Hugo Chávez junto a Raúl Isaías Baduel | Archivo
  • Chávez se rindió el 4-F de 1992. En noviembre del mismo año, después de una nueva sublevación, sus hombres huyen o se rinden. El 11 de abril de 2002, de nuevo Chávez se rinde. Curiosamente, en el repertorio bolivariano revolucionario, todas estas sumisiones han sido celebradas como «gestas heroicas»
  • Ningún militar venezolano, desde Bolívar hasta Pérez Jiménez, llegó al poder en Venezuela como Chávez, precedido de derrotas o rendiciones. Un hecho singular que probablemente tenga que ver con la crisis de valores del país que pasivamente ha aceptado el legado aún más degradado que dejó

Las victorias de las Galias le confirieron a Julio César el talento que más tarde lo conduce al poder. Una sucesión victorias en los campos de batalla, llevan Napoleón a emperador de Francia. La batalla de Waterloo conduce al duque de Wellington a primer ministro de Gran Bretaña. Washington y Bolívar llegan al poder gracias a sus victorias militares. No es el general confederado Robert Lee, quien se rinde en la Guerra Civil Americana, el que alcanza la presidencia de Estados Unidos; es Ulysses Grant, el general triunfador de esa contienda guerrera. La derrota de la Alemania nazi lleva a la presidencia de sus respectivos países a dos generales victoriosos, Dwight Eisenhower en Estados Unidos y Charles De Gaulle en Francia.  Nikita Khrushchev, uno de los héroes de Stalingrado, es más tarde premier y secretario general del Partido Comunista Soviético a la muerte de Stalin. La historia de América Latina está llena de militares autócratas y demócratas que llegaron al poder por las buenas o por las malas, pero siempre bajo el impulso de un prestigio castrense.

En esta Venezuela extraña que surgió de la revolución bolivariana, las mansas rendiciones de Chávez son probablemente una de las más grandes anomalías de la historia del continente. Eleva al poder a un militar, no solo sin el respaldo de alguna acción militar exitosa, sino que, en todas sus acciones como comandante, su rendición es lo característico. Ningún oficial venezolano desde Bolívar hasta Pérez Jiménez llegó al poder precedido solo de derrotas y rendiciones. Un hecho singular en este país tropical que probablemente tenga que ver con la crisis de valores de un pueblo que hoy incluso acepta pasivamente su legado, aún más degradado.

Como se sabe, la carrera política de Chávez fue marcada por el intento de alcanzar el poder por la vía de una asonada militar el 4-F de 1992 que terminó en pocas horas con su rendición incondicional. La crónica más acertada de esa malograda acción militar, nada raro, se titula, “Así se rindió Chávez” escrita por el general Fernando Ochoa Antich, autor de la orden que lo arresta sin resistencia alguna. El 11 de abril de 2002, de nuevo sin la menor resistencia, se rinde mansamente. Sus captores, un grupo de empresarios y militares irresolutos que soñaban con hacer de Venezuela una réplica de Arabia Saudí. Con ese fin designan a Pedro Carmona, como una suerte de jeque quien, por órdenes de sus propietarios anula todos los poderes del Estado electos legítimamente. Como no habían planificado qué hacer con el comandante, confundidos con el poder que acababan de arrebatarle a Chávez de un manotón, no sabían qué hacer con él. Después de cavilar por horas, es el propio Chávez quien, tímidamente sugiere o implora, entre sollozos, dependiendo de la versión del testigo, que lo envíen a Cuba. Más dudas.

Venezuela Heroica

La vacilación de los militares conjurados sobre qué hacer le ofreció al general Raúl Isaías Baduel el tiempo necesario para intervenir con el apoyo de un grupo de soldados y oficiales. En efecto, la remoción de todo vestigio constitucional de los mercachifles no solo era inaceptable, sino peor que los disparates y los errores que se pretendían corregir. El Chávez, elegido legítimamente, es conducido de nuevo a Miraflores desde donde, sin el más mínimo rubor, reclama ser el protagonista de otra “gesta heroica”. Presente allí, con una sonrisa condescendiente, estaba el general Raúl Baduel, quien lo había rescatado unas horas antes de La Orchila y lo había llevado de la mano a la casa de gobierno. Desenfrenado, Chávez se dirigió al país como si acabara de concluir la Campaña Admirable.

Por una de esas ironías con las cuales la dinámica política venezolana sorprende a propios y extraños, el general Raúl Baduel, entonces proclamado “héroe de la dignidad”, hoy lleva más de 10 años de prisión precisamente por dignidad. No le quiso aceptar a Chávez que lo indultara por un delito que no cometió. Después de esta corajuda acción, tan inaudita en la historia bolivariana de rendiciones ¿a quién le sorprende que Baduel haya sido objeto del odio maligno, primero de Chávez y más tarde de sus legatarios que se empeñan en hacer creer que las sumisiones del comandante fueron en realidad hazañas militares meritorias de una nueva versión de “Venezuela Heroica”?

Mariano Picón Salas, en sus crónicas sobre el ascenso al poder de Cipriano Castro en 1898, sugiere que no fue la campaña militar que los felicitadores de la época quisieron atribuirle a El Cabito. Castro ingresó en Miraflores sin resistencia para recoger el poder del suelo, donde el presidente Ignacio Andrade lo había dejado. El 13 de abril de 2002 el general Raúl Isaías Baduel pudo haber hecho lo propio. Tenía bajo su mando la división de blindados, la brigada de paracaidistas, la Infantería de la Marina y otras unidades que constituían el mayor poder de fuego de la FAN, todas innecesarias. Baduel, como Cipriano Castro, en vez de dirigirse a La Orchila, pudo haber ingresado a Miraflores a recoger el poder que Carmona había dejado en el suelo después de huir por las alcantarillas del palacio.

Ese gesto del general Baduel, de usar todo el poder concentrado en sus manos para restablecer el orden constitucional, no ha sido suficientemente valorado. Muy probablemente la acción más democrática y desprendida de un militar en la historia de América Latina.  ¡Pero qué ironía! la trapisonda del 11 de abril aún la celebran en libertad los empresarios conjurados, propietarios de Pedro Carmona que reposa en Bogotá, con la admiración de un pelambre opositor que maldice el día que Baduel sacó de Miraflores a este jeque polichinela. Algunos empresarios exconjurados se transaron con Chávez, quien, en el fondo de sus complejos, estaba obsesionado y admiraba la riqueza de ellos. Su obcecación era hacerse multimillonario sin parecer ladrón. “Ser rico es malo”, decía, mientras sus secuaces se reían. Hoy Baduel ocupa una celda en La Tumba. Entonces y ahora, un grupo de “opositores” cobardes aún lo insultan, después de 10 años de prisión. Es parte de la política y la condición humana. Muchos engreídos no perdonan la dignidad en sus rivales, es una afrenta contra su propia miseria.

El gesto de Baduel, llámelo como lo llamen, es definitivamente extraño en un militar, especialmente entre los países que ocupamos ese vasto espacio entre el Trópico de Cáncer y el de Capricornio donde Venezuela se encuentra en el mero centro.

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