• Desde 1830 se ha hablado del excepcionalismo americano, la teoría de que Estados Unidos es inherentemente diferente a otras naciones y destinado a desempeñar un papel distinto y positivo en el escenario mundial.
  • En un impresionante alarde de desarrollo tecnológico, el Perseverance de la NASA, una sofisticada nave, aterrizó en Marte después de un viaje de cerca de 300 millones de millas desde la Tierra
  • ¿Cómo reconciliar estas dos nociones de Estados Unidos con el brutal asalto al Capitolio por grupos desbocados?

Michael Beckley es miembro del Programa de Seguridad Internacional de Harvard. Para él, estamos en la era de Estados Unidos como única superpotencia. En su reciente libro Unrivaled: Why America will Remain the World’s Unique Superpower, Beckley documenta la variedad de fortalezas de Estados Unidos y las muchas debilidades de sus rivales. En una entrevista con Tufts Now, Michael Beckley resume las razones por las que Estados Unidos es la potencia preeminente del mundo: primero, Estados Unidos tiene una gran ventaja en las medidas que definen una potencia. China es el único país que se le acerca, pese a que Estados Unidos tiene tres veces la riqueza de China y cinco veces su capacidad militar. Esa brecha tardaría décadas en cerrarse, incluso si las cosas van mal para Estados Unidos.

En segundo lugar, Estados Unidos, al menos en términos relativos, tiene las mejores perspectivas de crecimiento económico a largo plazo entre las principales potencias del mundo. El crecimiento a largo plazo depende de la geografía, la demografía y las instituciones políticas de un país. Estados Unidos tiene una ventaja en las tres categorías. Geográficamente, Estados Unidos es un centro económico natural y una fortaleza militar. Está repleto de recursos y tiene más arterias económicas, vías navegables y puertos, que el resto del mundo combinado. Sus únicos vecinos son Canadá y México con los cuales se mantiene una relación, no solo pacífica, sino estrecha. China, por el contrario, ha consumido todos sus recursos y está rodeada de 19 países, muchos de los cuales son hostiles o inestables, y 10 de los cuales todavía reclaman partes del territorio de China como propio.

Demográficamente, Estados Unidos es la única nación que es a la vez grande, joven y altamente educada. La fuerza laboral estadounidense es la tercera más grande, la segunda más joven, la más educada en años de escolaridad y la más productiva entre las principales potencias, y es la única fuerza laboral importante que crecerá a lo largo de este siglo. China, por el contrario, perderá 200 millones de trabajadores durante los próximos 30 años y agregará 300 millones de personas mayores. Los trabajadores chinos producen 6 veces menos riqueza por hora que los trabajadores estadounidenses en promedio. Más de dos tercios de los trabajadores de China carecen de educación secundaria; y un tercio de los jóvenes chinos que ingresan a la fuerza laboral tienen un coeficiente intelectual por debajo de 90, en gran parte como resultado de la desnutrición, una atención deficiente y la contaminación.

El desarrollo y en consecuencia la riqueza de Estados Unidos ha sido tan asombrosa que los marxistas estadounidenses han contribuido a la mentalidad de que el éxito económico enterró la lucha de clases de forma permanente. El aterrizaje en Marte de la sofisticada nave demuestra que Estados Unidos no tiene rival. El excepcionalismo estadounidense presume que los valores, el sistema político democrático y la historia de Estados Unidos son únicos e implican que esta nación está destinada a desempeñar un papel distinto y positivo en el escenario mundial.

Descrita así, en términos económicos y valores democráticos, la pregunta pertinente es ¿cómo reconciliar esta noción de superpotencia en todos los sentidos con el asalto al Capitolio por una extrema derecha desbocada y de mentalidad tercermundista?

¿Superpotencia?

La influencia de los enciclopedistas franceses, la Revolución francesa, las instituciones británicas y el movimiento puritano fueron parte de los fundamentos filosóficos de la república americana en el siglo XVIII. Las nociones que vinculan la «blancura» con el protestantismo se afianzaron aún más en la segunda mitad del siglo XIX, cuando inmigrantes de Irlanda, Alemania e Italia llegaron a Estados Unidos trayendo consigo el catolicismo. Los inmigrantes no protestantes/anglosajones eran vistos como «menos blancos» que las comunidades anglosajonas más establecidas y eran sometidos a discriminación.

Solo después de un proceso de asimilación a normas culturales anglosajonas les concedieron a estos inmigrantes algunos privilegios sociales y económicos asociados a la «blancura». Sin embargo, muchos católicos continuaron experimentando discriminación religiosa. La supuesta superioridad del protestantismo blanco, respaldada por retorcidas interpretaciones de textos bíblicos, se utilizó durante siglos para justificar la institución de la esclavitud. Incluso el Ku Klux Klan arraigó su ideología en la supremacía blanca de la teología protestante. “La ética protestante del trabajo influyó en la fundación de este país e incluyó la creencia de que cuanta más riqueza material se tiene, más cerca se está de Dios”, dice el profesor Robin DiAngelo, en una investigación sobre cómo se socializaba a los blancos para convivir con las instituciones racistas. Entonces y ahora no se les ha permitido participar en la creación de riqueza ni se les ha concedido la moralidad que atribuimos a la riqueza. «La propiedad entre los estadounidenses blancos se considera algo que debe ser atesorado y reverenciado», «Los estadounidenses negros no se ven a sí mismos como verdaderos dueños de nada en Estados Unidos».

El racismo pues está en el código genético de la historia de Estados Unidos. Los padres fundadores de Estados Unidos eran “propietarios” de esclavos al tiempo que declaraban la Independencia y consagraban el principio constitucional de “todos los hombres son iguales”. No obstante, fueron conscientes de lo irreconciliable de estos principios con la realidad. Así mismo, fueron conscientes de que abolir la esclavitud en 1876 no habría habido independencia. Para las entonces colonias del sur la esclavitud era una forma de vida y un sistema económico cuya resolución se fue aplazando hasta que explotó con la Guerra Civil.

Este enredo histórico de esclavitud, propiedad y virtud continúa subyacente hasta nuestros días, pero cada vez más reducidos a grupos conservadores, en paralelo con el enorme desarrollo económico de Estados Unidos al tiempo que las ideas liberales han transformado la nación en la primera potencia del mundo.

Liberales y conservadores

Grupos conservadores representados por el Partido Republicano han sido impotentes para luchar contra estas ideas de progreso, de igualdad y diversidad. En el razonamiento de muchos protestantes blancos, el dominio blanco no fue la consecuencia de un arreglo político y económico, sino la voluntad de Dios. Como afirma Kelly Baker, autora de El evangelio según el Klan: “Incluso las iglesias protestantes liberales apoyaron la supremacía blanca. Ese parecía el orden natural de las cosas y utilizaron los textos bíblicos para apoyar la esclavitud «.

Aterrados por esta tendencia liberal de progreso, grupos de republicanos, ahora galvanizados por el culto a Trump, luchan denodadamente para regresar al pasado o por lo menos contener el futuro. Por décadas la política republicana ha sido la de, por cualquier medio, legítimo o no, represar el voto de los afroamericanos y el de los inmigrantes por considerar que no son “suficientemente americanos”. En el fondo, la verdadera objeción de ese republicanismo agónico al supuesto “fraude” de las elecciones de 2020 es que el voto afroamericano y latino que le dio el triunfo a Joe Biden en los estados de Georgia, Michigan, Pennsylvania, Arizona, Nevada y Wisconsin no era “suficientemente americano”.

Trump perdió el voto popular en su ascenso y su caída del poder. Los republicanos perdieron la Cámara de Representantes, el Senado y la Casa Blanca solo durante el período de Trump, sin precedente en casi un siglo. No obstante, este ominoso futuro, la tendencia de este anacrónico republicanismo está asociado a Trump. ¿Quién ocupará el espacio que deja a las originales ideas conservadoras en orfandad? ¿Demócratas? ¿Un nuevo partido conservador?

En fin, son los rezagos subyacentes de ese otrora país en extinción que consideraba a los negros como parias y a otros grupos de inmigrantes – latinos, judíos, asiáticos y del Medio Oriente, aún nacionalizados, como “extranjeros perpetuos”. Mientras tanto, derechos civiles, ideas liberales y de integración dan paso a la superpotencia que llevó al hombre a la Luna hace medio siglo y que acaba de colocar una sofisticada nave espacial en Marte, después de recorrer cerca de 300 millones de millas.

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