Tercera parte: Las primeras explicaciones astronómicas

Aun cuando hay autores que apoyan la idea de que la primera sugerencia a la Estrella de Belén, como una conjunción planetaria, fue aquella registrada en las crónica Annals of Worcester Priory de 1285 [véase “El faro celeste de Belén (II)], no fue sino hasta comienzos del siglo 17 cuando se intentará una primera conjetura científica para dar cuenta de lo que fue esa “estrella”.

Entre los años 1604 y 1605, Johannes Kepler (1571-1630), astrónomo y matemático alemán al servicio del emperador de Bohemia Rodolfo II, quien fuera en la historia de la ciencia el primero en deducir las leyes cinemáticas del movimiento planetario, fue testigo de la aparición de una estrella supernova (estrella que explota violentamente) en la constelación ecuatorial del Serpentario (conocida hoy día por el nombre de Ophiuchus) la cual, tuvo considerables discusiones en Europa. Coincidentemente, el 17 de diciembre de 1603, él también estaba al tanto por sus propios cálculos, de una conjunción para esa fecha de los planetas Júpiter y Saturno en la constelación zodiacal del Escorpión, con Marte moviéndose después rápidamente en la vecindad de éstos; este fenómeno le llamó mucho la atención en su condición de astrólogo de la corte. Dicha supernova apareció en la zona de estos tres planetas y en los tiempos medievales, la conjunción de Júpiter con Saturno, conocida como la “Gran Conjunción” y cuya frecuencia de ocurrencia es de una vez cada 20 años aproximadamente (en promedio), fue considerada de gran significado astrológico.

Kepler calculó, al retroceder matemáticamente el tiempo (retro-extrapolación), que una conjunción similar, con Marte moviéndose después rápidamente en la vecindad de ésta, ocurrió en el año 747 después de la fundación de Roma, es decir, en el año 7 antes de la era cristiana. En esa ocasión, la conjunción se presentó tres veces en un lapso de aproximadamente seis meses lo cual, se constituyó en un evento astronómico aún más raro que una conjunción simple y normal. A diferencia de esta última, el intervalo entre conjunciones triples sucesivas, aun siendo múltiplo del período de las simples y normales que es de 20 años, no exhibe un valor definido; éste puede ser tan corto como de 40 años o tan largo como 380 años. Sin embargo, hay autores que han tratado el tema de la estrella de los Magos y afirman que el período en cuestión es de 120 años. En cualquier caso, un fenómeno de este tipo sólo pudo haberse presentado una sola vez en la época del nacimiento de Jesús.

En 1821 los cálculos de Kepler, los cuales daban como resultado que Júpiter y Saturno entraron en conjunción tanto el 22 de junio, como en agosto (el día no es citado por los autores), como el 3 de diciembre del año 7 a.C. fueron confirmados y corregidos al 20 de mayo, 27 de octubre y 12 de noviembre de ese mismo año, respectivamente.  Posteriormente, en 1856, estas segundas fechas se corrigieron al 29 de mayo, 29 de septiembre y 4 de diciembre. Recientemente, estas terceras fechas se corrigieron nuevamente al 27 de mayo, 6 de octubre y 1ro. de diciembre del año en cuestión y una cuarta corrección, aún más reciente, del 29 de mayo, 30 de septiembre y 5 de diciembre respectivamente. Las discrepancias entre estas fechas se originan en las diferentes tablas de posiciones planetarias usadas para hacer los cálculos las cuales, han tenido una progresiva mejora en precisión y exactitud; así, Kepler utilizó las tablas de Prutenic. Para la primera corrección se aplicó las tablas de Delambre, para la segunda corrección se usaron las tablas de Bouvard y de Carlini (para el Sol), para la tercera se empleó las tablas de Tuckerman y, para la última, las tablas de Bretagnon & Simon junto con los datos de las efemérides codificadas como DE 102 (Long Ephemeris Tape). Más detalles sobre los aspectos astrométricos de éstas y otras conjunciones se pueden encontrar en el trabajo del sacerdote jesuita W. Burke-Gaffney titulado “Kepler and the star of Bethlehem publicado en Journal of the Royal Astronomical Society of Canada, Vol. 31, pp. 417-425, 1937 y en el trabajo de Roger W. Sinnot titulado “Computing the Star of Bethlehem”, publicado en Sky and Telescope, Vol 72, N° 6; pp. 632-635, 1986.

Bajo el supuesto de que el fenómeno en cuestión fue el faro celeste de Belén que los guió, las fechas calculadas de la triple conjunción Júpiter-Saturno del año 7 a.C. son usadas para trazar el viaje de los Reyes Magos hasta Jerusalén, como lo hace David W. Hughes en su trabajo “The Star of Bethlehem”, publicado en Nature, Vol. 264; pp. 513- 517, 1976.

No obstante que algunos autores adjudican a Kepler la hipótesis de la triple conjunción planetaria del año 7 a.C. como la propuesta por él para explicar lo que fue la Estrella de Belén, sus escritos revelan al respecto que fue una estrella nova o supernova lo que él se imaginó como lo que probablemente vieron los Reyes Magos meses después de haberse presentado tal conjunción, como si ambos fenómenos tuvieran que necesariamente sucederse uno detrás del otro.

El propio Kepler en carta, de fecha 6 de septiembre de 1606 dirigida a Johann Barwitz, relata cómo llegó a llamarle la atención el tema:

Fui a Styria para atender unos asuntos familiares y la buena suerte tocó mis estudios; encontré de venta en Gratz un pequeño libro de Laurence Suslyga de Polonia, titulado: ‘Theoremata de Anno Ortus ac Mortis Domini, deque Universa Jesu Christi in Carne Deconomia’ [Teoremas del Año del Nacimiento y de la Muerte del Señor y de toda la Economía de Jesucristo en la Carne]. Maravillosamente complacido con el argumento de este libro, comencé a pensar en usarlo en mi pequeño libro sobre la nueva estrella en Serpentarius [constelación], la cual yo estaba observando para entonces. Si el autor estaba correcto, para el conteo de la edad de Cristo, se deberían añadir cuatro años a la época de la cristiandad ahora en uso. Se seguiría, por lo tanto, que Cristo nació uno o dos años después de la gran conjunción de los tres planetas superiores en la primera parte de Aries [constelación] o al final de Piscis [constelación], lo cual ocurría por sexta vez desde la fundación del Mundo.

La portada del libro al cual Kepler se refiere, de hecho, fue escrita así: “Verificatio seu Theoremata de anno ortu  et morti  Domini, de que universa Jesu Christi in Carne Deconomia, quae ad Bacculaureatus in Sacra theologia lauream in Alma Grecensi Academia in disputationen adducit Reverendus Dominus et eruditus Artium liberalium ac Philosophiae Magister Laurentius Suslyga Polunus. Praeside R.P. Joanne Deckerio Societatis Jesu SS. Theologiae Doctore, ac dictae Universitatis Cncellario .Graecii. 1605”.

Kepler estimó que estas “grandes conjunciones”, ocurrían una vez cada 800 años, a partir del año 4.000 a.C. cuando, según él, fue la creación del mundo y a continuación añade.

En consecuencia, la estrella que condujo a los Magos al pesebre de Cristo, si ésta se presentó dos años antes de su nacimiento, podría haber sido una estrella como la nuestra.

Sus cálculos y resultados, corregidos en los dos últimos siglos como se indicó anteriormente, aparecieron publicados en un apéndice de su libro dedicado a la supernova, titulado De Stella Nova in Serpentarii (y copias del libro de Suslyga, publicado en 1605, se conservan en Viena y en Gratz). Para la época, no se sabía que era una supernova; por ello, en otros de sus trabajos, titulado De Anno Natali Christi, Kepler establece que: Esta estrella no fue una serie de cometas o nuevas estrellas, sino más bien un milagro especial ocurrido en las capas más bajas de la atmósfera; agrega, además, comentarios sobre el significado astrológico de estos fenómenos.

Al parecer, fue un obispo de la iglesia luterana de apellido Münter, quien avivó en 1821 la hipótesis de la conjunción de Júpiter y Saturno como la Estrella de Belén (Friedrich Münter, Friedrich C.C.H., Bp. “Der Stern der Weisen”, Untersuchungen uber das Geburtsjahr Christi, J.H. Schubothe. Kopenhagen, 1827; 119 pp.) pero, en 1826, un cronólogo alemán de nombre Ludwig Ideler (a quien alguien en el siglo 20 le concedió el descubrimiento de la conjunción del año 7 antes de nuestra era, hecha antes por Kepler en el siglo 17), en su obra Handbuch der Mathematischen und Technischen Chronologie (“Stern der Weisen zur Bestinmung des Geburtsjahrs Christi”, 2, Bd. Berlin, Bei A. Rucker, 1826; pp. 399-410) atribuye a Kepler por primera vez la hipótesis de Münter.

Según Jack Finegan en su Handbook of Biblical Chronology (Hendrickson Publishers, Inc. Princeton University Press, 1998; pp. 313-314), en concordancia con A. J. Sachs & C. B. F. Walker («Kepler’s View of the Star of Bethlehem and the Babylonian Almanac for 7/6 B.C”. Iraq, Vol.  46, N° 1, pp. 43-55, 1984), Kepler se sentía más atraído por los aspectos astrológicos de las conjunciones y demás agrupaciones planetarias que por sus implicaciones astronómicas y, la conjunción del 17 de diciembre de 1603, aun cuando no fue la que mayor atracción le produjo, no sólo fue la que le inspiró su indirecta conexión con la del 7 a.C., sino también, lo motivó al cálculo de otras supuestamente “implicadas” en hitos históricos de suma importancia como las siguientes:

Adán   ………………………………….   4032 a. C.

Enoc   ………………………………….   3227 a. C.

El Diluvio   ……………………………   2422 a. C.

Moisés   ……………………………….   1617 a. C.

Isaías (aproximadamente al comienzo de las eras griega,

romana y babilónica) ………………      812 a. C.

Jesús   ………………………………..        7 a. C.

Carlomagno   ……………………….      799 d. C.

La Reforma   ………………………..    1604 d. C.

Se aprecia como entre cada evento astronómico “asociado” hay aproximadamente un intervalo temporal de 800 años el cual él había descubierto. De acuerdo con este criterio, el próximo gran acontecimiento será alrededor del año 2409 de nuestra era.

A pesar de lo anterior, hay autores que insisten en que Kepler estaba interesado en la Estrella de Belén más por la conjunción triple entre Júpiter y Saturno que por la estrella supernova; entre ellos está Pedro Bargalló con su artículo de opinión “Los planetas y la Estrella de Belén” en El Universal, Caracas 21 diciembre de 1980 (cuerpo 1, p. 5). Otros, como Vladimir Acosta en Los Reyes Magos, el nacimiento de Jesús y la Estrella de Belén (Editorial Galac, Caracas, 2013; pp. 143-156), niegan toda realidad de la estrella y lo considera un mito; pero esa postura es otro tema que aquí no está en discusión. Más atrevidos son otros que dicen que la “estrella de los Magos” fue un OVNI o platillo volador ultraterrestre como, por ejemplo, J. J. Benítez en su libro titulado Los astronautas de Yhavé (Planeta, Barcelona, España; pp. 263-275, 1980) o Yosip Ibrahim en su libro Yo visité Ganímedes (Editorial Sirio, 1975; 157-164).

Pero, ¿qué es una conjunción planetaria? Independiente de su relación o no con la Estrella de Belén, ¿hay algún registro histórico de la conjunción calculada por Kepler en el año 7 a.C.? ¿Cómo aparece una estrella nova o supernova? ¿Es predecible este fenómeno como lo es la conjunción planetaria? En los tiempos del nacimiento de Cristo, ¿apareció una nueva estrella en el cielo que llamara la atención? ¿Fue eso lo que vieron los Reyes Magos, es decir, una conjunción planetaria Júpiter-Saturno simultáneamente junto con una supernova? En las próximas entregas intentaremos, apoyados en una extensa investigación bibliográfica, contestar estas preguntas.

 


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