La situación planteada por el inmortal Johannes Kepler, uno de los más célebres y distinguidos astrónomos de la era pre-telescópica, introduce, si se quiere, prácticamente dos hipótesis por separado: la triple conjunción de Júpiter-Saturno del año 7/6 a.C. y una supernova [https://www.elnacional.com/opinion/el-faro-celeste-de-belen-iii/]. La primera es defendida por varios investigadores alegando razones principalmente de orden bíblico, pero tiene en contra razones históricas, astronómicas y hasta lingüísticas. La segunda, es apoyada por otros debido a un ajuste mejor al texto bíblico, pero recibe objeciones de otro tipo. Estos aspectos será materia de discusión en otra oportunidad.

En la segunda mitad del siglo XX, y dado el vertiginoso avance en el cálculo computacional, se ha intentado mantener la tesis general de una conjunción, diferente a la de Júpiter-Saturno, para explicar la Estrella de Belén, pero con diferentes combinaciones y matices.

Veamos el asunto en detalle.

El Sol se pone por el ancho río Éufrates. Tres sacerdotes (astrólogos) babilónicos hacen su vespertino ascenso en un monumental templo llamado Zigurat [https://es.wikipedia.org/wiki/Zigurat], en la ancestral Sippar, para mirar a las estrellas salir. En el este la Luna salía, y en el oeste Venus brillaba alto por encima de la puesta del Sol. Justo, a su lado, Júpiter podía ser visto oscurecido y amarillento. Los sacerdotes habían estado mirando el par por algunas semanas, pero esa noche habían estado mirando el par por algunas semanas, pero esta noche había una diferencia. Los dos planetas estaban reunidos muy cerca que cualquiera otra en las que se habían visto en varios años. A medida que el cielo se oscurecía, esta brillante «estrella doble» se ponía más abajo y los planetas se acercaban más y más. Al final, justo sobre el horizonte, ellos se fusionaron en uno solo, fulgurando como un gran faro al oeste, sobre Judea. Fecha: 17 de junio del año 2 a.C., y lo que estos hombres sabios vieron, pudo haber sido la Estrella de Belén.

La anterior escena antigua corresponde a la imaginación de alguien quien en la década de los años sesenta del siglo pasado, calculó y propuso para esa fecha una conjunción entre Júpiter y Venus [https://es.wikipedia.org/wiki/Conjunci%C3%B3n_superior] para explicar la Estrella de Belén. No se sabe todavía si esta conjunción fue observada por los antiguos, ya que no se han encontrado aún documentos arqueológicos que den fe o cuenta del registro de la misma, pero los cómputos astronómicos dan prueba que ésta realmente ocurrió en esa fecha.

En un primer trabajo publicado en diciembre de 1968 en la conocida revista americana Sky & Telescope (Vol. 36; pp. 384-386) bajo el título “Thoughts on the Star of Bethlehem” el autor de tal proposición, Roger W. Sinnott, usando las tablas de Tuckerman, hace un cómputo bastante exhaustivo de una gran cantidad de conjunciones (como 200) y múltiple agrupamientos (como 20), en los que participan Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno, ocurridas en el lapso comprendido entre el año 12 a.C. y 7 d.C., y en el cual, tuvo que haber nacido Cristo con toda seguridad.

Acto seguido, al descartar la mayoría por diversas razones, entre otras, por estar muy cerca el Sol para ser observadas, no observables desde la región de interés, sino en otra parte del Mundo por caer por debajo del horizonte para un observador en el medio oriente, etc., sólo restaron 20 de ellas. De estas últimas conjunciones, dos, fueron las seleccionadas tanto por los planetas involucrados en ellas, los más brillantes del cielo: Júpiter y Venus, tanto por lo cerrada de las mismas, como por las fechas de ocurrencia.

Una de estas conjunciones, la arriba antes mencionada, ocurrió a las 9:15 pm (hora local de Babilonia), con una separación angular aparente entre ambos planetas de apenas [4 (+/- 1)] minutos de arco, y con una mínima de [3 (+/-1)] minutos de arco a las 10:02 pm, del día 17 de junio del año 2 a.C. Para entender lo cerca que estuvieron al ojo humano estos dos planetas en el cielo, recordemos que el poder de separación de este órgano visual es de aproximadamente de 3 minutos de arco.

La otra conjunción tuvo una mínima separación aparente de [12 (+/- 1)] minutos de arco, en el intervalo comprendido entre las 3:44 a.m. y 5:23 a.m. (hora local de Babilonia) del día 12 de agosto del año 3 a.C. Ambos eventos se caracterizaron por haberse presentado en la constelación de Leo la cual, curiosamente, también tenía para el pueblo judío un significado espiritual como se verá en otra parte de esta serie del “Faro celeste de Belén”.

Sin lugar a dudas, tales conjunciones tuvieron que haber sido excepcionalmente llamativas, no solamente para los Reyes Magos si cualesquiera de éstas hubiera sido el caso, sino también para cualquier observador de esa época.

El posible inconveniente que presentan sendas propuestas, es la muerte de Herodes pues, si él murió antes de esas fechas, como algunos piensan que pasó, se entra en franca y abierta contradicción con el evangelio de Mateo el cual relata que Herodes tuvo que haber estado vivo para escuchar a los Reyes Magos decir: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente y venimos a adorarle (Mateo 2: 2). Investigaciones históricas, apoyadas por registros de otros fenómenos astronómicos (eclipses totales de Luna), sin embargo, parecen dar un vuelco a este inconveniente; ahora, hay fuertes argumentos para creer que Herodes no murió antes, como se ha venido pensando, sino más bien después de las fechas de estas dos conjunciones. La discusión al respecto, muy interesantes por lo demás, vendrá en su debida oportunidad.

Con el advenimiento de mejores tablas de posiciones planetarias, este mismo autor, Sinnott, en un segundo trabajo aparecido en diciembre de 1986 en la misma revista Sky & Telescope (Vol. 72, N° 6; pp. 632-635) bajo el título “Computing the Star of Bethlehem”, refina los cálculos en lo que a la conjunción del 17 de junio del año 2 a.C. Usando las tablas astronómicas de Bretagnon & Simon, encuentra resultados sorprendentes en los cuales la separación angular entre los limbos (bordes) desaparecen dando paso a un ocultamiento parcial o eclipse parcial de Júpiter por Venus.

A las 8:51 pm (hora local de Babilonia) de ese día, la separación angular entre los dos planetas fue mínima e igual a 0,01 grados, o sea, 5 décimas de minuto de arco [0,5’ (+/- 0,3’)] y estaban a 15 grados sobre el horizonte, es decir, a una hora de éstos ponerse. Estos cálculos fueron posteriormente confirmados por James A. DeYoung & James L. Hilton en su trabajo “Star of Bethlehem”, publicado en Sky & Telescope (Vol. 73, N° 4, 1987; pp. 357-358), usando para ello las mejores efemérides disponibles para la fecha (DE 102-Long Ephemeris Tape), reportándose información adicional sobre el evento: Los centros respectivos de Júpiter y Venus, vistos desde la Tierra, distaron 25,5 segundos de arco, con Júpiter bajo un ángulo de posición de 22,7 grados al noreste de Venus. La imagen de Júpiter tenía 32,4 segundos de arco en diámetro ecuatorial y 30,2 segundos de arco en diámetro polar, mientras que la de Venus tenía a lo largo, 25,6 segundos de arco. Júpiter, por su parte, estaba totalmente iluminado mientras que Venus tenía sólo un 46% de su disco iluminado (Venus tiene fases como la Luna por ser un planeta interior). De la figura publicada por DeYoung & Hilton uno puede apreciar este mínimo acercamiento en el cual el limbo de Venus, debido a la paralaje, podría realmente estar corrido un poco, dependiendo de la ubicación del observador sobre la superficie terrestre; mientras más al sur se haya estado, mayor ocultamiento de Júpiter por Venus pudo haberse notado.

La paralaje es el movimiento aparente debido a un cambio de la posición del observador. Ejemplo: colóquese el dedo índice verticalmente frete a la cara, a la altura de los ojos, pero alineado con la nariz. Al ver el dedo, sin moverlo, cerrando alternadamente el ojo izquierdo y el derecho, observará que éste se mueve aparentemente contra los demás objetos del fondo.

Entonces se estima que, por encima de los 25 grados de latitud norte, no se observó ocultamiento alguno, sino sólo una aproximación muy cerrada y este es el caso de Babilonia cuya latitud es de 32 grados y 33 minutos norte. A pesar de esto, estos investigadores, aun cuando confirman una conjunción estrechamente cerrada, no descartan la posibilidad de que haya habido una ocultación parcial, aparentemente debido a los distorsionantes centelleos de las imágenes planetarias producidas por la turbulencia atmosférica a esa altura sobre el horizonte (15 grados). Robert J. Vanderbei en su “Searching for the Star of Bethlehem (updated)”, publicado el 26 de diciembre de 2011 en [https://blog.nationalgeographic.org/2011/12/26/searching-for-the-star-of-bethlehem-updated/] actualiza el conocimiento de la conjunción Júpiter-Saturno del 17 de junio del año 2 a.C.

No conforme con las anteriores opciones, existen otros que propusieron diferentes alternativas como Ernest L. Martín quien en su libro The birth of Christ re-calculated [Foundation for Biblical Research, Pasadena, California, 1980; pp. 4-25 (“The Star of the Wise Men”) & apéndices 3 y 6 (conjunciones importantes en 3 y 2 a.C.)], establece una serie de eventos de la cual forman parte la conjunción del 17 de junio del año 2 a.C., la del 12 de agosto del año anterior, o sea, del año 3 a.C., y una triple conjunción de Júpiter con la estrella Régulo, la estrella más brillante de la constelación de Leo, cuyo nombre se deriva de la voz latina “regulus” (re-gu-lus) que significa “pequeño rey”. En este trabajo se considera una secuencia de conjunciones ocurridas durante el lapso 3 – 2 a.C. que a continuación describimos.

Esta secuencia comienza el 1° de agosto del año 3 a.C. cuando Júpiter llega a ser visible como “estrella matutina”, por encima de la aurora en el cielo oriental, acercándose a Venus. Este último había sido, por seis meses, un objeto conspicuo del amanecer y ahora estaba dirigiéndose hacia la parte detrás del Sol. Los dos planetas movíanse uno hacia el otro y como a las 4:00 am hora local de babilonia (HLB), del 12 de agosto, entraron en conjunción extremadamente cerrada siendo la separación mínima de tan sólo 0,23 grados, o sea, alrededor de 2/3 el diámetro aparente de la Luna llena.

Cinco días más tarde, Mercurio emergió del resplandor del Sol y entró en conjunción con Venus en la mañana del 1ro. de septiembre. Su separación mínima fue de tan sólo 0,36 grados. Venus, entonces, desapareció dentro de la luz solar y alcanzó su conjunción superior [https://www.youtube.com/watch?v=m9qhNNjXW1E], [https://es.wikipedia.org/wiki/Configuraci%C3%B3n_de_la_%C3%B3rbita_de_los_pl anetas], a principios de noviembre. Mientras tanto, Júpiter continuó su movimiento normal (hacia el este) contra el fondo estelar. Treinta y tres días después dela conjunción del 12 de agosto, entre Júpiter y Venus, el primero de estos dos entró en conjunción con Régulo, pasando a 0,63 grados de él el 14 de septiembre. Luego, el 1ro. de diciembre, Júpiter comenzó su movimiento retrógrado [https://www.elnacional.com/opinion/el-faro-celeste-de-belen-iv-las-conjunciones-planetarias/] hacia el oeste; el 17 de febrero del año siguiente, o sea, del año 2 a.C., entró en conjunción por segunda vez con Régulo, pasando a 1,19 grados de éste. Júpiter continuó así su movimiento retrógrado hasta que se detuvo e invirtió su movimiento en el sentido original, hacia el este, alcanzando a Régulo por tercera vez para una tercera y última vez conjunción de 1,06 grados entre los dos, el 9 de mayo. Júpiter continuó moviéndose, esa primavera, hacia el este a través de Leo, pero por efecto del movimiento orbital de la Tierra, fue llevado a la parte occidental del tempranero ocaso del cielo.

A finales de diciembre del año 3 a.C., Venus reapareció como “estrella vespertina” y tenía su máximo brillo debido a su máxima separación angular del Sol respecto de la Tierra (máxima elongación este). El 17 de junio del año 2 a.C. Júpiter y Venus juntos trazaron una deslumbrante conjunción que los dejó separados por tan sólo ¡0,04 grados! Esto es menos que un centésimo del diámetro aparente de la Luna llena. A la puesta del Sol en Babilonia, cerca del siguiente punto de partida de los Reyes Magos, los dos planetas podrían haber estado separados por tan sólo 8 minutos de arco y a 37 grados de altura sobre la parte occidental de su horizonte. A las 9:15 pm (HLB), su separación angular aparente pudo haber disminuido a 4 minutos de arco, a ¡10 grados únicamente sobre el horizonte! Los observadores del horizonte occidental, podrían haber visto a estos dos brillantes objetos fundirse mutuamente en la medida en que se iban poniendo, apareciendo como una sola “estrella”. Imaginarse cómo pudo haber sido esta vista para los Reyes Magos, sería algo parecido al escenario descrito anteriormente: tal combinación de estos dos planetas podría haber sido, como ya se ha mencionado antes, una deslumbrante vista para ser no sólo por los sacerdotes-astrólogos babilónicos oficiales sino también, por todo el pueblo del Oriente Medio.

En un año lleno de eventos astronómicos, el final de esta secuencia correspondió a una conjunción muy cerrada entre Júpiter y Marte, el 27 de agosto del año 2 a.C., luego de que Júpiter reapareciera en el cielo de la mañana. Los dos planetas estuvieron apartados por 0,14 grados y ambos a 2 grados de distancia en longitud (sobre la eclíptica) tanto de Mercurio como de Venus. Aun cuando esta conjunción tomó lugar solo a 8 grados del Sol, por lo que fue dificultosa de observar, los astrónomos de esa época podrían haberla pronosticado e intentar verla. Las dos principales conjunciones de esta secuencia, las de Júpiter-Saturno, se llevaron a cabo a 7 grados aproximadamente a cada uno de los lados de Régulo. El viaje de los Reyes Magos pudo haber durado, desde su lugar de origen hasta Belén, varios meses.

Entonces, ¿pudo esta cadena de acontecimientos haber tenido relación con los Reyes Magos, en lo que se refiere a diferentes manifestaciones de la Estrella de Belén?

En un segundo libro de Martin titulado The Star That Astonished the World (Academy for Scriptural Knowledge, 1991) [http://www.askelm.com/books/book003.asp] este autor publica una segunda versión de esta secuencia o serie de conjunciones la cual describimos a continuación.

Esta comienza el 19 de mayo a las 01:45 a.m. (HLB), del año 3 a.C., cuando Mercurio pasó a 0,67 grados al norte de Saturno. Como éste se mueve rápido, al menos una vez al año está en conjunción con cada planeta (visible); por esto, tal conjunción si bien cerrada, no tenía por qué ser de mayor significado para los Reyes Magos.

A finales de enero anterior, Venus se había estado moviendo en el cielo matutino y se levantaba antes del Sol. El 12 de junio, a las 07:04 pm (HLB), este “lucero de la tarde” (también conocido como “lucero de la mañana”), pasó en fina conjunción solamente a 0,12 grados al norte de Saturno, algo así como un cuarto del diámetro aparente de la Luna llena; no obstante, de poder haber sido una gran vista para observarlos muy pegados, no era suficiente para sus rayos emergieran como la de un solo objeto. Hoy día, tan estrecha conjunción se puede notar ampliamente aun todavía.

Alrededor del 1° de agosto, Júpiter reapareció por detrás del Sol y dos semanas más tarde, el 12 del mismo mes, a las 08:18 a.m. (HLB), quedó envuelto en una espectacular conjunción cuando Venus pasó a tan sólo 0,07 grados al norte de Júpiter; esto es excepcionalmente cerrado pues, es equivalente a un séptimo del diámetro aparente de la Luna llena. Bajos, en el horizonte, pudieron haberse visto desde Babilonia, uno al lado del otro, casi tocándose, a medida que el cielo de la mañana se iluminaba con la aurora. Este tipo de conjunción es muy rara quizá lo suficiente para que haya llamado la atención a los Reyes Magos por primera vez. Ya se ha mencionado que tal conjunción se presentó en Leo, y esta constelación tenía para los hebreos una importancia espiritual, como se discutirá en otra parte.

Casi tres semanas después, el 31 de agosto, Venus y Mercurio, que frecuentemente se acercan uno al otro, estuvieron apartados 0,36 grados en otra conjunción aún más cerrada. Sin embargo, si insignificancia mitológica o astrológica, no la hacía tan importante como para tomarla en cuenta.

Durante este tiempo Júpiter se estaba moviendo hacia el este y hacia Régulo, la estrella más brillante de la constelación de Leo, y simbólicamente la estrella rey para los babilonios quienes la llamaban “Sharru”. Júpiter, el rey de los planetas también para los babilonios, quienes lo llamaban “Marduk”, se aproximaba significativamente a la estrella rey y esto podía tener interpretación.

El 14 de septiembre de 3 a.C. estos objetos estuvieron en conjunción, con separación de 0,33 grados; esta, del tipo planeta-estrella, usualmente no es rara ya que sin fallar ocurre cada 12 años, pero con separaciones diferentes. Así, este evento por sí mismo, no constituye un evento de mucho interés, pero lo más interesante era lo que estaba por suceder posteriormente al año siguiente, es decir, en el año 2 a.C.

Después de la primera conjunción anterior con Régulo, Júpiter siguió y se detuvo contra el fondo estelar (como si hubiera cambiado de opinión); echó marcha atrás (movimiento retrógrado) y alcanzó a Régulo por segunda vez el 17 de febrero, pasando a 0,85 grados de éste (2da conjunción). Al retomar su curso, Júpiter vuelve a entrar en conjunción con Régulo el 8 de mayo de 2 a.C. a las 07:08 pm quedando separados por 0,72 grados. El 17 de junio de ese año, Júpiter y Venus estuvieron separados por 0,01 grados a las 08:51 pm. Y el 26 de agosto, a las 05:15 pm, Júpiter y Marte estuvieron separados 0,17 grados. Mayores detalles sobre esta secuencia de conjunciones pueden obtenerse en  [http://factsandfaith.com/was-jupiter-as-part-of-a-series-of-extraordinary-astronomical-events-occurring-in-3-b-c-2-b-c-the-christmas-star/] y [http://www.askelm.com/star/star004.htm].

Como hemos visto, la explicación de la Estrella de Belén a través de cualesquiera de las conjunciones planetarias comentadas, es quizá la explicación más popular encontrada en la literatura académica de tipo astronómica, arqueológica, bíblica, histórica, etc., así como también de la literatura popular; pero existen otras explicaciones.

Con esta sexta parte de la serie “El faro celeste de Belén” finalizamos, por esta temporada navideña y cambio de año (2020-2021), la entrega de artículos sobre la Estrella de Belén y sus explicaciones, esperando reanudarla el próximo diciembre con más hipótesis astronómicas como la de la estrella nova o supernova, el cometa Halley y otros cometas, el planeta Venus, el planeta Urano, el fuego de San Telmo, meteoros, etc., y otras explicaciones como la del OVNI sobre Belén, etc.

Pareciera que no hay otros versículos de la Biblia que hayan despertado tanto interés como los del evangelio de Mateo relacionados con el nacimiento de Jesús y los hechos narrados en esos versículos (véase El Nacimiento del Mesías – Comentario a los Relatos de la Infancia por Raymond E. Brown, Ediciones Cristiandad, Madrid, 1982; 622 pp.). Solo la Estrella de Belén [https://webspace.science.uu.nl/~gent0113/stellamagorum/stellamagorum_bibl.htm], junto con el tema de los Reyes Magos y la muerte de los inocentes de Belén ha generado, y siguen generando abundantes publicaciones de todo tipo hasta nuestros días.

Esperamos que nuestros lectores hayan disfrutado de estos seis primeros artículos, considerando el interés público que despertó la conjunción entre Júpiter y Saturno del pasado 21 de diciembre de 2020.

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@PenalozaMurillo

 

 


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