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Al releer algunos estudios sobre el empleo, trabajos muy bien documentados, surgen inquietudes y preguntas, ¿puede interpretarse las vicisitudes que enfrenta el empleo en Venezuela omitiendo su relación umbilical con la empresa? Es posible o suficiente exponer todas las circunstancias que rodean el empleo, el peso de la estructura demográfica, edad, mortalidad, el comportamiento de la tasa de desempleo en los últimos años, los principales cambios y las características actuales de la estructura laboral del país para captar las causas de la crisis actual del empleo, uno de los factores que ha impulsado el surgimiento de una diáspora integrada especialmente por personas en edad económicamente activas que ha involucrado a más del 20% de la población. Puede obtenerse una respuesta a la crisis del empleo, al tema de la precariedad laboral y sus características, desligándose totalmente de las vicisitudes, peligros y amenazas que enfrentan las empresas venezolanas y el derecho a la propiedad durante las dos últimas décadas.

La pregunta sería ¿puede explicarse el empleo desde el interior de sí mismo? o es imprescindible entenderlo como un componente clave en la relación empresario- trabajador, de la naturaleza y características de la empresa como entidad económica. Si volteamos a ver la situación de las empresas venezolanas enfrentamos un panorama lleno de dificultades. Advierte Fedecámaras que la economía venezolana ha experimentado el cierre de 370.000 empresas privadas en los últimos 20 años, 60% de las que existían en 1998 antes de la llegada del chavismo al poder, según esta institución en Venezuela en 1998 existían 620.000 empresas, hoy apenas quedan abiertas unas 250.000 cuyo futuro es totalmente incierto. Puede entonces interpretarse la suerte del empleo en Venezuela al margen de este huracán que remueve sus bases y provoca la extinción de gran parte de ellas, como un elemento ajeno a la situación, a la dinámica destructiva impuesta contra la empresas venezolanas.

Intentar conocer cuáles son los retos que afronta el país en materia de empleo conduce necesariamente a mirar el movimiento empresarial. La pregunta que me permito formular es la siguiente: al interpretar el empleo podemos conformarnos con explicaciones sobre el empleo sin ver el universo del cual forma parte. Puede explicarse desde sí mismo o necesariamente hay que entenderlo como parte de un binomio empresa-empleo.

Hoy sabemos que las empresas venezolanas confrontan y enfrentan una situación amenazante, quiéranlo o no sus responsables. Una situación derivada de la orientación ideológica política del régimen que detenta el poder. Las empresas han sido situadas como un modelo contrario a las aspiraciones socializantes cuyo principal objetivo en todos los casos históricos ha sido destruir la propiedad privada. En todo país donde se imponen regímenes socialistas, las empresas son sometidas a procesos duros de expropiación e imposición de restricciones severas desde el poder político del Estado. La percepción de la empresa desde el régimen socialista es la personificación de una entidad donde se le extrae la plusvalía al trabajador, un ámbito de explotación del capital al trabajo no donde se generan los bienes y servicios requeridos para el funcionamiento de la sociedad. Además de constituir por su naturaleza la unidad económica generadora de empleos e ingresos requeridos para la supervivencia de la población. De la forma más simplista es imprescindible reconocer que la visión de la empresa desde la ideología socialista es la personificación diabólica del capitalismo, allí es el escenario privilegiado de la lucha de clases, concebidos por los ideólogos marxistas como “el motor de la historia”.

Para abrir o instalar una empresa, en Venezuela se deben cumplir 18 procesos que permitan obtener el permiso del gobierno para funcionar como tal, bien sea pequeña, mediana o grande. El promedio mundial para crear una empresa son 7 días de espera y 23 procedimientos, mientras que en América Latina son 36 días y 8 procedimientos. Según el informe Doing Business 2015, para crear una empresa en Venezuela tarda en promedio 144 días y se necesitan realizar 18 procedimientos administrativos. Estos resultados ubican a Venezuela en el último puesto en el ranking latinoamericano, seguido de Haití donde se requieren 97 días y 12 procedimientos administrativos. “Venezuela sólo fue superada en la lista de los peores países para hacer negocios, por Libia, Eritrea y Somalia. Incluso Haití, uno de los países más pobres de América Latina, está mejor clasificada que Venezuela”.

Estas circunstancias que privan en la apertura y desenvolvimiento de las empresas son reforzadas por los procedimientos que implican funcionar, intentar cumplir los objetivos trazados ya sea producir materias primas, ejecutar actividades de procesamiento, o bien actuar en el campo de la distribución en los mercados en medio de fuertes limitaciones y dificultades crecientes. Todos estos campos de acción sobreviven en un medio donde imperan las restricciones, multas, amenazas. Los puntos de mayor retroceso lo constituyen el acceso a servicios públicos, entre ellos la electricidad, en el cual Venezuela pasó de la posición 152 a la 186. La apertura de un negocio pasó del puesto 180 en 2014 a la posición 189. El comercio transfronterizo, retrocedió del puesto 181 al 187. Venezuela no se ha ocupado de implementar cambios en los trámites que afectan la productividad mientras otros países sí lo han hecho. En la resolución de pago de impuestos, cumplimiento de contratos y resolución de insolvencias se mantiene en la misma posición, 187 en pago de impuestos. 137 en cumplimiento de contratos y 165 en resolución de insolvencias. La más sencilla conclusión nos lleva a preguntarnos, si este es el ambiente empresarial, el empleo generado por ellas podría ser distinto, o también interrogarnos, podríamos entender las circunstancias del empleo fuera de la matriz que lo genera. Como recuerda Humberto García Larralde: “No olvidemos que el socialismo que Chávez le legó a Maduro se basa en el reparto, no en la actividad productiva como expuso Carlos Marx. Nada de ‘liberar las fuerzas productivas’; más bien, su parasitación. Si se definiese a los detentores de este curioso ‘socialismo’ en función de cómo se relacionan con el proceso productivo –la metodología con que Marx elaboró su teoría–, serían terratenientes”.

Es posible entonces entender que en este ambiente antiempresa tienda a generarse lo que se denomina empleo precario como fórmula de supervivencia de los sectores trabajadores. Los estudios indican que la estructura económica que se instala en el país es básicamente terciaria, pero improductiva, mientras que la industria manufacturera, cuya productividad se relaciona con crecimiento económico y actividades que tienen un mayor valor agregado como las operaciones financieras y la energía no ha crecido ocasionando una pérdida de empleos “cuando la estructura laboral se concentra en sectores caracterizados por la baja capitalización junto a la baja empleabilidad de los pobres, trae como consecuencia que buena parte del empleo generado no sea de calidad y por lo tanto, no se convierta en un medio para superar la pobreza, contribuyendo así a reproducir su círculo vicioso”.

Aceptando que Venezuela sufre una crisis que podría calificarse de desindustrialización por la desaparición de gran parte del tejido industrial, el cual se reduce en 70% habría que agregar la carencia de oportunidades derivadas de una oferta suficiente de capacitación laboral, la educación media diversificada es la que presenta los niveles más bajo de matrícula escolar. Las instituciones responsables de la capacitación para el trabajo trastornan su objetivo, en lugar de formar en capacidades para hacer y ser mejores trabajadores se dedican a la formación ideológica del futuro trabajador, su prioridad no es formar mejores trabajadores, la exigencia que reciben desde el régimen es inculcar objetivos ideológicos para el crecimiento de sus huestes de apoyo. Hoy en Venezuela de cada 10 jóvenes entre 15 y 17 años, escasamente 4 se encuentran cursando este nivel de capacitación. Resulta entonces evidente la necesidad de una real evaluación y transformación del sistema educativo con miras a tratar de garantizar que el recurso humano con el que se cuente en el futuro pueda realmente insertarse en sectores productivos de la economía.

La inexistencia de la formación para el trabajo es una de las características que más afecta y define la calidad y oportunidades de incorporación al mercado de trabajo de las nuevas generaciones. La presencia de personas carentes de relaciones salariales –básicamente informales y cuenta propia– ha constituido durante muchas décadas más de la mitad de la fuerza de trabajo, en general desempeñando posiciones y empleos de baja calidad, con salarios insuficientes lo cual actúa como factor reproductor de la situación de pobreza que hoy incluye al 80% de la población venezolana en edad económicamente activa.

En conclusión, es indudable que al ambiente para expandir las empresas venezolanas está fuertemente restringido, unido a las escasas oportunidades de adquirir competencias laborales derivado de la inexistencia de un sistema de formación profesional, razones que  ejercen un efecto determinante en la generación de empleo y en la restructuración del mercado de trabajo hacia la informalidad y cuentapropismo.

“Estos bajos niveles de calificación de los trabajadores tienen relación con la baja cobertura y la calidad del sistema educativo nacional, entre otras razones porque la formación que los jóvenes reciben no se corresponde con las necesidades demandadas por parte de los empleadores, lo que conduce a un desaprovechamiento del contingente de población disponible para el trabajo”.

La noción de empleo precario puede definirse como una forma de dedicación laboral que no responde a los requerimientos necesarios para llevar una vida en condiciones satisfactorias en el plano de la salud, la oportunidad de desarrollar capacidades y en lograr una plena expansión de las cualidades individuales que caracterizan a cada ser humano.

Optar por un empleo precario es una condición económica social determinada por las condiciones, posibilidades, u oportunidades que puedan generar las empresas desde una perspectiva de crecimiento y expansión económica. La proliferación del empleo precario, el trabajo por cuenta propia con retribuciones insuficientes para llevar una vida sana es consecuencia y está determinado por el ambiente económico político que envuelve la posibilidad de existencia de empresas productivas, rentables, competitivas, con perspectivas de permanencia en el mercado dada la calidad de su oferta.

Como conclusión de estas reflexiones sobre el empleo es importante reconocer que las características del empleo están sobredeterminadas por la suerte de las empresas. Un factor de alta sensibilidad es el relativo a las leyes laborales en sociedades con tendencias a imponer el socialismo, colectivismo, en esta situación las instituciones que rigen el intercambio entre trabajadores y empleadores están frecuentemente parcializadas convirtiendo al trabajador en un “débil jurídico”, prácticamente sin responsabilidades y al empleador en un explotador del trabajador. El predominio de estas condiciones políticas interviene de manera determinante en la posibilidad de expansión de la oferta de empleos perjudicando finalmente al trabajador a quien se trata de manera tergiversada de proteger.

Cuando se impone la tendencia a la expropiación de empresas, potenciado por una fuerte intervención estatal sobre su funcionamiento interno más la orientación ideológica de las instituciones intermediadoras -contraria a la existencia de la empresas- la generación y calidad del empleo estará afectada directamente.

A manera de conclusión, es imprescindible reconocer que la existencia de empleo precario y la expansión de la informalidad son consecuencias del proceso económico, del ataque a la propiedad y a la empresa privada, el sobreproteccionismo de las leyes laborales, la ideologización de las autoridades que rigen el trabajo y las oportunidades y restricciones que imperan en la actividad empresarial. Este es el escenario donde la crisis del empleo se convierte en un factor negativo para el crecimiento económico, la paz social y el bienestar de las familias venezolanas.


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