dólar paralelo

El país llega a diciembre con aproximadamente 68% de su economía dolarizada, de acuerdo con lo que indican algunos analistas económicos. Los que ven el vaso medio lleno opinan que este fenómeno sin planificación alguna es una válvula de escape que le viene bien a Venezuela. Los que lo ven medio vacío insisten en que el descontrol y la circulación libre de la divisa engorda el fenómeno de la inflación.

Hay otro dicho que se aplica a estas observaciones de los expertos: ambos bandos tienen razón, pero el que va preso es el ciudadano común. El régimen hace ya unos meses decidió que se iba a hacer la vista gorda con eso de los precios en dólares porque al final ellos pueden seguir haciendo sus negocios mientras el ciudadano común persigue los billeticos verdes. Tampoco hay que pensar que están preocupados por el alza de la cotización y la consecuente devaluación del bolívar soberano porque hace tiempo que queda claro que eso no es problema de ellos.

Cuando los comerciantes comenzaron a transar sin problemas con el dólar, se acabó la escasez. Total, el que tiene para pagar que compre lo que quiera al precio que quiera. Proliferaron los bodegones, tanto, que hasta los kioscos que antes vendían periódicos ahora venden crema de chocolate y avellanas. Y así como va aumentando el precio del dólar, así aumenta la harina de maíz o el papel tualé. No hay fiscalización de precios ni nada que se le parezca. Corren ríos de billetes verdes.

Pero como el régimen nunca puede dejar la fiesta en paz, sino que tiene que meterse para echar varilla, ahora resulta que los bancos van a tener que pagar para negociar los dólares que tengan. ¿Qué va a pasar? Que volverán los billeticos a guardarse debajo del colchón, serán muy pocos los que quieran venderlos y la escasez hará que suba aún más de precio. Si los del régimen fueran medianamente inteligentes se les diría: “Simple regla de mercado”.

¿Por qué va preso el ciudadano común en todo este despelote? Pues porque al escasear la divisa, la demanda aumentará, sobre todo la nerviosa, y el precio será estratosférico. Eso se traduce en que todo lo que se vaya a comprar costará mucho dinero y la inflación será imparable. En fin, que el dólar tiene alas y el régimen sopla para que llegue alto, muy alto. Sabemos que ellos no serán los que paguen las consecuencias.


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