Por Laura Chinchilla Miranda, expresidenta de Costa Rica

Patricia J. García, exministra de Salud de Perú

Ángel Gurría, ex secretario general de la OECD 

Hace tan sólo unos días el director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Ghebreyesus, anunció el fin del COVID-19 como emergencia sanitaria internacional, pero advirtió “que esto no significa que COVID-19 haya dejado de ser una amenaza para la salud mundial”, tampoco significa que el mundo esté libre de sufrir otra amenaza similar en materia de salud. Desafortunadamente, las graves deficiencias identificadas en el sistema internacional con la reciente pandemia, continúan socavando los esfuerzos para prepararse y responder efectivamente ante otras potenciales amenazas. Es por ello que se debe apoyar el trabajo de varios países del mundo para elaborar y negociar un Tratado sobre Pandemias que contribuya a reparar esas deficiencias.

Un primer borrador del Tratado sobre Pandemias incluye varias de las medidas que pueden mejorar la preparación y la respuesta del mundo ante la amenaza de las mismas. Sin embargo, subsisten evidentes vacíos que se deben atender antes que nos sorprenda un nuevo brote epidémico de dimensiones globales, y sobre los cuales ha advertido el Panel para una Convención Global de Salud Pública (GPHC). El GPHC, un grupo constituído por diversos líderes globales y ex jefes de Estado, hemos planteado la urgencia de que el Tratado sobre Pandemias incluya líneas claras de acción y rendición de cuentas antes y durante una crisis como la del COVID-19. También hemos sugerido incluir incentivos que promuevan la adopción de acciones correctas por parte de los Estados, brindar apoyo financiero y técnico a aquellos a los países de menor desarrollo relativo, y promover un sistema global que asegure el respeto a las disposiciones del Tratado.

La creación de un sistema global con autoridad efectiva y mecanismos de rendición de cuentas para proteger a la gente, no es una idea radical. En 1945, cientos de miles de personas murieron como consecuencia de los ataques nucleares durante la Segunda Guerra Mundial y poco tiempo después se fundó el Organismo Internacional de Energía Atómica (IAEA, por sus siglas en inglés) con facultades suficientes para realizar inspecciones in situ e investigar potenciales violaciones a los tratados de no proliferación de armas nucleares. Desde el 2020, más de 6.8 millones de personas han muerto a causa del COVID-19, pero aún hay actores en el escenario internacional que ignoran o asumen con indiferencia los esfuerzos  por avanzar hacia un tratado global que garantice los instrumentos necesarios para prevenir de manera efectiva que la próxima enfermedad o patógeno, aún desconocidos, se propaguen y alcancen dimensiones globales.

La importancia de rendir cuentas por parte de los países. Tras el dramático aumento de casos de fiebre amarilla en Brasil durante el brote de 2018, el país invirtió fuertemente en medidas de preparación y respuesta. Como uno de los más importantes productores de vacunas contra la fiebre amarilla, Brasil logró duplicar su producción mensual y proteger a millones de personas, al tiempo que aumentó la vigilancia en primates para proveer a la comunidad internacional de señales de alerta temprana. Fue éste un ejemplo de adecuada preparación para enfrentar brotes, desarrollo de capacidades de fabricación local de vacunas, transparencia en los reportes emitidos e información compartida de manera oportuna.

Los países deben rendir cuentas no sólo ante la comunidad internacional, sino también ante sus ciudadanos, especialmente aquellos que se encuentran en la primera línea de atención de los brotes de enfermedades con potencial pandémico. Al inicio de la pandemia de COVID-19, los trabajadores de la salud comenzaron a sufrir de un agotamiento crónico y a menudo debían trabajar sin equipos de protección personal. En el futuro, si un gobierno no protege a aquellos que arriesgan sus propias vidas para salvar las de otros, los gremios de la salud, la sociedad civil, y otros actores pueden invocar el nuevo Tratado sobre Pandemias para que sus gobiernos rindan cuentas y asuman sus responsabilidades.

La necesidad de cooperación y esquemas de financiamiento para los países de menor desarrollo. Los países se sitúan en diferentes etapas de preparación frente a eventos padémicos por razones diversas, entre ellas sus niveles de ingreso. Por esta razón y  a semejanza de los Acuerdos de Paris contra el cambio climático, un nuevo Tratado sobre Pandemias debe incluir incentivos para que los países puedan fijar de manera realista sus propios objetivos y con financiamiento disponible para responder según las necesidades.

Además, los países deben intensificar la coordinación y cooperación entre si, procurando generar confianza mutua. Las Américas se convirtió en la primera región en certificarse libre de poliomielitis, gracias  a los esfuerzos coordinados y concertados entre los distintos gobiernos. Tanto la detección rápida, como la robustez de los sistemas de vigilancia, la comunicación transfronteriza y la vacunación masiva fueron elementos vitales para poner fin a los brotes de polio. Este es el tipo de colaboración y asistencia mutua entre países que debería codificarse en un Tratado.

Hacia una gobernanza fortalecida en materia de pandemias. Finalmente, abogamos porque el Tratado sobre Pandemias sea jurídicamente vinculante y cuente con una estructura de gobernanza que asegure que todos los países atiendan sus responsabilidades y rindan cuentas de sus actos ante la comunidad internacional. Aunque la OMS debe fortalecer aún más su liderazgo para fijar estándares internacionales y respaldar a los países, es necesario contar con un órgano independiente que, en condiciones de igualdad con la OMS, evalúe el desempeño de los países, los haga responsables de sus respuestas, e incentive determinadas acciones. Este órgano debe ser inmune a las presiones políticas y contar con una fuente de financiamiento fiable e independiente.  Aunque ningún sistema es perfecto, existen estructuras internacionales de las que este acuerdo podría aprender, tales como el órgano de evaluación independiente de la IAEA o la estructura de gobernanza del Convenio Marco para el control del Tabaco, entre otras.

En la medida en que los brotes de enfermedades en América Latina y el Caribe y en el resto del mundo se vuelven más frecuentes, el riesgo de la autocomplacencia es cada vez mayor. Por ello, urgimos a los líderes de nuestra región a no caer en una amnesia pandémica colectiva y a aprovechar esta oportunidad histórica para elaborar un Tratado sobre Pandemias que pueda hacer la diferencia. La historia no juzgará benévolamente a aquellos que dejen pasar la única oportunidad de preparar al mundo para el próximo brote epidémico. Seamos claros, esta no es una cuestión de si habrá o no una nueva pandemia, sino de cuándo tendrá lugar y para ello, debemos estar preparados.

 


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