comicios Diócesis de Barinas
Foto AFP

En Venezuela da la impresión de que quienes mandan nos han puesto a jugar en una ruleta y, por tanto, sin saber dónde va a caer la bolita. Es plausible, también, que el engranaje sea controlado para que la oposición nunca gane, como pareciera que ha sucedido a lo largo de lo que Hugo Chávez terminó llamando “una revolución que llegó para quedarse”. Evidencias de que prosigue, sin indagar mucho en el pleonasmo “una cosa ni la otra”, pareciera difícil negar.

Los jugadores apostarían: 1. La metodología para el triunfo electoral en Barinas, 2. La convocatoria a un referéndum revocatorio, 3. Un proceso constituyente, 4. El diálogo, trillado por la lógica desesperanza de los pueblos que sufren y 5. Qué jarabe ha de ingerirse para que la oposición asuma la convocatoria popular que ha perdido. En una ruleta especial hay una bolita “Elecciones presidenciales en 2024”, colocada en un cubículo a la cual tienen acceso “los candidatos revolucionarios” a la Presidencia los lunes, miércoles y viernes y “los aspirantes demócratas” los martes, jueves y sábado. La oposición ha pedido que no le comprometan el domingo, pues lo tienen destinado a ver cómo se integran, con el auxilio del jarabe, para una opción encaminada al rescate de la civilidad como la de la República desde 1958 hasta 1998.

Ello por haber leído el editorial de El País “Los partidos contrarios a Maduro (en Barinas) han comprobado los réditos de anteponer un objetivo común a las luchas intestinas que los dividen”. “Es un mensaje pesimista con respecto a sus políticas, las cuales han sumido a Venezuela en una aguda crisis económica, generando un enorme desapego social”. “El proceso de diálogo entre gobierno y oposición puede verse forzado por la victoria, potenciando, a su vez, la revocación del mandato presidencial o un triunfo electoral en el 2024”. El aserto pareciera no haber gustado mucho a Rodríguez Zapatero, ya que al periódico se atribuye cercana relación con el PSOE.

En otra de las bolitas se ha marcado “Cooperación de Estados Unidos”, en la creencia de las sociedades débiles de que “el gigante del norte” prosigue como “garante de la paz de la humanidad”. Entre los apostadores se propone eliminarla, pues el mundo está revuelto y que así lo estaría por un largo tiempo, premisa que pareciera imponer que cada cual ponga en práctica estrategias idóneas para atenuar las consecuencias. The Media reporta que en Estados Unidos “la inflación se dispara al 7%, elevando la presión sobre la Reserva Federal para subir los tipos de interés. Y, también, para “la Federación Nacional de Negocios Independientes” advierte que se incrementarán los precios hasta 49% en los próximos 3 meses, el ritmo más alto de las últimas 4 décadas. A estas microcircunstancias, tomemos en cuenta el enfrentamiento con China y Rusia, el Partido Republicano cada vez más apegado a Trump y los planes de Biden (para algunos un símil del famoso Plan Marshall) atascados en el Senado, aunque parezca mentira, por 2 senadores de su propio partido.

En Venezuela de no producirse un cambio la problemática se agudizará, aserto deducible de ponderar los riesgos de toda América Latina: 1. El relajamiento de la democracia; 2. La permutación climática; 3. Las protestas y violencias populares; 4. La crisis migratoria; 5. Las economías ilícitas; 6. La polarización política; 7. La inversión extranjera en caída; 8. La irrelevancia regional; 9. Los ciberdelitos y 10. El auge de China (Rocío Fuentes, Chile, 2022). La otra opción es que un gobierno guiado por Dios, quien ante las calamidades se haría presente para reclamarlo, “gobierne y no desgobierne”.

Ha de admitirse en aras de la verdad que en el país se ha hecho lo posible e imposible para salir del desastre, pero no se ha logrado. A nivel de especulaciones, una heterogeneidad de causas: 1. No estar preparado para la democracia, lo cual demanda un apreciable status civitatis; 2. La equivocación de habernos separado de la Madre Patria; 3. Los negativos efectos de la Colonia; 4. Parafraseando a Carlos Rangel, deambulamos en una especie de vaivén que el destacado escritor tituló Del buen salvaje al buen revolucionario; 5. Pensamos que se había avanzado tanto en la consolidación política, que descartamos opciones reales para rescatar la democracia perdida; 6. Desnaturalizamos el mecanismo útil para el establecimiento de la Junta de Gobierno del 43, presidida por Rómulo Betancourt y durante las largas décadas democráticas que nos deparó el 23 de enero del 58; 7. El 11 de abril estuvimos a punto de lograrlo, pero de nuevo, “los conductores, los conductores, los conductores”. En nuestro libro Horacio Contreras. La ilusión de un soldado afirmamos que las Fuerzas Armadas son garantes de la Constitución y que no es “golpe de Estado”, en el sentido peyorativo que suele atribuírsele, el reclamo castrense por la observancia constitucional, apreciación que comparten el citado politólogo y exministro de la Defensa de Bolivia, Carlos Sánchez Berzaín, y el jurista Humberto Njaim en los sendos prólogos al referido ensayo publicado en Sevilla en 2021.

El escenario, más que complejo, ha de llevarnos a rogar al Señor que nos guíe para que se genere una oposición honesta, capaz, sincera y unida a fin de que emulando a Vicente Salias, el ilustre compositor del glorioso Himno Nacional de la patria, gritemos:

¡Seguid el ejemplo que Barinas dio!

@LuisBGuerra


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