La gesta de la modernidad del teatro en Venezuela tiene en la figura de Nicolás Curiel su mayor protagonista

El futuro es ese siempre enigmático y fascinante espacio imaginario del tiempo, la certidumbre real de estar consciente en el ahora, se empequeñece ante la frondosa y extensa pradera especulativa que significa el mañana. Cuando se es joven la búsqueda del camino se hace una tarea vigorosa, en esta etapa el papel del mentor es fundamental en el recorrido, los aciertos y los errores de aquellos que inician un camino. El etnógrafo francés Arnold van Gennep conceptualizó el Rito de paso (Les rites de passage); el individuo se encuentra en una constante transición en busca de su desarrollo social, para esto deberá superar una serie de ritos que lo promueven a una mejor condición entre su colectividad. En las sociedades modernas, la iniciación es, entre los Ritos de paso, uno de los más característicos; todo iniciado contará con un guía, un dotado de claridad que es quien ilumina al novel en el proceso iniciático. Es en esta instancia que cobra una gran dimensión la figura del educador. Probablemente la distinción de mayor honor que se puede adjudicar a una persona es el calificativo, maestro. Sí, nada más hermoso que ser catalogado así por incidir en la vida de otros y dejar una profunda huella en aquellos que formados por alguien, le tienen presente en ese recorrido del saber y que, esas enseñanzas sean parte del modelaje personal de esos individuos.

En la Francia de la década de los cincuenta del siglo XX, el trabajo de Jean Vilar al frente del Théâtre National Populaire o el de los actores María Casares y Gérard Philipe, influenciaron profundamente a Nicolás Curiel

El miércoles 3 de marzo cerró el ciclo vital de uno de los grandes personajes en la fructífera historia del arte escénico venezolano, el maestro Nicolás Curiel (1929-2021), quien, a lo largo de 60 años como educador y hombre de teatro, se encargó de inculcar valores intelectuales y humanos en una extensa cantidad de jóvenes, que llevan a sus espaldas el rigor y la ética impartida por este baluarte de la formación. En su época de estudiante del caraqueño liceo Fermín Toro pudo recibir instrucción de otra notable figura del escenario, Alberto de Paz y Mateos, quien funda con su alumnado, el Teatro Experimental de esa institución educativa, marcando así el punto de partida del andar teatral de Curiel. Entonces, aflora en él la vocación de educar y compartir dadivosamente el conocimiento con los demás; es así que siendo un adolescente junto a compañeros estudiantes, entre ellos Román Chalbaud, crean una escuela nocturna donde daban instrucción escolar a los adultos y jóvenes excluidos de la educación formal. Gracias al castellano, matemática, ciencias e historia, decenas de individuos pudieron quebrar la barrera del analfabetismo y tener mejores herramientas para vivir.

En los montajes del Teatro universitario, Curiel creaba unos dispositivos escénicos que eran una prolongación de la hermosa obra de Carlos Raúl Villanueva en el Aula Magna de la UCV

En los años cincuenta del siglo XX, siendo apenas un adolescente, se compromete con los cambios políticos en Venezuela; haciéndose miembro del PCV consigue rápidamente destacar por su aguerrida militancia y afamados dotes de orador. La Junta Militar gobernante no ve con buenos ojos a este atrevido joven que es amenazado por el fragor de su postura. Gracias a gestiones familiares, consigue una beca para marchar a estudiar derecho en la universidad de La Sorbonne, Francia. A los pocos meses, las peripecias de la vida lo conducen a buscar en el teatro la fuente de sus inquietudes y es influenciado por el impacto de la nueva estética concebida por el francés Jean Vilar al frente del Théâtre National Populaire,  esto le permite fundar las bases de su visión de lo que sería su estética y discurso. A su regreso a Venezuela recibe, como lo expresó muchas veces, un regalo maravilloso: la dirección del Teatro universitario en la Universidad central de Venezuela. Desde el momento mismo de su estreno al frente de esta agrupación la controversia lo acompaña; su trabajo era una bocanada de aire fresco a las ansiadas aspiraciones de una generación que reclamaba democracia. Destaca entre sus innumerables anécdotas, aquello sucedido en el estreno de Juan Tenorio, de José Zorrilla, el 9 de abril de 1957, cuando el público, en clara actitud de rechazo a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, aplaudió en varios pasajes de la obra cuando la protagonista era oprimida por Don Juan, coreando  y a viva voz: “Venezuela, Venezuela, Venezuela…”

Entre sus prominentes alumnos, Gustavo Rodríguez, María Cristina Lozada y José Ignacío Cabrujas

En Bertolt Brecht consigue una identificación a sus motivaciones, en  su obra descubre la contundencia de la poesía y de la militancia política, las cuales conviven armoniosamente en los textos del dramaturgo alemán. Curiel cree en ese Mundo Nuevo en el que el hombre expanda su vida con un carácter empático, crítico y reflexivo; es así que consigue construir un mensaje preciso y sublime. Admirador de Gérard Philipe y María Casares, se preocupa porque sus actores se conviertan en unos sacerdotes en el escenario y que la puesta en escena sea una ceremonia, un rito de  creación. Incansable soñador y creador vinculado al sentir venezolano, Nicolás Curiel se esforzó por dotar de pasión y lucidez a generaciones enteras que fueron iniciadas por él y que hoy forman parte de la memoria del arte en el país. Su mayor anhelo siempre fue incorporar a la cultura como agente de transformación social y que esta fuera parte de una nueva estructura integral del ciudadano. Como siempre decía: “Nuevos criterios para mirar al mundo”.

Nicolás Curiel y el Teatro universitario de la UCV dijeron presente en los escenarios del mundo

Durante once años (1957-1968) el Teatro universitario estuvo dirigido por Nicolás Curiel, siendo este período reconocido como la etapa de mayor esplendor de esa prestigiosa agrupación. Desde allí el maestro Curiel será el factor de modernización del arte escénico en el país, transformándolo por completo. Su obra es la vanguardia. Su figura logra incorporar al teatro a personalidades como Arturo Uslar Pietri, quien le escribe especialmente El día de Antero Alban, o Jacobo Borges.  Célebres montajes quedan como testigos de ese quiebre y salto a la modernidad: Arlequín, servidor de dos patrones (Carlo Goldoni); Noche de reyes (W. Shakespeare); Romeo y Julieta (W. Shakespeare); Pozo negro  (A. Maltz); Yo, Bertolt Brecht (N. Curiel);  Los fusiles de la madre Carrar y Los 7 pecados capitales del pequeño burgués (ambas de Bertolt Brecht). Francia, Checoslovaquia, Unión Soviética, China, Yugoslavia, Estados Unidos, México e Italia, son algunos de los destinos donde el Teatro Universitario de la UCV estuvo presente, ubicando a nuestro país en la corriente más avanzada de la escena del momento.  Es, además el responsable del surgimiento de nuevos talentos que escribieron grandes páginas del teatro nacional: José Ignacio Cabrujas, Herman Lejter, Alberto Sánchez, Gustavo Rodríguez, Lucio Bueno, María Cristina Lozada,  Eduardo Gil y Xiomara Moreno son algunos de sus destacados pupilos, todos ellos formados con la pasión y visión bajo su guía. Junto a Martha Traba, Esteban Herrera, Nelly Barbieri, Isaac Chocrón, Mirian Dembo, Miguel Arroyo, Elda Cerrato, Miguel Acosta Saignes, Leonardo Azparren, etc., forma parte del destacado grupo de artistas e intelectuales que son los  primeros profesores (Curiel se mantienen por casi 50 años en ese rol) en la Escuela de Artes de la UCV.

A lo largo de su vida fue distinguido con importantes reconocimientos, Premio Nacional de la Cultura, Orden Francisco de Miranda, Orden Andrés Bello y Caballero de las Artes y las Letras de Francia, entre muchas otros

Durante más de medio siglo, Nicolás Curiel, con una firme dedicación, inició a centenares de alumnos en el vasto campo del teatro en Venezuela; su inquebrantable vocación de educador sobrevino al paso del tiempo y a las azarosas circunstancias. Generaciones enteras ven al maestro Curiel como un referente y el mejor estímulo para abrirse paso en el exigente universo escénico nacional. Con su desaparición física no se desvanece, por fortuna, el enorme legado que deja al país: el amor a la enseñanza y su arte. Su vital esencia reside en todos aquellos que fuimos testigos de su mística y pasional interpretación de lo que es la cultura. Por siempre será ese temerario agitador, seductor del alma e incansable soñador que abrió muchas puertas, siendo el generoso guía hacia el futuro.

 


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