“A Palas Atenea, ilustre diosa, comienzo a cantar, la de ojos de lechuza, rica en industrias, que un indómito corazón posee, doncella venerable, que la ciudad protege, valerosa, Tritogenia, a la que solo engendró el industrioso Zeus en su santa cabeza, de belicosas armas dotada, doradas, resplandecientes”.

Vigésimo octavo canto Homérico, siglo VII a.C.

Volver a Grecia cuna de nuestra civilización, es una tarea necesaria para estructurar el concepto del espíritu y su conexión entre lo humano y lo divino, el alma es el complemento de divinidad en la esencia humana y terrenal, es pues el alma profundamente trascendental, en medio de un entorno acotado por la temporalidad terrenal, así para los griegos el espíritu se insuflaba de divinidad sempiterna al establecerse la unidad con los dioses, la metafísica más allá de la esfera tangible comportaba aquello, que no es perceptible, visible, pero que subyace, un ejemplo de la esencia de esa espiritualidad se encuentra en el Monarca, quien como Minos gobierna en un vínculo con la deidad Zeus, su padre inmortal, y Europa, su madre mortal, el hijo del Cronida es el interlocutor entre la polis y el mundo divino, su espíritu es sempiterno, inmortal y su reino es un perfecto orden. Sin embargo, las vilezas están presentes y en su consorte encuentra la ruina para su civilización y la mácula de su legado, así el engendro de Pasifae surge de la corrupción abyecta entre la reina de Creta y un toro ofrendado como tributo al rey de los dioses, de esa unión espuria y antinatural surge la bestia caníbal y violenta del Minotauro, un híbrido entre hombre y bestia, una abominación perfecta, la justa representación de los vicios y de la ira.

El extravío del reino de Minos nos da cuenta de cómo la prosperidad y el orden se generan como resultado del vínculo de un espíritu que esté asociado con la divinidad y con el habla, la noesis como cualidad intelectual, que construye cadenas de lenguaje significativo, la noema platónica absolutamente extraviada cuando se rompe el vínculo con la divinidad y los valores inmortales e igualmente, cuando no existe progresividad heroica en la procura del bien general, casos de como el del Sacro monarca de Atenas Teseo, quien de hecho revierte el extravío del reino de Creta y auxiliado por la urdimbre de Ariadne, logra dar muerte al engendro de Pasifae, estableciendo el orden y la civilidad.

El ingenio, otra virtud intelectual, hacen de Odiseo el eterno rey de la Ítaca pastoril, próspera y legendaria, y luego de su largo viaje logra también con el auxilio del telar de Penélope poner orden en su reino asediado por pretendientes truhanes y viciosos. Odiseo logra la virtud gracias al ingenio y al imperio de la Areté, auxiliado por el tejido que se hacia y se descosía a diario, para garantizar la vuelta del imperio de la ley.

Al romperse la tradición en el espíritu noble del monarca, se sucedían tiranos, hombres viles y crueles en el poder, que destruían el orden, la ruptura de esas tradiciones que no eran más que las virtudes hechas cognición por el insuflo de la mitología, como constructo de la racionalidad primigenia, el despotismo se hacía la norma, el horror de la violación de las leyes era una constante, pero quedaba la posibilidad de revertir el daño por medio de la heroicidad, la virtud de la fortaleza, la prudencia y la noesis como acto intelectual de pensar, para hablar a través de la noema clara y conducente a la transmisión del mensaje, constituyendo la vía de ganar la gloria y por ende de insuflarle virtud al espíritu. Heracles hizo lo propio con los doce trabajos en la procura en la búsqueda de su yo interior. Aquiles se decantó por la gloria, antes de proseguir con la vida, incluso por encima de los actos de purificación aplicados por la diosa Tetis, su madre, quien decidió lanzarlo al fuego para hacerlo inmortal, quedando libre de daño su talón o sumergirlo en las aguas gélidas de la laguna Estigia, tomado de su talón, ese punto que lo conectaba con la mortalidad y en donde la flecha cobarde de Paris encontró la diana mortal, son la representación de un insuflo o Atman espiritual que conferían la pureza del espíritu, el fuego y el agua en el caso de Aquiles, valiéndole la gloria en Ilion,

El vínculo de orden hacían que los griegos encontraran una sede divina para sus deidades y un lugar para los mortales, no en vano Atenas es la polis ofrendada a Palas Atenea, la de ojos de lechuza surgida de las sienes de Zeus, tras su unión con Metis, la sabiduría. En Atenea se conjugan la pureza, la habilidad, la industriosidad y el heroísmo hecho divinidad, que insuflaba valor, prudencia y conducción a los héroes; fue justamente ella quien tomó de la blonda cabellera a Aquiles para evitar que lanzara su furia contra Agamenón, pues la ira y el hibrys exacerbado eran contrarios a la búsqueda del cultivo espiritual.

Toda esta reminiscencia con nuestra cuna civilizatoria viene a servir de bisagra para abrir la hoja conductora hacia nuestro drama actual, la pérdida del país, su deconstrucción absoluta, su eterno extravío, ese impulso nocivo de soltar el hilo de Ariadne, para copular con el Minotauro una y mil veces, el instinto de tejer la mortaja de Laertes, para hacer del tálamo nupcial de Ítaca un estercolero infecto de fluidos seminales, solo pueden explicarse bajo el empuje de la visceralidad sobre la razón y el sentido de juicio racional, la destrucción del molde del carácter y el abandono de la virtud, como acto alevoso o quizás como mera simulación de repetir un discurso vacío y estéril, en medio de los cientos de lotófagos que habitan en este país hecho cenizas.

Hemos tomado de la pócima de Circe, nos hemos despersonalizado hasta el límite de ser rebaño, corral de cerdos que se regodean en el estiércol de los charcos de la posverdad y, en palabras del doctor Carlos Rojas Malpica, hemos sucumbido colectivamente al “pozo del inconsciente”, al charco en el cual duele pensar, pues es aceptar que la posverdad nos expolió de razón, asumiendo la miseria como un estado deseable, aceptando una falsa normalidad, que reside en la intoxicación de la lengua, así al empobrecer la semema, haciéndola móvil y vaciarla de su inmanente capacidad de significación nuestro espíritu se envilece.

Hay posibilidad de salir del charco del inconsciente, de curarnos de la pócima de Circe, asumiendo que somos seres humanos, valorando el más importante de los sentidos que es el sentido común y reconociendo, que métodos, razones técnicas y soluciones inmediatas, no nos permitirán salir de esta trampa de la verdad, primero debemos aceptar que estamos en una encrucijada del destino, entre Escila y Caribdis, asumir el reto del menor daño posible, pero sabiendo que de esta prueba no saldremos indemnes, la Venezuela que tenemos en el gnosis no existe, debemos de remar y empinarnos en este bajel de incertidumbres en la procura de la patria perdida, para ello debemos limpiar la lengua, esterilizar el alma y no fingir que se asumen los valores y las virtudes del cerco de los dientes hacia afuera, debemos tragarnos el antídoto contra la tropelía, la barbarie y la violencia. En este nuestro  país hay muchos seudointelectuales inconsistentes, efímeros e inconstantes, esos quienes preconizan los hábitos modeladores del carácter y las virtudes ciudadanas y no tienen remilgo alguno en atropellar, violentar y difamar como si hubieran libado el elixir de Circe.

Finalmente, para salir de este charco debemos asumir que pensar duele y no desde un punto de vista del pensamiento simple y reduccionista, pues pensar o racionalizar el hedonismo es placentero, siempre que la heteronomía vaya al mismo compás del pensamiento, de lo contrario el acto de pensar nos causará dolor, el mismo dolor que sufrió Zeus al engendrar en sus sienes a Palas Atenea, pues la realidad que solo subyace y es decodificable bajo el imperio de la sabiduría es un acto doloroso.

Duele pensar que dejamos de ser una referencia democrática, institucional y económica; duele advertir una diáspora dolorosa, la más grande del planeta, con náufragos cuyo homicida no fue Poseidón, sino la imposibilidad de progresar, con desaparecidos en las fauces del Darién, que es insaciable en devorar sueños, esperanzas y jóvenes, una selva hecha engendro vil de Pasifae, un dolor punzante causan las colas de la hambruna, el rictus caquéctico que ostentan nuestros ancianos y niños, el sordo dolor del hambre, la pena de Finías y las arpías que le arrebataban cualquier mendrugo de pan, las arpías son el CLAP, la Onapre y cuanto acrónimo suponga la limitación de la morfema, para morigerar la crueldad. El reto reside en trabajar para insuflarnos virtudes de prudencia, fortaleza, templanza y justicia, para retomar la tradición de ser gobernados por los mejores, de que el talento se valore y no sea una pesada carga que hay que ocultar de tirios y troyanos, pues a unos les causa repudio y a otros les produce angustia.

Finalmente, salir de esta encrucijada, pasa por decir a los cuatro vientos “yo no”, como lo asumió Joachin Fest, frente al poderoso aparato propagandístico del III Reich, educar para no repetir el horror de Auschwitz, proponernos a no repetir este escollo en nuestro  desarrollo histórico y social que ha supuesto el chavismo, no podemos seguir sacrificando a Ifigenia para que el viento sople a favor del rojo horror del copamiento y el envilecimiento del ser, la primera victoria es asumir que somos más que un código, que un símbolo o un software, somos objetos ónticos, seres y además humanos, con sentido común, no despreciado por ser habitual, sino valorado porque nos permite ser diferentes y mejores.

Insistiré que el pozo del inconsciente es la pobreza del espíritu, la pobreza de la lengua y el temor ante el dolor de pensar, en tal sentido estamos expuestos a repetir una y mil veces mil este horror, cual Sísifo condenado al tártaro de un país de utilería y luces, que confunden halo gramaticalmente a todos haciéndonos presa de la pocilga de la razón y la banalidad frente a la continua deshumanización.

“¡Hija mía! ¡Qué palabras se te han escapado por la boca! ¿Cómo pretendes que olvide al divino Odiseo, que por su inteligencia supera a los demás mortales y siempre ofreció muchos sacrificios a los inmortales dioses, que poseen el anchuroso cielo? Sin embargo, Poseidón, que ciñe la tierra, le guarda vivo y constante rencor porque cegó al cíclope Polifemo, hace que vaya errante lejos de su patria. Pero, venga, tratemos de su retorno y del modo en que haya de llegar a su patria; y Poseidón depondrá su cólera, pues no podrá porfiar, solo y contra la voluntad de los dioses, con todos”.

Canto I, Odisea, Homero


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