Tan esperado, discutido y peligroso fenómeno no se produjo como era lo posible, en una situación de carencias, despojos y abusos del poder, tan profundos como los que sorprendieron la buena fe y voluntad de los ciudadanos, a partir de la segunda década del presente siglo, profundizándose y ampliándose en la medida en la cual el tiempo avanzaba, pero no sucedió.

La catastrófica contracción económica, que como las terribles olas de un tsunami nos ha envuelto durante los últimos 10 años, ahogó en la miseria y la desesperación a millares  de venezolanos, que hasta esos momentos habían logrado sostenerse con relativa estabilidad en su desempeño social y satisfacer los compromisos familiares con relativo éxito.

Compatriotas para los cuales las expectativas de vida y las condiciones básicas de convivencia y ascenso social, quedaron “suspendidas hasta nuevo aviso” o desaparecieron sin ninguna posibilidad de retorno, como parece ser y que está ocurriendo con casi todos los servicios públicos en la actualidad.

Venezolanos que sin previa advertencia, todo lo contrario, aún encandilados muchos de ellos por las promesas gubernamentales, atrapados en la oferta demagógica del chavismo, electores firmes en las pasadas consultas y soportes de las diversas movilizaciones gubernamentales, se sintieron absolutamente desconcertados y abandonados al ser brutalmente tratados en sus esenciales intereses de vida y necesidades de trabajo productivo.

Ingresos mínimos, salarios miserables, escasez de alimentos, educación en ruinas, transporte escaso, salud en bancarrota, servicios indispensables como gas, gasolina, electricidad, agua y comunicaciones telefónicas en franco abandono.

Una burla macabra a nuestras justas exigencias a una vida mejor, demandas respondidas a través del desconocimiento de nuestros derechos sociales, decisiones gubernamentales apoyadas en una franca hipertrofia de la participación militar y policial en la dirección del Estado y en la atención represiva a los reclamos de la comunidad.

La extraordinaria aspiración venezolana a la conquista económica, social y política de una vida mejor, presente en la conciencia de nuestros compatriotas, sembrada por décadas en la mente de los habitantes de la nación como producto de su crecimiento productivo, se fracturó, se vino al suelo y para muchos desapareció, colocándolos frente a las interrogantes ¿qué hacer?, ¿cómo sobrevivir? .

Y en una sociedad en la cual la insuficiencia de su desarrollo productivo dado lo reciente de su avance industrial, y en la cual se había dado el fenómeno de un arrollador proceso migratorio campo-ciudad, la informalidad se convirtió en una forma extendida de trabajo proveedora de los ingresos indispensables para la vida hogareña y ciudadana.

Y como explicable consecuencia de las erróneas políticas económicas del Estado, los tsunamis de la contracción económica aparecieron uno tras de otro, desabastecimiento, mercado negro, especulación con los precios, desempleo, inflación galopante, situaciones jamás vista por los venezolanos del último siglo

Múltiples y demasiadas razones para tomar decisiones de importancia frente a la agresión emprendida por el gobierno a la comunidad, comunidad  masivamente agredida, solo quedaron fuera del impacto del despojo los enchufados de siempre, y la boliburguesia cívico-militar chavo-madurista entorno cortesano de la cúpula mirafloriana.

En un abrir y cerrar de ojos la gran sociedad productiva se empobreció, obreros, campesinos, profesionales, técnicos, pequeños y medianos comerciantes y empresarios nos arruinamos, el trabajo, los ahorros  y la propiedad individual perdieron su valor en la nación, los recursos acumulados mediante el trabajo de la comunidad se empequeñecieron o desaparecieron.

Y frente a semejante derrumbe económico de la República, ¿cuáles fueron las repuestas de los conductores del Estado?, ¿qué medidas efectivas se tomaron para neutralizar el indeseable proceso de nuestro empobrecimiento? Hasta el presente ninguna medida o plan ha resultado efectivo, todo lo contrario, cada dia son peores los resultados de las políticas económicas y sociales del madurismo.

Hemos vivido un proceso centrífugo, cada día somos más pobres, despojados diariamente mediante los salvajes mecanismos inflacionarios, que ayer se tragaban los bolívares y hoy los escasos dólares de que disponemos la mayoría de los habitantes, en buena medida provenientes de la solidaridad familiar.

Y en ese escenario que hemos descrito nuestros ciudadanos escogieron entre ir a la confrontación con el gobierno, como ocurrió años atrás en febrero de 1989, en el trágico Caracazo, suceso en el cual una movilización de protesta pacífica denunciando la política económica del Estado fue respondido por el poder armado gubernamental de la época, convirtiéndola en una masacre de los barrios caraqueños.

O hacer maleta y emprender la retirada, evitando una nueva paliza en contra de los ciudadanos, en buena medida anunciada y preparada, a través de las políticas de intimidación popular desarrollada por el madurismo a través de la acción de los cuerpos parapoliciales y paramilitares creados por el régimen.

Se trataba entonces de conseguir unos dólares, una relación en el exterior, y comenzar así la gran aventura de la búsqueda de un nuevo espacio para vivir, los caminos de América aún son anchos y ajenos, en ella estuvimos hace 200 años y podemos regresar.

 


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