“Me parece que es lo mejor, lo más inteligente, lo apropiado y además lo que se corresponde con lo que buscamos, que el mundo escuche la verdad de Venezuela, que la Unión Europea entre en otro entendimiento y que haya una rectificación profunda, histórica, sobre el papel que la UE ha jugado con Venezuela”. Con esas palabras el jefe del régimen justificó el gigantesco frenazo que le dio a la medida de expulsión de la embajadora.

El mandamás reaccionó acaloradamente ante la decisión del cuerpo colegiado europeo de sancionar a un grupo de sus más sumisos seguidores por corrupción y violación de los derechos humanos de los venezolanos, básicamente. Esta medida de los países del bloque se tomó sobre la base de muchas pruebas que respaldan estos delitos.

Inmediatamente el jefe del régimen les dio un espaldarazo a sus compañeros de fechorías con la medida diplomática de expulsión de la embajadora Isabel Brilhante. Tuvo la osadía de darle 72 horas para que abandonara el país. Invocó el respeto que le debe la UE a Venezuela, como si las sanciones aplicadas por el bloque afectaran al país y no a los bolsillos de quienes lo ayudan. De todas maneras, siguen castigados.

Mientras corrían las 72 horas debió recibir toda clase de llamadas. El cancillerito seguro se dio cuenta de que una reacción de Europa como bloque a semejante medida malcriada, a todas luces ridícula de expulsar a un diplomático por unas medidas sancionatorias contra ciertos individuos, era demasiado riesgo.

El mismo jefe tuvo que reconocer entonces que, una vez más, metió la pata. Pero ¿cómo explicarlo para que sonara bonito? Porque no tiene las dotes del encantador de serpientes, que era experto en hipnotizar a la gente con sus cuentos. El difunto hizo del frenazo un arte.

En términos lógicos, si retirar la expulsión es una medida inteligente, sacar a la embajadora del país es… Sin embargo, le dijeron que se agarrara del diálogo. En su explicación hasta pidió que el pueblo lo respaldara en el frenazo e insistió en que se trata de una especie de victoria porque de esta manera Europa sabrá la verdadera verdad de la Venezuela que ellos venden afuera.

Lo cierto es que los que menosprecian la presión internacional deben darse cuenta de que existe. Y lo que es más, es la única presión que se está ejerciendo en la actualidad contra el régimen corrupto y delincuencial que maneja actualmente el país. Cuenten, queridos lectores: la posición inequívoca de la Unión Europea, la posición férrea de Cabo Verde, la posición sólida del Banco de Londres. El mundo está claro. ¿Cuánto más esperamos?


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