Al final de su libro La Atenas de Pericles, Cecil Maurice Bowra resalta una importante conclusión: “Detrás del respeto por el gobierno democrático yace el respeto por el individuo, y ésta es la gran contribución ateniense para el mundo”. Sin duda esa es la esencia de todo régimen democrático, cuyo inicio se remonta al siglo V a.C.

Es probable que quienes conozcan los aspectos generales del proceso judicial que se siguióen aquella época contra Sócrates –por sus posturas en contra de la religión establecida– y el impacto que su muerte tuvo sobre Platón, se sorprendan con lo señalado por Bowra. Mas la explicación y razón de fondo de ese acontecimiento extremo se encuentra en la crisis política y moral que experimentaba entonces el pueblo ateniense por haber perdido la última guerra, lo cual generó reacciones de defensa extrema contra todo tipo de hecho o acción que, en opinión de la mayoría, atacaba el orden establecido, como era el caso que involucraba a Sócrates. (Sobre este tema recomiendo la lectura de dos libros:¿Por qué Grecia? (Capítulo 3) de Jacqueline de Romilly e Historia de la guerra del Peloponeso (Libro II, 37) de Tucídides).

No se puede negar, sin embargo, que lo señalado en el párrafo precedente pone de manifiesto que la democracia ateniense no fue perfecta, pero eso no le quita el ganado mérito que ha tenido de haber sido una forma de gobernar única y, además, mejor que todas las tiranías y oligarquías de aquellos tiempos.

En esa realidad, que luego se ha repetido a lo largo de los siglos, Winston Churchill fundamentó su decir: “La democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás que se han inventado”.

Lo expuesto nos abre entonces la puerta para referirnos al proceso democrático venezolano que se inició a raíz del 23 de enero de 1958.

El derrocamiento de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez hizo posible que se concretara una nueva experiencia liberal en nuestro país. La viga que apuntaló con éxito al proyecto que entoncescomenzó fue el Pacto de Puntofijo, acuerdo que hizo factible el establecimiento de un gobierno de integración tripartidista (AD, Copei y URD).

Conforme al convenio suscrito el 31 de octubre de 1958, los partidos fundamentales de entonces asumieron tres compromisos capitales: 1) la “Defensa de la constitucionalidad y del derecho a gobernar conforme al resultado electoral”; 2) establecimiento de un “Gobierno de unidad nacional”, sin hegemonías partidistas y en el cual estarán representadas las corrientes políticas nacionales y los sectores independientes y 3) la suscripción de un “Programa mínimo común”, cuya ejecución sea el punto de partida de una administración nacional patriótica y del afianzamiento de la democracia como sistema.

Una vez concretado el compromiso anterior, se abrió la puerta de par en par para un último acuerdo capital: la aprobación de una Constitución Nacional de consenso que “sirva para todos los venezolanos” y que “no sea la expresión de los puntos de vista de un partido” (Caldera díxit).

Con ese sólido piso y cierta sobriedad económica, se desenvolvieron los gobiernos de Rómulo Betancourt, Raúl Leoni y Rafael Caldera. Pero desde el mismo inicio de la primera presidencia de Carlos Andrés Pérez, el boom petrolero y el endeudamiento sin límites llenó en exceso nuestras arcas. Nos transformamos en un país gastoso. Los venezolanos de los diferentes estratos sociales se acostumbraron a viajar por el ancho mundo y gastar sin limitación. Y como todo era barato para nosotros, se compraba de a dos. Perdimos la noción del comedimiento y del ahorro.

Al gobierno de Luis Herrera Campins le tocó conducir el período de las vacas flacas y vivir la desagradable experiencia del Viernes Negro (18 de febrero de 1983), que nos hizo ver que no éramos tan ricos como hasta entonces creíamos. Al final de su mandato la inflación ascendió a 12,3%. Muy pocos pusieron sus barbas en remojo.

Jaime Lusinchi sucedió a Herrera y arrancó su mandato con buenas intenciones, iniciando el proceso de negociación del refinanciamiento de la deuda pública externa. Además, puso los cimientos para la reforma del Estado con el objetivo de limitar la acción del mismo como “ogro filantrópico”.  En el curso de su gestión su caballo se encabritó para mal del país.

Carlos Andrés le sucedió en el mando y de inmediato se dio inició a un proceso de reformas profundas que sus votantes no esperaban, pero que condensaban su firme disposición a rectificar. El Caracazo fue la respuesta de los más humildes y ese hecho hizo que todo cambiara su curso. La antipolítica primero y luego la intentona golpista de Hugo Chávez fueron solo dos de las tantas manifestaciones que se hicieron presentes durante el mandato del gocho. Fue inevitable su salida non sancta de la presidencia.

Para el golpista de sabaneta lo demás fue cuestión de silbar y cantar. Todo lo que hizo fue esperar que la más larga experiencia democrática de Venezuela terminara su ciclo de la mano de dos abuelos respetables y de renombre: Ramón J, Velásquez y Rafael Caldera.

Lo que vino después es historia conocida y padecida por todos nosotros: una voraz dictadura que ha destruido la economía del país y busca perpetuarse cuando ya nadie los quiere ni los soporta. Una autocracia que se solaza con los males que prodiga a granel a los que aquí viven y a sus vecinos del mundo que deben lidiar con nuestra diáspora.

Sí, Churchill tenía razón.

@EddyReyesT


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!