La CIDH ha hecho una aparición en las redes sociales y programas de televisión. Ha sido tema de conversación en las pasadas semanas por el descubrimiento que hizo la notable doctora Delia Muñoz sobre el pedido que hizo el terrorista Víctor Polay al mencionado organismo internacional y su subsecuente admisión.

La indignación debería ser colectiva. ¡¿Cómo es posible que un terrorista pueda victimizarse para pedir ayuda a un organismo internacional?! Sin embargo, hay quienes, en nombre de la justicia, salen a defender el derecho del cabecilla terrorista. Bien me corrigió un colega al decir que la palabra líder no calza para para una criatura desalmada como es Polay. “Un líder tiene moral”, me dijo.

¿Cómo entender este comportamiento? Pues es la historia mal contada. Una historia necesita de protagonistas y antagonistas. De héroes y villanos. Lamentablemente, en nuestro país se viene contando una historia con tinta roja por las últimas décadas.

La historia mal contada narra un episodio de “conflicto armado” ocurrido en territorio peruano. Donde las partes beligerantes fueron el fujimorismo y los subversivos. Los primeros controlaban las fuerzas armadas y los segundos contaban con una milicia que buscaba reivindicar la lucha social.

Este mito permite crear una tercera posición. Ajena a los grupos antes mencionados. Un grupo que se desentiende y aleja de afinidad con los otros para subir a un peldaño de superioridad moral y juzgar. Juzgar a todos por igual. Para lograrlo hay que insistir en que ambos grupos actuaron por convicciones propias y egoístas. Afanosos de poder. A diferencia de ellos que solo buscan armonía e igualdad.

La frase que con que nombro esta columna se le ha atribuido a Nicolás Maquiavelo, aunque su origen se remonta a una génesis árabe. Indistintamente de quién haya sido su autor, la frase sigue siendo vigente en política, guerra y cualquier interacción interpersonal. El enemigo de mi enemigo es mi aliado. Es aliado, el susodicho, por el afán y necesidad humana de ser más, y no se puede ser más si no se tiene más. En este caso, ese “más” hace referencia al poder necesario para vencer al enemigo.

Y ese ha sido el problema. Han logrado satanizar a las fuerzas armadas que en ese entonces estaban bajo el comando de Alberto Fujimori. Lo han hecho con tanto ahínco y destreza que esa tercera comitiva de supermoralistas y sus seguidores ha posicionado como enemigo número uno del Perú al expresidente y a las fuerzas del orden.

Si existe en las jóvenes convicciones la certeza de la enemistad hacia un grupo, entonces se diluye la maldad y crueldad de su contraparte beligerante, permitiendo que los últimos pasen a la historia reivindicados, incomprendidos. Reconciliados con una falsa verdad que ya lleva dos décadas educando a peruanos sin amor a la patria y a nuestros héroes, convencidos de que su discurso contestatario es revolucionario, cuando en realidad su alocución yace muy cómodamente en el seno de la moda. ¡Sálvanos, Cronos!

Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú


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