1. La tarea encomendada a Guaidó y asumida por él en mejores horas que las actuales, fue la de liderar “el cese de la usurpación”, como la denominó. Ese objetivo fue abandonado y ya no forma parte de la retórica interina. Fue sustituido por algo que podría ser equivalente, pero no lo es. Fue sustituido por la necesidad de elecciones libres y limpias.
  2. En términos estrictos, elecciones libres implican “el cese de la usurpación” y un gobierno de transición que las convoque, lo cual haría equivalente ambos objetivos. Sin embargo, como se sabe, en los sucesivos y funestos diálogos de la representación de Guaidó y el G4 se discutió con los emisarios del régimen la posibilidad de unas elecciones con Maduro en Miraflores, o de elecciones sin Maduro allí, pero con la estructura del régimen intacta; hasta se coqueteó con un Consejo de Estado “plural” para tener allí representantes del régimen y del G4 de Guaidó. Sabemos que todo esto fracasó y que no parece tener vida, a pesar de que la idea de vez en cuando saca una manito flaca, blanquecina y temblorosa del sarcófago donde se encuentra.
  3. La idea de la salida del régimen la perdió el interinato en ese gobierno colegiado, de la AN, en el cual no todos tienen idénticas metas. Los partidos que manejaban a su voluntad la Asamblea Nacional han tenido posiciones divergentes en algunos temas: no todos estuvieron de acuerdo en la juramentación de Guaidó como presidente interino en enero de 2019, aunque guardaron discreto silencio; no todos estaban en la línea de la mamarrachada del 30 de abril; algunos se enteraron en el G4 de los diálogos cuando ya estaban en marcha; en fin, ha habido varios temas de discrepancia con excepción de los mecanismos para el control de las empresas de capital venezolano en el exterior y la búsqueda de los activos que por allí andan,
  4. El objetivo estratégico se perdió y fue sustituido por jugadas tácticas, con el argumento de que “afuera quieren tal cosa o no quieren tal otra”; como para mostrar que a los de “afuera” no se les puede pedir lo que no quieren dar. Así se cometió un gravísimo y tal vez irreparable error: colocar la dirección del proceso en las manos de los quieren o dejan de querer tal o cual política; y, por otra parte, renunciar a construir el apoyo necesario para el objetivo estratégico de salir del régimen.
  5. La construcción de una fuerza poderosa alrededor de un objetivo y una estrategia se perdió en el enredo de los diferentes objetivos de los diferentes partidos de la AN y se sustituyó por lo que ha devenido en una ficción: el apoyo de casi 60 países al interinato, ocultando, de modo conveniente, que ese apoyo a la legítima AN y a su presidente, no es extensivo en todos los casos a Guaidó como presidente interino ni menos a una estrategia de derrocamiento de Maduro y su régimen. Salvo Estados Unidos, Colombia y Brasil, y algunos otros países, muchos han flirteado con la idea peregrina de “convencer” a Maduro o invitarlo a que, voluntariamente, se refugie en las Antillas.
  6. En este batiburrillo, la idea de prolongar el interinato sine die que puede parecer útil ante la elección de la AN que pretende Maduro y sobre la cual se volcará una descomunal abstención, en caso de realizarse, en realidad está divorciada de elementos fundamentales de la realidad: a. Hablar de la prolongación del interinato en 2021 es admitir la prolongación del régimen de Maduro y la ausencia de planes para reemplazar su régimen (distinto sería una política que no se planteara la prolongación de esta ambigüedad porque en enero estaría derrocado el tipo); b. Es no entender que sin control de territorio, de instituciones nacionales y de legitimidad popular real, el interinato se reduce a cuatro o cinco embajadores, al control de recursos externos y a las directivas de empresas; cierto que hay reconocimiento fuerte de varios aliados pero no bastará cuando tras unas elecciones chimbas (si se realizan), vendrá una presión de Maduro y de los colaboradores que participen para que el “realismo” se imponga en ciertas cancillerías.
  7. Si Guaidó y el G4 se propusieran el fin de la usurpación no necesitarían de sus cargos para procurarlo. Si bien requirió de la plataforma de la AN y del sustento constitucional para asumir la Presidencia interina, ya la tarea no depende de ese cargo; si se convierte en el líder político que no ha sido, al converger con otros que se propongan los mismos objetivos de generar un gobierno de transición con la fuerza para imponerlo, se verá obligado a abandonar el gobierno colegiado que lo amarra e inmoviliza.
  8. Finalmente, la idea de prolongar a Guaidó hasta que el régimen caiga es una fantasía poco ilustrada. Si Maduro cae por la acción dirigida por el presidente interino, la Presidencia efectiva será suya; pero si Maduro cae por la acción de un movimiento cívico-militar diferente; si cae por obra de una revuelta social incontenible; si cae por la acción milagrosa del Venerable; asumirán la conducción del país los que allí estén, en ese momento, en el ejercicio del liderazgo efectivo. No existe en los procesos sociales tal cosa como “cuídame la silla un ratico que ya vengo”.
  9. En una situación de caos como la actual, con tantas incógnitas acumuladas, el sectarismo, el populismo y la viveza son malos consejeros. Solo la grandeza para acabar con la tiranía y vivir en un país libre es suficiente recompensa para los que conduzcan.

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