Primera parte: El enigma de la estrella

Como costumbre inherente a la curiosidad humana, la contemplación de los fenómenos naturales violentos o no, siempre ha ejercido en su correspondiente época una marcada influencia en el ánimo y en la conciencia, tanto del individuo como del colectivo social. A todos nosotros, un tsunami o la apacible observación visual y sonora de un mar en calma o de sus olas, la furia de un huracán y de un tornado o el susurrar del suave silbar del viento, la atronadora crecida turbulenta de un río o el sonido acogedor y arrullador de un riachuelo, la explosión de un volcán, un terremoto, o la recreativa vista de un paisaje montañoso, la caída de un meteorito o la sencilla observación de un impresionante cielo tachonado de estrellas en una noche despejada y silenciosa, nos pone a reflexionar sutilmente sobre muchas cosas a las cuales, por ser fuente fructífera de inspiración y por encontrar en ellas respuestas a sus inquietudes espirituales e intelectuales, algunos filósofos, artistas y científicos han dedicado sus vidas. No obstante, para el gran público de los colectivos urbanos contemporáneos y dado a su agitado y acelerado modus vivendi de hoy día, la observación de la naturaleza inanimada, como un medio y más como un fin, se ha perdido dejando de ser un hábito constante; -lamentablemente, no hay tiempo para eso-  se dirá aun cuando, conforme lo dicho al principio, la actitud subyace en el espíritu y en la mente de la persona y el interés manifestado, de vez en cuando, es solo superficial abriéndose paso quizá en el terreno de la exagerada especulación.

Para los habitantes de los conglomerados humanos antes de Cristo, este hábito era completamente diferente.

En aquellos tiempos y desde sus respectivos lugares, la observación nocturna de la bóveda celeste fue una actividad cotidiana la cual era estimulada por la claridad y transparencia de los cielos que, para entonces, no padecían de la polución lumínica y ambiental de hoy. Sin el mayor esfuerzo posible y con la mayor comodidad, los antiguos habitantes de este planeta sólo tenían que traspasar el umbral de la puerta de sus casas o abrir sus ventanas para recrearse nocturnamente con la maravillosa imagen de un cielo plagado de un sin número de puntos luminosos y de detalles los cuales, recibieron considerable atención tanto subjetiva como objetiva. Desde el punto de vista subjetivo, así como Usted o yo, por la razón que sea, le habla a una flor o a una estatua, algunos establecieron una comunicación personal con las estrellas, se les dieron nombres propios, se les hacían preguntas, se les pedían deseos, se les agruparon por figuras conocidas de animales, de objetos, etc. (constelaciones), se les convirtieron en símbolos (de guerra, de dioses, de pueblos, etc.) y, por supuesto, no dejaron de atribuírseles poderes premonitorios a través de mensajes y señales que, enviados por ellas, tenían que descifrarse e interpretarse. Por eso los fenómenos astronómicos, fueron directa o indirectamente relacionados muchas veces con acontecimientos ocurridos o por ocurrir acá en la Tierra.

El supuesto control real de los eventos terrenales por parte de las estrellas fue, más que todo, enfocado desde el punto de vista místico, metafísico y teológico; sin embargo, observaciones objetivas y sistemáticas del cielo también fueron hechas por necesidad y, en general, las cosas que ocurrían allá arriba era materia de importancia para los asuntos terrestres y esto, generaba una permanente consulta sideral. No está demás comentar en este punto que el verbo “considerar”, de mucho uso común en nuestro idioma, se origina precisamente en la expresión latina cum sidereus que significa «con las estrellas», tenidas por los griegos milenarios como firmes e inmutables a la más exteriores de sus «esferas» celestes; de ahí, es donde proviene la palabra firmamento para referirse al fondo estelar del cielo nocturno. Es más, el vocablo influenza, sinónimo de gripe, se deriva de una presunta influencia real del espacio basada en el origen extraterrestre de los virus causantes de esta enfermedad.

Como eventos nocturnos y diurnos respectivamente, la aparición inesperada de cometas y los eclipses totales de Sol eran (con algunas excepciones) para las anteriores civilizaciones, los fenómenos celestes popularmente más temidos debido a su asociación con negros presagios y malos augurios pero, paralelamente a esto, la gente que observaba con frecuencia el cielo ya estaba familiarizada con ciertos cambios periódicos que ocurrían en él como las fases de la Luna, el movimiento de los planetas visibles a simple vista, el movimiento aparente del Sol, etc. Al respecto, se dice que los Mayas y los Aztecas en nuestro continente, los egipcios en África, los griegos en Europa, los asirio-babilónicos en el medio oriente y los chinos y los coreanos en el lejano oriente, eran los mejores especialistas en esta materia y de ello han quedado testimonios. Comenzó así, a desarrollarse la astronomía empírica mezclada con superstición y esoterismo del mismo modo como nació la química mezclada con la alquimia; la ciencia, con su método y su filosofía, se encargarían con el tiempo de disolver estas mezclas y hacer las separaciones de rigor.

Los sorprendentes avances de la Astronomía, la Cosmología, la Astrofísica y la Física del Espacio, han de-mistificado y, si se quiere, desmitificado el cielo; para muchos, ya no es el lugar «natural» de los dioses, los ángeles, las almas y demás seres sobrenaturales y, los misterios y secretos del Universo se han venido develando. Para otros, estas creencias se mantienen y yo, por supuesto, las respeto. En épocas pasadas la conexión entre el cielo y la Tierra se hacía más intensamente por la vía espiritual y psicológica y esto, tenía su incidencia en las religiones tradicionales del Mundo tanto monoteístas como politeístas y hasta en lo social y en lo político.

En lo social se pueden citar diversas y variadas crónicas, siendo las más notables del siglo pasado, las que describen las reacciones mundiales ante la aparición del cometa Halley en 1910; en lo político, bien lo podríamos resumir en un pasaje de Shakespeare cuando en Julio César escribe: Cuando los pordioseros mueren (o nacen) no se perciben los cometas, pero los mismos cielos fulgurarán al morir (o nacer) los príncipes (o reyes)

En lo religioso y a través de los diversos credos y cultos, los grandes guías espirituales y pastores de la humanidad han estado relacionados de una manera u otra o con mensajes siderales recibidos, o con mensajeros venidos del cielo y/o con algún tipo de fenómeno celeste natural. Este es el caso, por ejemplo, del judaísmo y cristianismo, del taoísmo, del budismo y del islamismo cuyos mesías y líderes fundadores o bien fueron signados o señalados anticipadamente por profecías registradas en sus escritos sagrados, o bien, tuvieron experiencias personales en las cuales estuvieron involucradas tanto revelaciones divinas como posibles influencias de los astros.

En particular, el anuncio y llegada de Jesucristo quizá es, dentro de este enfoque, el ejemplo más transcendental en la historia de la Humanidad. La anunciación y la natividad de Jesús, lo que se conoce de su infancia y de su vida, estuvieron rodeadas de una serie de circunstancias y acontecimientos recogidos en algunas partes específicas de la Biblia que, en sus diferentes versiones autorizadas es, como se sabe, el principal documento rector y palabra de Dios para el mundo judeo-cristiano. En varios pasajes del antiguo testamento, ya se infieren visiones proféticas sobre la venida del Mesías en las cuales, están implicadas «señales celestes». Tal es el caso de Números (24:15-19) donde en el versículo 17 se hace alusión a la «estrella» de Jacob. En Isaías (9:1) se lee que El pueblo que andaba a oscuras vio una luz grande. Los que vivían en tierra de sombras, una luz brilló sobre ellos. También en Isaías (60:1-3) se hace mención directa al nacimiento de una  «luz».

Adicionalmente, en Miqueas (5:1) se profetiza el lugar de su nacimiento y en Salmos (72:11/15), se hace referencia implícita a los Reyes Magos y a sus presentes.

Aun cuando en otras partes diferentes a la Biblia se intenta dar cuenta de la vida desconocida de Jesús (véase, por ejemplo, The lost years of Jesus por Charles F. Potter, 1964, University Books, N.Y. 160 pp. / Jesús vivió y murió en Cachemira por Andreas Faber-Kaiser,1976, A.T.E. Barcelona, España; 309 pp. / Caballo de Troya 3 por J. J. Benítez, Círculo de Lectores, 1988, Bogotá; pp. 433-503), las narraciones bíblicas de lo poco que se conoce de su nacimiento, de su infancia y de su vida, se encuentra contenido en los evangelios canónicos. Particularmente los hechos relativos a su nacimiento se relatan en Mateo y en Lucas; en Mateo 2: 1-16, uno de los más conocidos, es donde se lee la historia central que aquí nos concierne (palabras resaltadas por mi):

Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían del    Oriente se presentaron en Jerusalén, diciendo: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha   nacido? Pues vimos su estrella en el oriente, y venimos a adorarle». En oyéndolo, el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén. Convocó a todos los sumos sacerdotes y escribas del pueblo, y por ellos se estuvo informando del lugar donde había de nacer el   Cristo.    Ellos    le dijeron: «En Belén de Judea, porque así está escrito por medio del   profeta: “Y tú, Belén, de la tierra de Judá, no eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá; porque de ti saldrá un caudillo, que apacentará a mi pueblo Israel”».

Entonces Herodes, llamó aparte a los magos y por sus datos precisó el tiempo de la    aparición de la estrella. Después enviándolos a Belén, les dijo: «Id e indagad   cuidadosamente sobre ese niño; y cuando le encontréis, comunicádmelo, para ir también yo a adorarle». Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. Y, avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, se   retiraron a su país por otro camino.

Y se sigue leyendo:

Después que ellos se retiraron, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar el niño para matarle». Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allá hasta la muerte de Herodes; para    que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: “De Egipto llamé a mi hijo”. Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y toda su comarca, dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos. Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: “Un clamor se ha oído en Ramá…”.

Más allá de la connotación sentimental y espiritual que estos versículos han legado a la Humanidad en las tradicionales ceremonias y costumbres populares de fin de año, es indudable la relevancia que ellos tienen en cuanto a su clara y explícita conexión con un objeto celeste que, como veremos, han generado desde entonces hasta nuestros días, una amplia y polémica discusión en torno a su naturaleza, a la veracidad o no del mismo, así como también, sobre la autenticidad de algunas otras circunstancias descritas en dichos versículos.

Este caso no es el único. A lo largo de la Biblia, no sólo se nota referencias a aspectos prácticos de la Astronomía sino también se nota, con cierta frecuencia, las diferentes alusiones a fenómenos terrestres y astronómicos cuyas causas, en principio, se le atribuyen a la naturaleza divina pero que también, en segunda instancia, se tratan de explicar desde un punto de vista de la real naturaleza tal cual como hasta ahora se le entendido.

Entre estos fenómenos se pueden citar, el diluvio del Génesis, la destrucción de Sodoma y Gomorra, a Josué (10:1-14) quien refiere que el Sol se detuvo en Gabaón por un lapso de un día y la Luna también se paró en el valle de Ayalón, a Miqueas (3:6):  Por eso tendréis noche sin visión, oscuridad sin adivinación; ¡Se pone el Sol sobre los profetas,  sobre ellos el día se oscurece!, y a Isaías (13:10): Cuando las estrellas del cielo y la constelación de Orión no alumbren ya, esté oscurecido el Sol en su salida y no brille la luz de la Luna, …». En Ezequiel (1:1-28) y en Jonás (1:1-17), también se hallan relatos interesantes.

Previo a la Estrella de Belén hay otro caso bíblico parecido en donde un fenómeno en el cielo es usado por Dios para guiar seres humanos aquí en la Tierra. En Éxodo 13: 17-22 leemos (palabras resaltadas por mi):

Cuando Faraón dejó salir al pueblo, Dios no los llevó por el camino de la tierra de los filisteos, aunque era más corto; pues se dijo Dios: «No sea que, al verse atacado, se arrepienta el pueblo y se vuelva a Egipto». Hizo Dios dar un rodeo al pueblo por el camino del desierto del mar de Suf [mar de los juncos]. Los israelitas salieron bien equipados del país de Egipto. Moisés tomó consigo los huesos de José, pues éste había hecho jurar solemnemente a los israelitas, diciendo: «Ciertamente Dios os visitará, y entonces llevaos de aquí mis huesos con vosotros».

Partieron de Sukkot y acamparon en Etam, al borde del desierto.

Yahveh iba al frente de ellos, de día en columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en columna de fuego para alumbrarlos, de modo que pudiesen marchar de día y de noche. No se apartó del pueblo ni la columna de nube por el día, ni la columna de fuego por la noche.

¿Qué fenómeno meteorológico fue ese de una columna de nube y de una columna de fuego que guiaron a los israelitas por el desierto?

Si bien hay alguien quien asegura que la mayor parte de los investigadores está de acuerdo en que se debe renunciar, en este caso, a toda asociación entre la Astronomía y el texto de la Escritura (véase Jesús y los problemas de su historicidad. Parte II: La Problemática de los Relatos de la Infancia por Wolfgang Trilling, 4ta. edición, Editorial Herder. Barcelona, España 1985; p. 89), también es cierto que considerada como un hecho real la famosa «Estrella de Belén», objeto de las más diversas y originales alegorías navideñas, ha despertado suficientemente la curiosidad para que mucha gente, entre ellos por supuesto astrónomos aficionados y profesionales, se haya preguntado, desde su  «aparición», y  todavía se estén  preguntando,  ¿qué fenómeno celeste pudo haber estado asociado con la visión de los Reyes Magos, que los condujo hasta el sitio donde nació Jesús hace ya más de 2000 años?

Varios autores, en diferentes épocas y en el plano científico, han propuesto diferentes hipótesis para describir este fenómeno; por ello, nos proponemos en este trabajo   comentar, a   la luz de los acontecimientos actuales de la Astronomía, así como también de la ayuda de otras áreas como la Arqueología, la Cronología, la Mitología, la Historia, etc., tales hipótesis contrastándolas unas con otras y explicando, respectivamente, cuáles elementos la soportan y cuáles la refutan. Hasta el momento no hay acuerdo definitivamente unánime sobre qué vieron Melchor, Gaspar y Baltazar [en la tradición del medio oriente, especialmente en Persia (hoy Irán), los Reyes Magos fueron doce] cuando viajaban hacia lugar donde supuestamente vino al Mundo el hijo de Dios y esto se debe, fundamentalmente, a que no se tiene información precisa de cuando ocurrió tal acontecimiento y por ende cuál es su fecha natal verdadera.

Este último punto, en cuanto a la confrontación de opiniones sobre el natalicio de Cristo se refiere, es crucial ya que cronológicamente es necesario correlacionarlo con los posibles fenómenos astronómicos candidatos a ser, en caso de aceptarse como un hecho real y no como un hecho milagroso, el más legendario objeto (junto con el cometa Halley) visto en el cielo.

Las divergencias acerca del lugar de su nacimiento, y sobre la historicidad y existencia real de este evento astronómico, como señal divina de la llegada del Mesías, también serán comentadas con base a las opiniones emitidas por los estudiosos en la materia y en esta controversia, no fijaré posición porque sencillamente no soy especialista en estos asuntos; sólo me limitaré a describir sus detalles apoyado en la bibliografía correspondiente.

Ruego acepten mi invitación para hacer un recorrido por la Historia y la Astronomía con el fin de conocer de cerca este legendario y universal tema del que tanto se ha escrito y se ha hablado en diferentes idiomas. En la publicación titulada The Star of Bethlehem: A list of references por Ruth S. Freitag (1979, Library of Congress, Washington, D.C. 44 pp. & supplement; 10 pp), se registran más de 343 entradas entre libros, folletos, panfletos, artículos de prensa y de revistas, etc., mayormente en inglés y producidas entre los siglos 19 y 20.

Dispongámonos, entonces, a entrar en Belén como un enigma muy especial… de una estrella… muy especial. Hablaremos sobre algunas especulaciones, sobre las primeras hipótesis reales, sobre un descubrimiento importante, sobre las conjunciones planetarias y otras posibilidades.

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@PenalozaMurillo

 


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