No pudo ser ni más gris ni más anacrónico y descolocado el encuentro del Foro de Sao Paulo que se realizó en Caracas la semana pasada. Pueden ponerle toda la fanfarria que quieran para tratar de demostrar que aún las izquierdas latinoamericanas siguen conservando un hálito de vigencia. Lo único que puede decirse es que esta iniciativa que ya roza los 30 años de existencia está recibiendo respiración artificial de parte de algunos de sus asociados antes de que la alcancen los últimos estertores de la muerte.

Es evidente que quienes se esfuerzan en primera línea en darle vigencia y sustento a este movimiento, Venezuela y Cuba, se encuentran enfrentando su propia descomposición, la más dramática fractura interna y una grotesca descomposición que es la mezcla de dos hechos: el incontrovertible fracaso de sus modelos unido al más pavoroso saqueo de los dineros públicos orquestado desde lo más alto del poder.

Hoy por hoy, ni propios ni ajenos consiguen entender el pasticho incomprensible en que ha derivado este foro que se intenta relanzar. Cuesta creer que alguien en su sano juicio, dentro del izquierdismo moderno, pueda apoyar la nulidad de propósitos que se palpa tanto en Venezuela como en Cuba, sus más protuberantes exponentes, el descalabro total de sus economías, el destrozo de sus industrias, el hambre de sus pueblos, la desestructuración de sus sociedades.

Pero lo que sí se palpa en el ambiente es el distanciamiento de los verdaderos socialistas planetarios del tinglado de robos organizados que se han estado organizando desde sus cúpulas políticas inmorales y criminales, que envuelven además a los militares que se encargan de mantenerlos en el poder. La comandita estrecha y la complicidad activa con el terrorismo guerrillero y el negocio de la droga son otros elementos que ponen a pensar dos veces a quienes, en otros tiempos, apoyaron de buena fe al chavismo y al socialismo del siglo XXI. Los nuevos acuerdos de colaboración del Foro de Sao Paulo con los carteles de la droga son la última de las perlas de una organización que ve en tales alianzas su manera de sobrevivir a su propia decadencia. ¿Puede alguien imaginarse a los grandes líderes del socialismo contemporáneo compartir una comandita con Luis Ignacio Lula, Cristina Kirchner, Nicolás Maduro, Padrino Lopez, Díaz-Canel o algunos otros de esta misma casta?

Mientras en Caracas se reunían un número significativo de simpatizantes de este foro y de delegados de partidos de izquierda del mundo entero, un palmario ejemplo del cáncer que corroe las entrañas del gobierno de Venezuela –gran promotor del Foro de Sao Paulo– era llevado a la luz pública por los periódicos alemanes. Esta vez el escandalo consigue tocar los centros financieros de Liechtenstein, contaminados por operaciones de lavado de dineros provenientes de venezolanos involucrados, nada más y nada menos, que en el negocio alimentario desde dentro del propio gobierno de Nicolás Maduro. Se trata de muchos millones de dólares originados en negocios corruptos con Venezuela los que han sido “purificados” a través de inversiones en bancos de pequeño tamaño, pero con el potencial de afectar la credibilidad de la banca entera de uno de los centros de finanzas más confiables –hasta ahora– del planeta. ¿Dónde se da esto de la mano con los ideales igualitarios de los promotores de este encuentro? Aun el tema está crudo en su investigación pero es otra flor en la solapa del Foro de Sao Paulo que sirve para calificarlo de organización siniestra al servicio de la corrupción más abyecta.

Si. Algo huele a podrido en el foro, emblemática plataforma de partidos y movimientos políticos de la izquierda latinoamericana y caribeña.


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