La tragedia venezolana en materia de torsiones geopolíticas contranatura y de desorientaciones estratégicas se inició durante una cena milyunanochesca al inicio de la revolución bolivariana. Era la primera gira hacia el medio oriente con una parada en Arabia Saudita. En pleno jolgorio de estilo protocolar y durante el encuentro entre los dos jefes de Estado, el rey saudí –bastante limitado por una enfermedad– mantenía una cordial conversación del tema de caballos árabes con el canciller venezolano, el coronel Luis Alfonzo Dávila. Cuando el monarca retomó brevemente el intercambio con Hugo Chávez y se pasó del tema equino al petróleo; este quiso interesarlo y pontificarle sobre la necesidad de que los países acordados en torno a la OPEP desenvainaran la espada de la producción y comercialización del crudo frente al enfrentamiento político con Estados Unidos y demás países occidentales dependientes de la energía fósil del excremento del diablo. El rey fue sumamente parco y lacónico ante la logorrea del comandante para retornar rápido hacia la animada conversación ecuestre. En 7 palabras “Dirija usted la política de la OPEP” se le entregó al teniente coronel Chávez la autoridad para alterar el rumbo histórico de una iniciativa liderada en 1960 por Venezuela con Juan Pablo Pérez Alfonzo para activar un sistema mundial de producción de petróleo para que la autoridad de la toma de decisiones y la gran mayoría de las ganancias se quedaran en manos de los países productores. A partir de allí, la mirada oficial venezolana se focalizó y se priorizó hacia el Medio Oriente. La histórica relación de proveedor confiable con los Estados Unidos – en este momento revolucionario su nombre era ya el imperio – se deterioró y el petróleo había empezado a dejar de ser nuestro principal ingreso como consecuencia de su renta y se había asumido como un arma geopolítica que se expresaba en los acuerdos políticos, económicos y militares con países ajenos a la órbita geoestratégica venezolana. Rusia, China, Irán, Bielorrusia se convirtieron después en paradas rutinarias para el nuevo canciller rojo rojito Nicolás Maduro para ampliar los convenios e incorporar nuevas cláusulas conforme a la línea política que se recibía de Caracas después de dictarse directamente desde La Habana. El bocado petrolero que se le negó a Fidel Castro en su reunión con el presidente electo Rómulo Betancourt el 23 de enero de 1959 lo recibió posteriormente con sobrados intereses geopolíticos acumulados para el socialismo del siglo XXI desde la misma llegada de la revolución bolivariana. Esa cena digna de la pluma que desarrolló el texto de Las mil y una noches y Ali Baba y los 40 ladrones marcó el inicio de la tragedia política, económica, social y militar de los venezolanos.

Si vamos a recoger con la escoba del cambio todos esos extravíos geopolíticos de estos últimos 25 años de vida bolivariana en Venezuela, caracterizados por las inspiraciones oníricas y los sobresaltos políticos del teniente coronel Hugo Chávez como jefe del Estado y comandante en jefe de la Fuerza Armada Nacional (FAN) y seguidas en lealtad posteriormente por su pupilo Nicolás Maduro; la primera limpieza, barrido y pase de aspiradora se inicia con el retorno a nuestra área de influencia y vecindario geopolítico y geoestratégico, y a nuestros más inmediatos entornos de influencia. Y eso pasa por proyectarnos y asentarnos en los 916.445 kilómetros cuadrados de superficie del territorio continental que se expanden hasta los 1.076.945 de kilómetros cuadrados con el territorio insular, los espacios aéreos y marítimos; de consolidarnos en el liderazgo de la subregión latinoamericana, de integrarnos continentalmente y de ampliar la penetración de nuestra visión hemisférica en lo que nos ayunta cultural, sociológica, política, demográfica, religiosa e idiomáticamente conforme a nuestra identificación y raíces judeocristianas, democráticas, pacíficas, y españolas proyectadas desde el meridiano de Greenwich hacia acá. Un cambio político en Venezuela debe caracterizarse por la reorientación de la mirada del país hacia occidente y recogernos hacia la esencia del gentilicio del cual nos sentimos orgullosos. Ese es el derrotero natural de Venezuela desde su privilegiada ubicación geográfica. Posicionar la nación y el estado venezolano frente a nuestros vecinos Colombia, Brasil, Trinidad y Tobago, Curazao y todo el arco insular caribeño del norte y Guyana con el reclamo territorial del Esequibo incluido. Eso es inmodificable. En consecuencia, todos esos acuerdos políticos y militares suscritos por la dupla Chávez-Maduro con la prenda del oro negro deben ser rescindidos paulatinamente en sintonía del nuevo concepto estratégico nacional que se implementará de rigor frente al cambio político inmediato. Desde allí debe inscribirse cualquier línea gruesa de seguridad y defensa de un nuevo gobierno, de un régimen que arranca en 0 kilómetros de recorrido y una nueva república para estrenar.

Es a partir del establecimiento de un concepto estratégico nacional ceñido al más alto interés de la nación que deben abordarse los cambios hacia un futuro que se avizora sobremanera complejo. Especialmente en el tema de la seguridad y la defensa; y de uno de sus principales instrumentos de ejecución: la Fuerza Armada Nacional (FAN) y con todo el proceso de readecuación institucional a los cambios. Esta debe estar supeditada a las tareas principales de seguridad y los principios fundamentales de la nación, en sus valores, en la evolución del entorno de seguridad y en los objetivos estratégicos en función de las amenazas y los riesgos.

No existe un enemigo interno en una calificación conceptual registrada en un documento oficial. Si existen reos de estado que atentan contra la constitución y contra el modo de vida republicano aceptado mayoritariamente por todos. Y para esos delincuentes hay un entramado legal interno lo suficientemente coercitivo y punitivo para castigar todos aquellos delitos contra la constitución, contra el sistema político y contra el estado. En la democracia que murió en 1998 eso existía con algunas fisuras que permitían a los reos librarse de las sentencias y de las penas dictadas por los tribunales. Las medidas de gracia presidencialistas y el juego político oportunista impidieron que los criminales de estado sindicados por los golpes del Barcelonazo, del Carupanazo, del Porteñazo, del 4F y el 27N; y los guerrilleros detenidos de toda la etapa subversiva de la década de los 60s y 70s no cumplieran sus sentencias impuestas y fueran beneficiados de gracias presidenciales y políticas públicas como la pacificación que al final solo sirvieron para dinamitar desde adentro el sistema de libertades que se vivió. Esa es la verdad, que se magnifica en el ejemplo del enemigo interno en revolución con los policías metropolitanos que tienen 21 años presos por el 11A dentro de la justicia revolucionaria; y los enemigos internos emblemáticos en la cuarta república ilustrados por el teniente coronel Hugo Chávez y los comandantes de la conjura que apenas estuvieron en la comodidad protegida y alentada desde el alto gobierno en el cuartel San Carlos durante 2 años y sobreseídos en la causa que se le seguía por el 4F, y el grupo de guerrilleros involucrados en el largo secuestro del industrial norteamericano William Frank Niehous bendecidos por la política de pacificación. El enemigo interno se enfrenta con las leyes y los códigos penales internos, en tanto que el externo se combate en los campos de batalla con planes operacionales con la participación de toda la institución armada por tierra, por mar y por aire, en la defensa de la territorialidad y en el resguardo de la soberanía. Para los primeros la dura cárcel y el severo presidio, y para los otros la posibilidad del cementerio por aquello de la planta insolente del extranjero.

Para plantarse frente al enemigo externo existe el soporte constitucional que justifica la actuación de la institución armada en los dos temas históricos que le sirven de referencia para estructurar los planes para enfrentar las amenazas y los riesgos a la seguridad nacional, con el sistema de hipótesis. La defensa de la territorialidad y la garantía de la soberanía que son los dos elementos de una fuerza armada para garantizar el alto interés nacional. Esa es la línea gruesa de la seguridad y la defensa de Venezuela, muy distinto al tema interno que aborda las líneas de la seguridad ciudadana. En la simplificación pudiéramos decir que un soldado es completamente diferente en formación, en capacitación, en carrera, en equipamiento e inducción doctrinaria, en comparación con un policía. Son roles diametralmente opuestos. Allí reside la más gruesa línea divisoria entre ambas funciones.

Hace poco, en una teleconferencia en la Universidad de Lyon 2 sobre Las perspectivas de la seguridad y la defensa en Venezuela frente a la posibilidad de un cambio político inmediato, me plantearon una pregunta sobre la tarea más inmediata para un nuevo gobierno con el tema militar. No hubo ninguna duda al remitir a dos propuestas que muy bien pueden servir de anclajes y proyecciones para las otras tareas de la seguridad de la nación y que son inherentes a una fuerza armada con visión democrática, con misiones constitucionales y de cara al milenio. La primera establecer un concepto estratégico nacional en el cual se imponga para el cuerpo armado tareas básicas como la disuasión y la defensa, la prevención y la gestión de crisis y la seguridad cooperativa. Ese sería un documento abierto, publico y sin las zarandajas pacatas de clasificarlo archi super ultra recontra secreto para poder hacer contraloría pública y generar el debate abierto con los expertos del tema y con la opinión pública. Y el segundo, más directo y puntual que generaría un compromiso de estado y de nación para el retorno presto al redil occidental en el marco de la seguridad cooperativa, lo sería la adscripción de Venezuela a la OTAN en calidad de socio global para cooperar en ámbitos como la ciberseguridad, la seguridad marítima o el terrorismo y sus vínculos con el crimen organizado. Antes de que empiecen los disparos retóricos desde la ingle, alerto que el Concepto Estratégico de la OTAN y el de Estados Unidos, los dos cuerpos militares más poderosos del globo, son de acceso público y abierto en la web. El tema de la sociedad global ante el organismo de seguridad cooperativa del Atlántico Norte es para establecer vinculaciones mutualistas afines en los valores y principios de la democracia, de la paz, de la libertad y de la tolerancia. Desde esas dos líneas se iniciaría el montaje de la nueva doctrina de guerra venezolana y las específicas de cada componente, y las faenas derivadas de la formación profesional, del entrenamiento, del equipamiento, de la doctrina, de la organización, del dispositivo y del tamaño de la nueva institución armada venezolana para enfrentar los riesgos y las amenazas de la nación en todas las hipótesis de conflicto que se diseñen. Y estas últimas si serían archi super ultra recontra secretísimas.

Todavía queda petróleo en el subsuelo venezolano para revertir la alocada carrera sin frenos del destartalado camión revolucionario en su delirante ruta geopolítica hacia el medio oriente y colocarle un azimut hacia el occidente. El cambio político es un buen momento para girar el volante.


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