Por Érica Muñoz Arenas

Los sistemas educativos se plantean el reto de reinventarse en esta nueva era digital. Los recientes acontecimientos mundiales sobre el covid 19 han prendido las alarmas para enfrentar los cambios en la enseñanza y ajustarse a las necesidades de la sociedad.

Hoy el papel de las instituciones educativas debe trascender al proceso de solo explicar y examinar conocimientos que además estarán siempre accesibles en la internet. Ese desempeño debe enfocarse en potenciar a los docentes y a los estudiantes en un aprendizaje de manera autónoma a través de su desarrollo cognitivo y personal en entornos virtuales, mediante actividades críticas y aplicativas, motivándolos a ser activo e interdisciplinarios para que construyan su propio conocimiento y no se limiten a ser simples receptores pasivos que memoricen y hasta sin comprensión la información.

Esto conlleva a mirar la formación del docente como el profesional involucrado en estos fenómenos educativos, el cual puede ser visto  de manera compleja, pero esencial, pues involucra vislumbrar el conjunto de elementos que lo posicionen para orientar su reflexión y práctica pedagógica. Es decir, cuando se propone la implementación de innovaciones educativas ligadas a la era digital, conlleva pues necesariamente a visibilizar los elementos que encaminen a los docentes para trascender de una educación con un rol pasivo a una activa y transformadora. Por ello, se requiere la comprensión de su papel como agente dinamizador de las transformaciones sociales con trascendencia para las generaciones futuras.

La propuesta para ser sustentable debe apoyarse en formar un docente promotor del (auto)descubrimiento, superando sus barreras, limitaciones y al mismo tiempo logrando liderarse a sí mismo, es decir; una educación que sobre las nuevas tendencias incorpore  la innovación en la formación del docente en atención con la dinámica mundial.

Para Albornies, como para muchos: “Innovar no es tanto inventar algo como adaptarse o, mejor dicho, evolucionar con el entorno que es coevolucionar. Innovar es pues el acto creativo, colectivo, que hace que nos demos cuenta de que hay que cambiar”. (2009, p .7). Por consiguiente, hoy más que nunca requerimos un cambio en la dirección de la educación que se enfoque en propiciar, buscar y crear el arte de innovar.

Esta situación, aunque parece obvia, es la que debe inspirar a los sistemas educativos a un enlace abierto y flexible donde se estimulen  estos procesos. Una visión que conlleva a destacar el pensamiento complejo del filósofo Edgar Morín (1999), con su obra Los siete saberes necesarios para la educación del futuro, quien plantea en el capítulo 5 el abordaje de la enseñanza desde edades tempranas para afrontar los eventos impredecibles, sobre cuyos puntos expresa: “Hay que aprender a enfrentar la incertidumbre puesto que vivimos una época cambiante donde los valores son ambivalentes, donde todo está ligado. Es por eso que la educación del futuro debe volver sobre las incertidumbres ligadas al conocimiento (p.37).

En este sentido, tenemos que preguntarnos: ¿Están los educadores vinculados con la innovación ante los cambios vertiginosos que ocurren en la era digital?

Puede que dentro del seno de las universidades se esté gestando un cambio producto de la aparición, desarrollo y evolución de la tecnología, pero, no por ello se puede decir que exista una formación en los futuros docentes para ser innovadores, conviene recordar la  teoría de la reminiscencia, que nos indica que el conocimiento se encuentra en el interior del hombre guardado en el alma antes de venir al cuerpo, así como  la esencia del pensamiento Platónico, citado por Chacón et al. (2012): «El conocimiento no viene al hombre de fuera: es un esfuerzo del alma por adueñarse de la verdad… El papel del educador reside en promover en el educando este proceso de interiorización, gracias al cual llega a sentir la presencia de las ideas». (p. 155).

Se requiere entonces, de una educación que nos enseñe a escuchar, respetar opiniones, argumentar respuestas, para abandonar el confort de un aprendizaje en donde otros piensen por mí. Por ello, Deleuze et, al 1999 nos dice: «Sucede que, en cuanto se da un paso más allá de lo ya pensado, cuando alguien se aventura fuera de lo reconocible y seguro, cuando hay que inventar conceptos nuevos para tierras desconocidas, los métodos y las morales se derrumban y pensar se convierte, como decía Foucault, en un ‘acto peligroso’, una violencia que se ejerce, para empezar, sobre sí mismo». (p.167).

Vemos como transformar la educación parece ser la constante que prevalece latente en el siglo XXI,  impulsada además por la irrupción del covid 19, por consiguiente, realizarla desde la innovación educativa es una posibilidad real. Según la Unesco, la innovación educativa es: «Un acto deliberado y planificado de solución de problemas, que apunta a lograr mayor calidad en los aprendizajes de los estudiantes, implica trascender el conocimiento y pasar del aprendizaje pasivo del estudiante a una concepción donde el aprendizaje es interacción y se construye entre todos». (2016, p. 3).

En este sentido, el elemento que ha impulsado la innovación educativa en la era digital es las Tecnologías de la Información y Comunicación, estas pueden complementar, enriquecer y transformar la enseñanza, reducir las diferencias en el aprendizaje, apoyar el desarrollo de los docentes y, en consecuencia, mejorar la calidad de la educación.

El marco de competencias digitales para los docentes impulsado por la Unesco nos explica todas las nuevas estructuras. Este escenario tecnológico se presenta complejo, razón por la cual, crear, generar y construir destrezas para innovar requiere de un estado que promueva con políticas públicas todo su cuerpo docente y lo guie hacia un cierto grado de alfabetización digital, atendiendo además brechas, como lo son las de acceso instrumental, las brechas de equidad y las brechas de uso u apropiación. Hay que avanzar hacia la pedagogía digital.

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Referencias

 

Alborniés Ángel (2009). La Disciplina de la innovación. Editorial Díaz Santos.

 

Chacón Policarpo, Covarrubias Francisco (2012).El sustrato platónico de las teorías pedagógicas. Tiempo de Educar, Vol.13, núm. 25, enero-junio. 139-159

 

Deleuze Guilles (1999). Un retrato de Foucault. En: Conversaciones. Madrid: Pre-textos.

 

Morín Edgar (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Nueva Visión. Argentina.

 

Unesco (2019). Marco de competencias de los docentes en materia de TIC. https://es.unesco.org/themes/tic-educacion/marco-competencias-docentes?fbclid=IwAR36tbDZE1uGi-YXLNDDK4HHjGDwtWW1buF8gOTY1zE1MpOtRLMMEupVPGY

 


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