En estas breves líneas pretendo resaltar mis ideas básicas sobre el Estado que, a mi modesto entender, necesitamos para la Venezuela democrática del porvenir. Algunas son lugares comunes, pero precisamente por ser comunes es más fácil llevarlas a la práctica.

Comencemos: 1) Debe ser un Estado descentralizado, que respete y fortalezca tanto la vida local como regional. El proceso iniciado en el año 1989, e interrumpido por el régimen dictatorial, debe retomarse, es más fortalecerse  en aras de seguir avanzando y profundizando sus contenidos. La actual Constitución no lo impide, pues la nueva figura institucional del Consejo Federal de Gobierno constituye un apropiado órgano para planificar y coordinar la gama de actividades que estimulen el proceso de descentralización.

2) El Estado debe abrirse a una relación que implique el sentido de colaboración y fortalecimiento de la sociedad civil. Las organizaciones de la sociedad civil deben ser no solo  consultadas en los asuntos que le conciernen, sino también incluso asumir directamente funciones, sobre todo en lo concerniente a las actividades de aportación de prestaciones sociales, como son, entre otros, los casos de la salud, la educación y la protección del ambiente. Principios como la solidaridad y la subsidiariedad deben orientar el nuevo orden de relaciones entre el Estado y la sociedad civil.

3) Sobre las ramas del poder público nacional cabe decir lo que tantas veces se ha dicho, sin dejar de ser importante: un gobierno que gobierne, un parlamento que legisle y controle la administración pública, y un Poder Judicial que imparta justicia. Debe activarse seriamente la carrera administrativa, tantas veces frenada por nuestra mentalidad clientelista, y de manera especial debe impulsarse la carrera judicial, así como garantizar la independencia del poder judicial, para lo cual fortalecer su autonomía funcional, financiera y administrativa, es un imperativo urgente e ineludible. Sin un Poder Judicial independiente nunca tendremos un efectivo Estado de Derecho, pues sin el imperio de la Constitución y la ley, nuestra democracia navegará de forma ineludible por caminos de incertidumbre, y los derechos humanos se mostrarán desamparados frente al leviatán estatal.

4) Tema complejo de solucionar pero absolutamente indispensable de asumir lo es la lucha contra la corrupción, ese cáncer que corroe las democracias y las hace perder la sabia de su robustez. Es una tarea de todos: una tarea de la educación, un tema de formación moral republicana, un tema de construcción de ciudadanía , y por supuesto una política de Estado en el cual deben colaborar todas las ramas del poder público, tanto en el ámbito nacional como en el regional y el local.

5) Agotado el Estado rentista, la relación Estado-Economía exige un profundo cambio. El principio que reza “Tanto Estado como sea necesario, tanto mercado como sea posible”  debería en mi opinión guiar el nuevo orden de relaciones entre el Estado y los actores de la economía, donde dado su éxito cuando seriamente se ha desarrollado como política de Estado, el modelo de economía social del mercado debería seriamente ensayar su aplicación al caso venezolano.

Son los mencionados algunos temas de ineludible relevancia para el futuro democrático de nuestra República, sobre lo cual no avanzaremos en su práctica si no decidimos romper como pueblo con el mito del Estado populista, clientelar y corrupto, amén de profundamente ineficaz, que tanto daño ha hecho a nuestro crecimiento y desarrollo, y en definitiva a nuestro engrandecimiento como nación.


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