La nueva normalidad es la etiqueta de moda. Prefiero llamarla “normalidad mejorada” en contraste con la primera expresión, la cual fue usada por el periodista, casi profeta, George Orwell en su libro 1984. Esta obra si bien es una novela de ficción, conforme pasan los años se va volviendo una novela histórica basada en hechos que cada vez más acaban siendo reales.

El medio de vida o sustento de una persona se refiere a los medios para garantizar las necesidades humanas básicas y la dignidad inherente del individuo y sus comunidades. Un medio de vida es “sostenible” cuando puede soportar tensiones, choques y recuperarse de los mismos y debe proveer para mantener el hogar. La FAO define el concepto de “hogar” como “el conjunto de personas que come de la misma olla y tiene un interés común en perpetuar y mejorar su estatus socioeconómico de una generación a otra”.

La caída brusca del ingreso en esta pandemia es histórica para este siglo y el pasado e incide con mayor severidad en la mitad de la población que se desempeña en la llamada “economía informal”.

La pandemia de coronavirus ha creado un dilema ético y moral. Es incorrecto razonar en la esclavitud del pensamiento binario. La decisión sobre cuándo y cómo relajar la cuarentena es una tarea poco envidiable para los gobiernos que intentan sopesar entre la salud de sus ciudadanos y la salud de sus economías. Todo el mundo sabe que no se puede cerrar la economía de manera indefinida, pero ningún país quiere arriesgarse a una ola de infecciones si se relaja la cuarentena demasiado rápido. Hasta ahora, lo que hemos visto parece más un automóvil en bajada, pisando y soltando el pedal del freno, según las páginas de estadísticas de nuevos casos de COVID-19. Publicaciones recientes en la revista Nature confirman las ventajas de las medidas de cuarentena y estiman que el confinamiento produjo una reducción de 60 millones de casos de COVID-19 en Estados Unidos, 285 millones en China y 3 millones de vidas salvadas en 11 países de Europa.

Venezuela no cumple en estos momentos con todas las condiciones que la OMS propone para iniciar la relajación de la cuarentena: mínima transmisión comunitaria, sistemas robustos de  diagnóstico por PCR y rastreo de contactos, y por último, un sistema de salud totalmente capacitado. Tampoco se avizora que puedan cumplirse a corto plazo los requisitos mencionados. Desde el punto de vista estrictamente sanitario, luce inoportuno, e incluso un contrasentido, hablar de flexibilización, cuando aún estamos escalando la montaña de la epidemia.

Desde el modelo biopsicosocial  humanístico de la medicina,  el concepto de salud, se entiende como un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no sólo como la ausencia de afecciones o enfermedades. La balanza socio-económica de la cuarentena no se puede dejar de lado. La cuarentena permanente estricta no es sostenible, ni siquiera en países ricos. No es posible paralizar o reducir demasiado la actividad del país durante varios meses. Para producir alimentos y demás bienes y servicios, hace falta que la gente se desplace. No se trata de elegir entre la vida o el sistema económico y social, sino de mantener un equilibrio para salvar la mayor cantidad de vidas posibles, pues si se siguen las medidas de confinamiento, y debido a la debilidad del sistema de seguridad social, la gente comenzará a morir pero de hambre. En ciertos países, la pobreza puede ser un asesino tan inclemente como el virus mismo.

Este debate está que arde y ya algunas economías se están abriendo antes de que sea seguro hacerlo, por presiones político-económicas. Varios países de ingresos medios y bajos, entre ellos Venezuela, están flexibilizando las restricciones a pesar de que los casos de infección siguen aumentando. Los modelos intermedios no son fáciles de implementar. Los mismos suecos dicen que su modelo de cuarentena relajada parece no funcionar. Si abres demasiado temprano, el servicio de salud será invadido de enfermos y no habrá tal resurgir de la actividad económica. Una apertura paulatina, favoreciendo sectores prioritarios y controlando los riesgos, es el que con más frecuencia vemos proceder.

Contemplamos en toda la región, sin excepción, imágenes de aglomeraciones en las calles, plazas o mercados de la ciudad, largas filas frente a los bancos para cobrar subsidios o pensiones y las colas de gasolina, se repiten por doquier. Es evidente que la pobreza y la necesidad de salir a buscar el sustento ayudan a entender más esa sensación de indisciplina social.

Para la toma de decisiones en equipo, las autoridades necesitan datos epidemiológicos certeros. Hay que enfatizar la importancia de hacer pruebas del virus (PCR) a gran escala y no solo de los anticuerpos en sangre. Diagnosticar cada día un mayor número de casos significa que sabemos dónde está el virus y podemos activar los sistemas de rastreo de contagios. Controlar esta pandemia agresivamente hoy reforzará nuestra salud económica mañana.

Que el SARS-CoV-2 puede ser impredecible, ya es más que evidente y caminamos aún sobre “terreno desconocido”. Esta pandemia no trajo consigo un manual de qué hacer o a qué criterios ajustarse. No disponemos de un guion previo. Actuamos sin reglas claras de cómo proceder, con más preguntas que respuestas y en alerta permanente. Por ello, hay que  ser cuidadosos de hacer recomendaciones definitivas sobre esta epidemia novedosa en cambio constante.

La OMS aconseja cuidar la propia salud mental y que probablemente tendremos “que vivir con este virus”, mientras llega una vacuna. En este momento nadie puede predecir cuanto durara la epidemia, estamos avanzando hacia un futuro incierto. Aún quedamos millones de susceptibles y en Venezuela apenas comienza el ciclo de la pandemia.

El virus parece un tornado que va recorriendo la geografía, cambiando caprichosamente de dirección,  de intensidad y velocidad en forma impredecible. No siempre encontramos las explicaciones respecto a este comportamiento antojadizo.

El mensaje sanitario para disminuir el riesgo de exposición al SARS-CoV-2 es claro: persista en el lavado de manos y uso de mascarilla,  mantenga la distancia de las personas (2 metros), acorte la duración de la exposición y evite espacios cerrados mal ventilados. Pongámosela difícil al virus.

Los médicos debemos transmitir confiabilidad en la incertidumbre. Esta es una enfermedad nueva y hay cosas que sabemos y otras que no sabemos todavía. Este virus nos ha proporcionado una lección de humildad al mundo científico.  Admitir nuestra ignorancia, puede facilitarnos la tarea de ir a la búsqueda de un mejor conocimiento para descifrar la pandemia del siglo XXI.

@santiagobacci


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