Padrino López-a

El único sustento real de la hegemonía chavista ha sido la Fuerza Armada Nacional; de allí que sea el factor de poder con mayor  responsabilidad en todo cuanto ha pasado en el país bajo el ardid de la unión cívico-militar, que terminó siendo monolíticamente militar. De esto fue muy consciente Chávez al concederle la bandería del voto y, en consecuencia, inculcarle el sentido de pertenencia y de identificación de los militares con él y su gobierno.

De manera que -tal como sucede con gran parte de la normativa constitucional- se incumple lo establecido en el Artículo 330 de la carta magna, que indica: “Los o las integrantes de la Fuerza Armada Nacional en situación de actividad tienen derecho al sufragio de conformidad con la ley, sin que les esté permitido optar a cargo de elección popular, ni participar en actos de propaganda, militancia o proselitismo político”. Toda una trampa contra la alternabilidad democrática, como lo evidencian sus resultados.

Es muy alto el costo institucional que paga nuestra FAN, al asumir ese rol pretoriano y proselitista que ha escogido cumplir en un sistema político fracasado y corrupto. Nuestra FAN es una institución  pública, no privada, que debe estar al servicio de todos los venezolanos, chavistas y no chavistas, cuyo funcionamiento lo pagamos todos de nuestro bolsillo.

Con el mandato que le confiere nuestra carta magna, no debe haber lugar para posiciones partidistas ni para beneficio de intereses personales, pues está al servicio exclusivo de la nación. Sus altas funciones le impiden ser un apéndice de cualquier gobierno en particular. No puede ser una instancia política como se ha sugerido, su subordinación al poder civil al que se debe someter brilla por su ausencia. No en balde, en el gobierno se ha impuesto la disciplina castrense y el saludo marcial. La función social, para coadyuvar en  el desarrollo del país, que le impone la Constitución, no puede interpretarse como un derecho a invadir lo que por naturaleza le corresponde a los civiles. Debe esa función estar enmarcada estrictamente en el ámbito militar. Dicho de otro modo, la militarización del país no es una función social que pueda entenderse amparada por la Constitución.

Tiene que ser auténticamente nacionalista y dejar a un lado  ese sesgado discurso antiimperialista que solo apunta discrecionalmente contra una potencia en particular; ¿o es que acaso Rusia no lo es, con sus alfiles de Cuba y Nicaragua en America Latina? ¿o es que con su invasión a Ucrania no lo demuestra? Debe ser antiimperialista contra cualquier potencia que amenace  o afecte nuestra soberanía.

Las constantes declaraciones del ministro de la Defensa, portavoz de la institución, no pueden ser más reveladoras y preocupantes. Manifestar que las fuerzas democráticas de la oposición “nunca podrán ejercer el poder político en Venezuela mientras exista una Fuerza Armada Nacional como la que hoy tenemos, antiimperialista, revolucionaria y bolivariana”, es incursionar en un terreno que le está vedado. Es otra patada que recibe “el librito azul”, en este caso del más alto funcionario castrense.

La más reciente exaltación de los antivalores que atentan contra la democracia la hizo el ministro de la Defensa el pasado 8 de octubre, cuando en las redes sociales escribió: “Conmemoramos el Día del Guerrillero, en honor al valiente Che Guevara. Su espíritu indomable y su lucha por la justicia siguen inspirándonos, su legado perdura y nos recuerda que la resistencia es eterna. ¡Viva el Che y los que luchan por la justicia!”. La historia se ha encargado de desenmascarar esa faceta épica del Che y su legado. Cuba y los fusilamientos no son el mejor legado. Incurre así el G/J en la violación flagrante del artículo 2 de la Constitución que consagra: “Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”. Los mensajes del general le dan preeminencia a un socialismo antipluralista que no aparece consagrado en el texto de la carta magna.

Es tal el militarismo socialista que sufre el país, que va desde el ejercicio a gran escala en altos cargos burocráticos hasta las llamadas Brigadas Comunales Militares que parecieran el brazo armado de células partidistas, que sustituyen a los tristemente célebres “colectivos”. No hay ministerios, institutos autónomos, gobernaciones, alcaldías, concejos municipales, órganos legislativos, etc., en los que no esté un militar activo o retirado ocupando cargos.

Ante esto, cabe hacer una reflexión: no es esta la conducta que la mayoría de los venezolanos queremos de nuestra Fuerza Armada.  Aún hay tiempo para corregir la ruta y retomar la institucionalidad. El evento electoral que se le presenta al país puede ser una gran oportunidad de poner en la cima a nuestra FAN como una institución al servicio de todos los venezolanos, manteniéndose imparcial como lo establece la carta magna, respetando y haciendo respetar lo que lo decidamos democráticamente. Entiendan los militares que los demócratas no somos sus enemigos, somos sus connacionales.

@vabolivar


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