crisis

Es muy grave que el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas no haya podido incluir a Venezuela en su último informe. Pero lo peor es que la razón para esta omisión sea que no hay datos “oficiales”, lo que quiere decir que el gobierno chavista ni siquiera se tomó la molestia de maquillar los números para quedar bien.

Lo que sucede es que deben haber entendido que no tiene caso pagarles a unos cuantos técnicos que se prestan para alterar estadísticas cuando el problema alimentario en el país es tan evidente. No se puede esconder el hecho de que la gente lo que está comiendo son harinas procesadas y carbohidratos de poco valor nutricional, de acuerdo con la denuncia de la experta Susana Raffalli.

“Los ciudadanos están consumiendo algo de sardina, algo de queso, pero no en la frecuencia que se necesita para tener una dieta balanceada”, aseguró en recientes declaraciones. Y con esto hay que explicar, como es el deber del periodismo responsable, que 100 gramos de sardina no equivalen a 100 gramos de proteínas, sino que de esa ingesta un pequeño porcentaje está constituido por los aminoácidos de este insumo nutricional. Y esta es la alarma que trata de encender Raffalli, pues ella, como especialista, sabe que el venezolano no está comiendo bien.

Es tan grave el problema de la deficiencia alimenticia de los venezolanos, que en el informe de la oficina de la ONU se asegura que los 1,1 millones de venezolanos que se fueron a Colombia tampoco tienen garantizada la alimentación, así que es un asunto que se le suma al vecino país.

Es esta realidad la que realmente causa estupor cuando se compara con ciertas fiestas organizadas con tanto lujo que se convierten en grosería, sea donde sea que la hayan hecho. Los venezolanos han visto que la situación empeora cada día y ni siquiera tienen la posibilidad de llamar la atención a escala mundial y ante los organismos competentes porque no hay manera de ofrecer cifras que reflejen el hambre que están pasando. Es por eso que hay que agradecer el esfuerzo de Raffalli, y a través de ella a todos los que se dedican a esta labor, porque son ellos los que conocen la verdad y es su trabajo el que hay que publicar.

Para acabar con este flagelo hay que, primero, tener gobernantes que sean capaces de reconocer el problema; y segundo, que sean empáticos con el venezolano y tengan el corazón bien puesto en su sitio, además de la voluntad de diseñar políticas dirigidas a acabar con el hambre. ¿Eso es posible con el chavismo? Llevan 20 años demostrando que no. ¿El país puede seguir esperando? Esa es la pregunta.


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