La búsqueda de aquella ciudad perdida hecha completamente en oro fue el mito más famoso de cuantos estimularon la exploración del continente americano; llevando por décadas, a muchos conquistadores y expedicionarios europeos a emprender un viaje trasatlántico, muchas veces mortífero, al nuevo continente. La razón, conseguir aquella ciudad escondida que esperaba inocentemente ser descubierta, para posterior e inquebrantablemente ser saqueada. Su búsqueda incansable dejaba en evidencia las pretensiones colonialistas, así como constituía la demostración inequívoca de aquellas ansias incontenibles de tomar nuestro oro y exprimirle todas las riquezas a las nuevas tierras. Este choque de culturas fue una brutal confrontación de visiones totalmente opuestas sobre lo humano y lo divino, sobre el ser y el deber ser.

Más de 500 años después, y en pleno siglo XXI, el afán por El Dorado sigue siendo el mismo, y las percepciones continuan siendo diametralmente opuestas entre quienes pretenden apoderarse del oro y quienes buscan salvaguardarlo. La sed de robarse las riquezas de este “pobre país rico” se mantiene lastimosamente vigente; las mismas no pudieron ser vencidas ni por la independencia, ni por la democracia. Aquel mito europeo hoy es la realidad venezolana, solo que en otro escenario, abandonó las bibliotecas y se mudó a los estrados; y es que la -eterna- búsqueda de El Dorado, se traslada a Europa, de donde antes partían a buscarlo.

Como alguna forma de protección divina que engloba este mito -hoy realidad- tenemos que parte de las reservas en oro del Banco Central de Venezuela aún se encuentran resguardadas en bancos extranjeros, una estrategia bastante popular que siguen otras muchas naciones, sobre todo aquellas pequeñas que temen por la protección del metal precioso en sus territorios.

Venezuela tiene aún en resguardo aproximadamente 31 toneladas de oro en el Banco Central de Inglaterra, que es protagonista de la batalla legal por El Dorado venezolano. Desde finales de 2018, el régimen de Nicolás Maduro ha pretendido, una vez más, seguir saqueando al país y ha solicitado le sean entregados más de 1.000 millones de dólares en oro. Estrategia que ha venido realizando desde 2011, cuando se ordenó repatriar la mayoría del oro resguardado en Inglaterra, Suiza, Estados Unidos y Canadá, adonde fueron llevados desde 1986. Cabe destacar que Venezuela era el mayor tenedor de oro monetario en América Latina y el decimotercero en el mundo con un total de 365 toneladas en reservas valoradas en 18.000 millones de dólares. De ese oro “repatriado”, no se sabe cuánto reposa en el BCV, ni cuánto ha sido canjeado o cuánto ha sido usado. Pero tomando en cuenta que la razón por la cual solicitaron la entrega de las 31 toneladas de oro en custodia por el Banco de Inglaterra, era para poder cubrir gastos relativos a la pandemia de COVID-19, pareciese que no debe quedar mucho de aquellas toneladas de lingotes que se guardarían en las bóvedas del Banco Central de Venezuela.

Ante tal pretensión, la presidencia interina ha manifestado al Banco de Inglaterra que no entregue esos lingotes, ni su equivalente en dinero al régimen de Maduro pues los mismos caerían en la red de corrupción del gobierno usurpador y en ninguna medida beneficiaría al pueblo de Venezuela, todo lo contrario, ese dinero no sería usado correctamente y se perderían parte importante de las ya mermadas reservas internacionales del país.

En esta batalla legal hay un par de puntos claves que son importante destacar, el primero de ellos es que el Banco Central de Inglaterra o cualquier otro banco depositario de oro en el mundo no puede de forma legal quedarse o no devolver las reservas de oro que se encuentran depositadas en sus bóvedas que pertenezcan a un tercero que se las entregó en custodia. Y segundo, en plena concordancia con el punto anterior, lo más importante es que la mencionada devolución se le debe hacer a su legítimo dueño, y no a quien se manifieste como titular de ese derecho. Ahora bien, tal como colonizadores detrás de El Dorado el régimen de Maduro sigue pretendiendo que se le entreguen las 31 toneladas de oro y acusa al Banco de Inglaterra de obstaculizarlo, pero la realidad es que ha sido un tribunal de Inglaterra el que indicó que el presidente del Banco Central de Venezuela designado por el régimen de Nicolás Maduro carece de legitimidad para presentar la solicitud, y aunque no se duda en momento alguno que el oro le pertenece a Venezuela, el tribunal inglés analizó la situación jurídica-política de Venezuela, para poder determinar quién realmente tenía capacidad legal para disponer del oro resguardado en el Banco de Inglaterra.

En ese sentido, el juez señaló en su decisión que el gobierno británico reconoce como legítimo presidente encargado de la República Bolivariana de Venezuela al ingeniero Juan Guaidó, y por ende, después de un análisis exhaustivo de derecho y precedentes judiciales, determinó que es la junta directiva ad hoc del BCV, designada por el presidente (e), la que tendría la titularidad de los derechos sobre la administración del oro y que estaría facultada legalmente para solicitar su devolución.

Ante ello, el régimen de Nicolás Maduro ha apelado de la decisión y aunque aún no hay una decisión definitiva, al menos en esta primera batalla “El Dorado venezolano” sigue resguardado en Inglaterra, lejos de las manos de quienes pretenden arrebatárselo al pueblo de Venezuela.

 


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