En medio de este círculo vicioso que es la extenuante situación adversa en Venezuela, no deja de causar cierta sorpresa la noticia de la nueva irrupción de la palabra diálogo, dirigida a intentar –en teoría– superar la página negra de nuestra historia que se ha prolongado más allá de la desesperación.

Todo comenzó con la novedad de que altos funcionarios del gobierno de Estados Unidos habían viajado discretamente a Caracas. El análisis obvio apunta a que tratan de reconstruir las relaciones fracturadas con nuestro país, en un intento por surtirse desde aquí de petróleo.

Esta movida estaría motivada por el hecho de que la invasión en Ucrania se prolonga. Esto nos ha hecho ver subir los precios de la gasolina. A Washington no le queda otro camino que replantearse muchas jugadas, ante la inesperada crisis energética que ha disparado la furia bélica del autócrata ruso, Vladimir Putin.

La presencia en la delegación del reconocido diplomático James Story ha sido bien recibida. Se trata del mismo funcionario que ha manejado la situación entre la nación norteña y nuestra tierra desde la vecina Colombia, tras el cisma de las relaciones entre ambos países que terminó en el retiro de su personal tiempo atrás.

Lo más interesante de este asunto es que los visitantes se reunieron también con la Plataforma Unitaria que representa a las fuerzas alternativas democráticas, con lo cual queda claro que tienen muy presente la profunda y prolongada fractura interna que sufrimos los venezolanos.

Este retomar de relaciones entre Estados Unidos y nuestra nación puede traducirse sin duda en un ganar-ganar por varias razones. La primera es que el diálogo es una exigencia de la primera potencia mundial. Y de entrada está presente cuando el viaje no es para ver solamente una cara de la moneda.

Estados Unidos necesita de nuestro petróleo en estos momentos, sí. Y le conviene por la cercanía geográfica. Pero también nosotros necesitamos de ellos como clientes. Y recordemos que nuestros crudos no son de los más fáciles de procesar. Sin embargo, añoramos los tiempos en los cuales los ingresos por nuestra riqueza natural llegaban puntualmente, aliviando muchas de las necesidades del país.

Y también es verdad que, desde aquellos tiempos hasta hoy, nuestra producción se ha desplomado. Nuestra infraestructura petrolera está extremadamente deteriorada y estamos muy lejos de tener el personal capacitado para echarla adelante. El abandono ha sido largo y profundo. No se va a echar a andar de nuevo en tres días.

La idea sería entonces retomar a la brevedad posible el proceso de negociación, bajo el memorando de entendimiento que firmaron ambas partes en México en agosto pasado, lo cual estaría dirigido al propósito de poner fin al amargo trecho histórico que hemos transitado en estos últimos años, de una manera sensata, siempre del lado de la ley y la justicia, y que sea aceptada por todos.

Ahora, lo que sí sería interesante es saber qué contendrá la lista de peticiones de estos nuevos encuentros. Porque la urgencia apremia en los padecimientos más elementales de nuestros compatriotas. A esa mesa hay que asistir con una agenda social y un plan económico.

Esperamos que de verdad esté presente, primero que nada, una inmediata solución a la crisis hospitalaria, que ha devastado nuestros largamente desasistidos centros de salud. También que se aborde con extrema urgencia la alimentación infantil, ya que nuestros pequeños sufren una carencia de proteínas que raya en lo criminal.

Niños y jóvenes están entregados a la buena de Dios en planteles escolares destruidos y sin la más elemental dotación. Eso para no hablar de las irrisorias condiciones económicas en las cuales laboran los maestros que no han abandonado el país o buscado otro oficio.

Nuestros ancianos reciben un monto de pensiones que sencillamente resulta insultante. También urge una reconstrucción orgánica de la economía privada, para que los empleados no tengan que depender solamente del gobierno.

Y finalmente, la creación de condiciones para que regresen quienes nos han abandonado por irse a perseguir un futuro que veían imposible aquí.

Lógicamente, cuando se habla de diálogo, la incredulidad y la desesperanza son el grito unánime de una nación que ha sido reiteradamente estafada durante demasiado tiempo con estos mecanismos tibios y fallidos.

¿Qué hay que ceder y conceder? Siempre toca en las negociaciones. Y esto es aceptado en tanto y en cuanto se traduzca en ganancia también.

Sin embargo, las circunstancias de hoy son distintas y toca dar un voto de confianza, porque del desprestigiado mecanismo pueden salir soluciones. Y de verdad no hay otra vía para alcanzarlas.


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