela a migrar más rápido de lo previsto hacia la “educación en línea” y la inmensa mayoría de los países no estaba preparada para este proceso, entre ellos, la destruida Venezuela. Sin embargo, naciones como Corea del Sur, Japón, Finlandia y del norte de Europa, entre otras, estaban listas y tenían la infraestructura para asumir el reto. Otras al menos contaban con una red de telecomunicaciones robusta que permitió el uso de plataformas como Classroom, Zoom y WhatsApp para el intercambio de información entre maestros, alumnos y padres.

No hace falta ser futurólogo para darse cuenta de que la simple transmisión de conocimientos será muy pronto sustituida por un robot o un software. ¿O acaso no existen ya Google y Siri? La sociedad en constante cambio requiere que la escuela enseñe a pensar, que sea el lugar donde el niño descubra sus verdaderas pasiones, se despierte su curiosidad y que aprenda a perseverar. Como decía Uslar Pietri, la clave está en “aprender a aprender” y en medio de la revolución tecnológica también tendrán que enseñar a desaprender. Y es aquí donde el maestro se hace insustituible con su rol de gran acompañante, tutor, formador en ética y valores de la cultura occidental, enseñando a convivir y combatir el aislamiento que la tecnología estimula, apoyando a los alumnos para que aprendan a vivir en una sociedad de constantes cambios.

El esquema de las “Escuelas al revés” promovido por Salman Khan, creador de la innovadora Khan Academy, puede darnos luces de cómo llevar a la práctica estos cambios. El alumno recibe la información mediante videos y otras herramientas tecnológicas de fácil acceso, y los contenidos son analizados y trabajados en la escuela, junto a sus maestros. El maestro se vuelca a ser un gran motivador, un acompañante excepcional.

Me niego a apoyar un plan de reformas educativas en Venezuela que rescate la escuela del siglo XX. Frente a la destrucción, innovación. El salto que podemos experimentar los venezolanos puede ser grandioso si sabemos apuntar hacia estos cambios que el mundo reclama.

La escuela venezolana debe tener un nuevo diseño, desde su modelo arquitectónico hasta sus contenidos. Para este gran desafío y teniendo los objetivos de la escuela claros, los venezolanos contamos con unos verdaderos héroes: los maestros. Para ello, requerimos una reforma profunda a nivel universitario que pueda dotar a los maestros de las herramientas claves para que puedan cumplir con esta trascendental tarea.

Con este rol tan importante, el Estado venezolano debe generar todo un sistema de apoyo e incentivos académicos, sociales y económicos a los maestros. Es decir, una sólida política de Estado centrada en recuperar el papel del maestro en la sociedad con enormes ventajas salariales y de seguridad social que les permita desarrollar este importante papel que el mundo hoy nos reclama. No es cuestión de promesas electorales o demagógicas, es que la única vía que tenemos para alcanzar el desarrollo es que los maestros sean la profesión mejor pagada y remunerada de toda la nación. Seguir dejándolos a un lado sería continuar haciendo lo mismo, obteniendo los mismos resultados que ya todos conocemos y padecemos.

Para lograr una sociedad bien plantada frente a los desafíos que nos presentan los avances tecnológicos, el cambio económico y la profunda crisis nacional, es necesario tener claro que la verdadera riqueza de Venezuela estará en el producto de la innovación y el talento del venezolano. Para poder echar a andar esta máquina de desarrollo debemos producir mentes persistentes y apasionadas y la llave de esta industria la tienen los maestros. ¡Es ahora o nunca!


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