El resultado de la encuesta conocida como Encovi refleja la triste realidad que se vive en los hogares venezolanos. Es sumamente grave la crucifixión a la que se encuentra sometida la mayoría de la población. Al Estado no le importa el bienestar social de los más vulnerables, que solo reciben bonos de hambre que se diluyen con la hiperinflacion sin límites que va dejando en sl camino hambre, desnutrición, angustia e impotencia.

A mi juicio, el Estado se comporta como una máquina de fabricar pobres y un depredador de los derechos humanos al que solo lo mueve la conquista de más poder por el poder. El derecho a la alimentación, a una vida digna y a la seguridad social quedaron como una oferta engañosa de la Asamblea Nacional elegida el 8 de diciembre.

Al ver el despliegue militar y policial que inició el Estado esta semana con ocasión de la reconversión monetaria, debemos recordar que el ruido estomacal generado por la hambruna no se calma con intimidación al pueblo. El colapso de los servicios básicos, la crisis sanitaria y el crecimiento exponencial del covid-19 no se resuelve con la fuerza pública.

Estamos en presencia de un Jueves Negro feroz, con el agravante de un Estado indolente que no muestra rectificación sino que, por el contrario, sigue en su carrera desenfrenada de la lucha por el poder, sin importarle el soberano que tanto dice que ama. De hecho, cada día lo desprecia más. Pareciera que no le importa que los venezolanos se acuesten a dormir sin comer porque sus sueldos miserables se convierten en sal y agua por tan profunda crisis económica.


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