Cuando se escucha la palabra don se piensa en algo extraordinario, poco común y que suele asombrar o beneficiar a muchos. Sin embargo, existe una gracia hermosa en saber recibir de la que poco se habla, a veces, se está tan golpeado o desfigurado en la autovaloración, que no se sabe cómo recibir. Los presentes llegan a incomodar y desde un simple rendibú hasta la sumisión en un momento sublime y hermoso, llegan a ser difíciles de manejar. En una oportunidad leí que de lo alto venía el don de disfrutar aquello que se alcanzaba y eso impactó mi corazón.

Innumerables defensas materiales e inmateriales se construyen para fines de autopreservación. Pensamientos disruptivos y una enorme sospecha, invaden la psiquis de algunos individuos ante ciertos actos de amabilidad o sorpresivos gestos de afecto desinteresado. La era que vivimos de maldad es suficiente aval para tales realidades, no obstante, desnutrido y esquelético subyace el don de recibir, detrás de tales murallas. En qué momento se pierde el brillo de los ojos y la sonrisa de niños frente a las sorpresas gratas y presentes de la vida.

Marullos de bendiciones y sensibilidad ante el beneplácito de las bondades inmerecidas como un favor oportuno, compañía imprevista en días de soledad o la sublime visitación del Padre en la casa de quienes le anhelan. La potencialidad de ser sensible para percatarse y recibir también puede ser un don muy preciado, que promueva el entendimiento de lo etéreo y sobrecoge lo material doloso. Incorporando en la complejidad de vivir, la confianza y seguridad que proporciona el ser parte de una historia y propósito mayor a las demandas o actividades cotidianas, que requieren nuestra atención.

Recibir es maravilloso, desde los alimentos vitales para continuar toda actividad biológica, hasta las sonrisas de los desconocidos que desencadenan una respuesta tipo espejo similar, eso, si tu corazón no está lo suficientemente endurecido como para sostener una cara larga, después de ver un par de dientes frente a ti. Seguramente dos o tres personas adicionales verán las sonrisas y la gracia de una gestualidad amable proliferará. Luego, cómo no mencionar esas grandes acciones que se constituyen un antes y después en la vida de algunos, o tal vez, un simple favor espontáneo de quien te ve fatigado para realizar cierta acción por ti mismo.

Diariamente hay tanto amor siendo dispensado, y no siempre tenemos la gracia de recibirlo, que solo pensar en ello me es abrumador, se pierde mucho cuando se camina como autómata, sin rumbo o con los sentidos cauterizados. Si no puedes comentar con facilidad las gracias recibidas en lo que va del día, probablemente sea oportuno, alzar la voz al cielo y pedir el don de recibir. Tus sentidos serán agudizados, lo que no podías ver ni remotamente, será claro frente a tus ojos. Aquello que por más que se te ofreciera te era imposible asirte de ello, será palpable. Lo más importante es que cuando el Padre, aquel que no necesita ser presentado, se apersone en un lugar, tu corazón como de niño latirá rápidamente y los ojos se empañarán de lágrimas, esta vez no serán de dolor sino de amor. Ese es el don que a todos nos vendría bien recibir.

@alelinssey20


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