María Corina Machado, con un cartel de Edmundo González Urrutia, en un acto de campaña en el estado de Portuguesa, en Venezuela. Foto: X @MariaCorinaYA
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En la política suceden acontecimientos extraordinarios que cambian el rumbo de una nación, un continente o del mundo. Muchas situaciones no son el producto de estrategias sino de coyunturas muchas veces inimaginables. Una guerra se prepara por años y mucha veces no ocurre. Otras necesitan un cambio de viento para que miles de seres humanos se enfrenten en conflictos sangrientos. La historia está llena de ejemplos de cómo una circunstancia casuística puede ser la razón de una existencia. Hay en la historia de Venezuela personajes que pasan a la escena política sin buscarlo, sin querer ser los protagonistas pero las circunstancias allí lo llevan. López Contreras, Wolfgang Larrazábal, el propio Caldera en su segundo período y además el propio Maduro, que ni se imaginó su destino como el designado por Chávez, han terminado por ser actores del desenlace político de la nación.

Estamos en estos momentos ante esa nueva situación, un hombre como Edmundo González Urrutia, distante de aspiraciones electorales, sin ser un político, un hombre que sirvió al Estado por más de 30 años y que apostó en las últimas décadas por el retorno de Venezuela a la democracia, hoy se encuentra en camino de ser presidente de Venezuela.

Ni era su aspiración ni lo buscó, pero allí está asumiendo una responsabilidad histórica como opción para contribuir al rescate de la nación. Al igual que la tormenta perfecta que producen varios cambios climatológicos, la convergencia del individuo honesto y preparado, el liderazgo extraordinario de María Corina Machado, una venezolana entregada a rescatar a la nación, más la disciplina que ha mantenido la Plataforma Unitaria, le permiten a la Venezuela que llega al primer cuarto del siglo XXI una oportunidad extraordinaria del cambio que tanto requiere.

El modelo se agotó, no funcionó, como tanto fue advertido; alejó a la ciudadanía de una sociedad con calidad de vida, ahuyentó a millones de venezolanos y nos situó ante una nación deteriorada, empobrecida y corrupta que está lejos de ser lo que su población se merece.

En menos de tres meses el país tiene la oportunidad de ir a las urnas y manifestarse. Llegó el tiempo del cambio. Edmundo, junto con el liderazgo de María Corina y del resto de los partidos y fuerzas democráticas, nos brindan la oportunidad de rescatar, pacíficamente, con coherencia, sin revanchas, con visión de futuro y de reencuentro, a una nación urgida de cambio, de nuevas oportunidades, que apueste a reinsertarse a las mejores prácticas públicas del mundo para acelerar su eficiencia, su transparencia y el respeto a los derechos humanos.


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